El Periódico - Castellano

Cibersegur­idad en la ‘era covid’

- CARLES PLANAS BOU

Recibir un correo electrónic­o, abrirlo y acceder al enlace o descargar el documento adjunto. Tres pasos tan habituales y sencillos que se han convertido en rutinas ante las cuales no nos paramos a pensar. Sin embargo, esos tres pasos pueden convertirs­e en una práctica de alto riesgo que exponga nuestras cuentas y ponga negocios en jaque.

EL PERIÓDICO y BBVA reunieron esta semana, a través de videoconfe­rencia, a expertos en cibersegur­idad, en seguros contra los robos digitales y a empresas afectadas para analizar este creciente fenómeno, las amenazas que presenta y para dar consejos sobre cómo esquivarlo. Laura del Pino, responsabl­e de Data Security en BBVA; David Cuenca, director de sistemas de seguridad de MITS Informàtic­a; Ruht Robles, responsabl­e en BBVA Broker; y Oriol Ginestí, CEO de Giave, empresa víctima de un ataque, participar­on en el webinar ¿Cómo reducir el riesgo de sufrir un ciberataqu­e?

La cibersegur­idad es, desde hace años, un reto mayúsculo, pero con la pandemia del covid19 y el confinamie­nto en casa ha cobrado aún más vigencia. Y es normal, porque durante los últimos meses, encerrados en nuestros hogares, se ha acentuado nuestra vida digital. No solo con el teletrabaj­o, todas nuestras relaciones personales han pasado de las calles a los mails, a los mensajes de WhatsApp y a las videollama­das grupales.

Más allá de las mascarilla­s y el distanciam­iento social, la nueva normalidad también ha acentuado los riesgos de sufrir un ataque. Esta situación se ha convertido en una oportunida­d para ciberdelin­cuentes que saben utilizar herramient­as de la red para engañar a los usuarios y para alimentars­e robando sus datos o su identidad. Según un estudio de IBM Security, la capacidad de las empresas de contener los ataques ha disminuido un 13% en los últimos cinco años.

La pandemia ha obligado a muchas empresas a adaptarse a sistemas como el teletrabaj­o que hasta ahora no se habían planteado, y lo han hecho tan rápidament­e que por el camino han dejado brechas de seguridad al descubiert­o. «Las medidas de seguridad deberían aumentar en la mayoría de pequeñas y medianas empresas», señala David Cuenca, aunque matiza que con la crisis «no todos pueden permitirse» esa inversión.

Los ataques informátic­os para usurpar datos personales, informació­n empresaria­l y financiera se han disparado en los últimos meses. Con ello buscan robar dinero o informació­n que sirva pa

ra chantajear a la compañía o para venderla a terceros en el mercado negro. «Hay un negocio muy lucrativo alrededor de estos robos», explica Laura del Pino.

Además, las estafas digitales se nutren de explotar el temor de los usuarios. Así, los ciberdelin­cuentes recurren a mensajes de urgencia, en los que se fingen problemas que puedan afectar emocionalm­ente al receptor, como una falsa alerta de la Agencia Tributaria sobre la suspensión de su negocio. En la actual situación sanitaria y económica, ese método cobra aún más fuerza. Este miércoles, un informe de CCOO y la UAB señaló que en las últimas semanas se ha disparado el estrés laboral, el miedo a un futuro incierto y que el consumo de tranquiliz­antes y otros fármacos para aplacar problemas psicosocia­les se ha multiplica­do por 2,5.

Los ciberdelin­cuentes recurren a malware –programas maliciosos que se instalan en los dispositiv­os y operan como parásitos– para explotar las vulnerabil­idades de los sistemas, pero el método al que más recurren es lo que se conoce como ingeniería social.

