El Periódico - Castellano

De la furia al toque

- POR RAÚL PANIAGUA

«Hay cosas que no se pueden soñar. Sinceramen­te, pienso que la realidad superó a la ficción»

«Creo que es difícil tocar el cielo, pero en esos momentos todos estuvimos cerca. Muy cerca»

«Ganar a Chile nos desbloqueó, fuimos de menos a más. Hicimos el mejor partido contra Alemania»

«Fue dura, se vieron entradas feas, algunas más allá del límite. Pero yo me sentía bien. Y con fuerza»

Sigue jugando a fútbol. Hace 10 años estaba en Sudáfrica iniciando la semana más decisiva de la historia del fútbol español y ahora está en Japón, donde se acaba de reactivar la Liga tras la pandemia, disfrutand­o con el Vissel Kobe. Hace una década desconocía Andrés Iniesta que el destino le tenía reservada una increíble sorpresa: ser el dueño del gol que llevó a la selección a la conquista del Mundial-2010 tras batir en la prórroga a una dura y agresiva Holanda. Una efeméride que se celebrará el próximo 11 de julio. Antes, Iniesta rememora con este diario el largo viaje hasta besar la copa que antes tocaron ídolos como Pelé, Maradona, Romário...

— Ahí está usted, en la portada de EL PERIÓDICO, con la copa alzada al cielo de Johannesbu­rgo. ¿Qué piensa ahora?

— Lo primero que me viene a la cabeza son recuerdos mágicos. Y sin querer te trasladas a ese momento, aunque hayan pasado ya 10 años. Aquel momento que vivimos todos en Sudáfrica fue tan potente que todavía hoy, y cada vez que lo recuerdas, sigue teniendo una fuerza brutal.

— ¿La realidad superó, de nuevo, a la ficción?

— Sí, sinceramen­te. Porque hay cosas que no se pueden soñar. Ya lo he dicho muchas veces. Cuando era pequeño, yo tenía el sueño de ser jugador de fútbol, de ser jugador de élite, por así decirlo. De Primera División. Pero tampoco cuando era pequeño soñaba con ganar un Mundial. Una vez estás en el lío y estás en todo, pues, evidenteme­nte que esos sueños se pueden convertir en realidad. Pero también sabes, y más cuando eres ya un profesiona­l, que conseguir cosas así tan elevadas es prácticame­nte imposible. Pero, al final, lo conseguimo­s.

— ¿Qué hay detrás de esa foto? — Hay muchísimo trabajo, sacrificio, horas de entrenamie­nto y de preparació­n a todos los niveles. Mío y de todo un grupo para conseguir ese gran momento. A nivel personal, y si lo acotamos a un año atrás, todavía tiene muchísima más relevancia. Y más valor, claro, poder levantarla.

— De Stamford Bridge a Johannesbu­rgo, usted vivió unos meses muy duros. La muerte de Dani Jarque, lesiones y más lesiones, una depresión…

— Es cierto. Por plazos y fechas sí creía que podía llegar al Mundial aunque luego empezaron a llegar los problemas. Pero tuve siempre la confianza del entrenador. Me sentí muy apoyado. Pude llegar, aunque no en las mejores condicione­s.

— Le pasó de todo.

— En esos meses previos al Mundial viví momentos muy difíciles, sobre todo por la última lesión que me hizo llegar muy justo al inicio. Incluso en el último partido de preparació­n, que jugamos en Murcia contra Polonia, volví a sufrir otro problema. Noté algunas molestias que me hicieron no llegar muy bien al primer partido contra Suiza.

— Y en el debut, otra lesión.

— Parecía que no iba a ser posible que estuviera bien. Al lesionarme con Suiza, pensé: «Ufff».

— ¿Pensó que ya no volvería a jugar en todo el Mundial?

— Sabía que me había hecho daño, de nuevo. Pero no quisimos ni hacer pruebas médicas.

— ¿Por qué?

— No queríamos alarmar ni tampoco hacer algo que me pudiera descartar ya para todo el Mundial. Pero, afortunada­mente, el trabajo con Raúl [Raúl Martínez es uno de los fisioterap­eutas de la selección] hizo que esas molestias remitieran luego y pudiera volver a jugar en el torneo.

— Entre la angustia del horrible debut con derrota ante Suiza y el miedo que provocaba Chile, empieza, en realidad, su Mundial. —Fue el momento clave. Hicimos un trabajo muy bueno con Raúl. Él dio con la tecla del problema, que tenía atrás, en el músculo isquiotibi­al, y no me dejaba ser yo. Me limitaba mucho. Dio con la solución y recuerdo que un día, tras un tratamient­o, tuve unas sensacione­s buenisímas. Al acabar, y sin que me viera nadie, salí al pasillo del hotel y me puse a correr. Sentí que ese atrapamien­to que yo tenía en mi pierna había desapareci­do. Luego, todo cambió.

— Y vuelve contra Chile. —Todavía recuerdo el silencio

sepulcral que había en el autobús camino del estadio de Pretoria. Era todo o nada. Ganar a Chile y seguir o nos volvíamos para casa. En ese trayecto hacia el campo no hablaba nadie. Había muchísima tensión, muchísima presión, muchísimas emociones contenidas… Teníamos que ganar como fuera para poder respirar un poco. Y ese partido con Chile fue de una presión y tensión considerab­les.

— Se juega, se gana y marca.

— Tuve sensacione­s muy agradables. Hacía mucho tiempo que no jugaba un partido entero y no estaba fino. Para mí, ese día de Chile era doblemente importante. Por lo que nos jugábamos, claro, y para saber cómo me sentía yo. Tenía ganas de volver a jugar, de volver a sentirme bien, de ayudar al equipo, de contribuir. Me lo tomé con esa mentalidad. Afortunada­mente, todo salió bien. Ganamos, seguimos en el Mundial y, además, pude ayudar marcando un gol. Al terminar, nos dimos Raúl y yo un abrazo muy sentido. Al fin acababa un partido entero y, sobre todo, con buenas sensacione­s.

— ¿Iniesta se siente ya Iniesta?

—Pues sí. A partir de ahí, me siento bien. Era como decirme a mí mismo: «Andrés, estás aquí. Has llegado». No solo hablo en el aspecto físico, sino a nivel mental y de autoestima y confianza. Al fin, sentía que yo sí estaba ya realmente preparado.

— España, también. 1-0 a Portugal, 1-0 a Paraguay, 1-0 a Alemania... Era otra selección.

— Poco a poco, el equipo iba creciendo. Íbamos de menos a más. Éramos un equipo seguro, no recibimos un gol en octavos, tampoco en cuartos, ni en la semifinal… No era fácil para los demás crearnos ocasiones. Y los rivales nos tenían mucho respeto. Eso era algo que percibíamo­s en el campo. Era algo bueno.

— ¿Se desbloquea­ron?

— Pasar aquel partido ante Chile nos dio mucha seguridad a todos. Y nos hizo sentir que estábamos en el buen camino. Está claro que nos desbloquea­mos porque volverse a casa con el equipo que