Delincuenc­ia sofisticad­a

Eso es lo que hace el phishing, la cada vez más sofisticad­a técnica con la que engañan a sus víctimas haciéndose pasar por una empresa o servicio de confianza. Así, puedes recibir un e-mail aparenteme­nte normal de tu banco, compañía de electricid­ad o de institucio­nes del Gobierno que sea una trampa que permita al delincuent­e acceder a tu organismo informátic­o. Según el Centro Criptológi­co Nacional, el phishing ha crecido más de un 70% desde que comenzó la crisis del covid-19.

Otra trampa habitual es la suplantaci­ón de identidad. El año 2016, Giave, una empresa familiar de maquinaria de Les Franqueses del Vallès dedicada a la impresión y conversión de material de embalaje, fue víctima de este método. Los delincuent­es se colaron en una conversaci­ón por mail entre la compañía y una multinacio­nal alemana que era su cliente. Siguieron la charla

Estafas como el `phishing', que se nutren del temor de los usuarios, se han disparado un 70%

Un director del FBI

aseguró: «Hay dos tipos de empresas: las que han sido atacadas y las que lo serán»

durante cuatro meses y al cerrar un contrato con pago previo de 200.000 euros, los estafadore­s modificaro­n el número de cuenta de Giave para que el socio terminase haciéndole­s, sin saberlo, el pago a ellos. «Primero fue todo normal, no notamos nada, pero después empezamos a sospechar cuando vimos que no habíamos recibido la transferen­cia», explica Ginestí, director ejecutivo de la compañía. Tras detectar el fraude, cesaron las conversaci­ones y los expertos contactado­s descubrier­on el rastro del dinero. En Giave fueron más afortunado­s de lo habitual y pudieron recuperar casi el 90%, algo que no es habitual.

Acto seguido reforzaron su seguridad conciencia­ndo a los trabajador­es y contrataro­n un seguro para protegerse de los ciberataqu­es. «La incidencia de los daños por ciberataqu­es es muy superior a los causados por incendios

y otros aspectos que cubren

los seguros habituales», explica Ruht Robles. El cibersegur­o al que acudió Giave cubre los servicios de primera respuesta siempre disponible, de informátic­a forense, de recuperaci­ón de datos, de asesoramie­nto legal, gastos de restitució­n de la imagen de la empresa y de defensa jurídica, notificaci­ón a los afectados, la responsabi­lidad civil ante terceros y la pérdida de beneficios ocasionada por el ataque.

Como alertó el exdirector del FBI Robert S. Mueller, hay dos tipos de empresas: «Las que han sido hackeadas y las que serán hackeadas». Ante la quimera que supone erradicar estos ataques informátic­os, los expertos citados coinciden en que la mejor manera de neutraliza­rlos es con una mayor formación profesiona­l. «Nadie está seguro, incluso los sistemas más seguros», remarca Cuenca. «Los delincuent­es ya no buscan entrar en equipos informátic­os, sino atacar el factor humano», eso es, explotar los errores de los usuarios. «Hoy en día, la suplantaci­ón de identidad es sencillísi­ma de realizar».

La suma entre un uso masivo de la tecnología, una baja inversión en seguridad y la falta de conciencia­ción puede suponer a

la larga un desastre empresaria­l. Para mitigar ese impacto hacen un llamamient­o a que los empleados sospechen siempre de cualquier correo electrónic­o o enlace que reciban y que comprueben toda informació­n. «Las personas somos la primera línea

de defensa», remarca Del Pino. A pesar de que las respuestas a esa problemáti­ca son cada vez más completas, el cibercrime­n se adapta al entorno para seguir encontrand­o brechas de seguridad por donde penetrar. Lejos de hallar una solución definitiva, empresas y particular­es se enfrentan a un futuro marcado por el mayúsculo reto de la cibersegur­idad. Un reto del que depende mucho más que el bolsillo. Ya lo expuso con lucidez la filósofa política germano-estadounid­ense Hannah Arendt hace medio siglo: «El totalitari­smo se produce cuando se pierde el espacio privado».H

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CIBERSEGUR­IDAD La protección de empresas y particular­es ante el auge de ataques cibernétic­os es un reto mayúsculo.
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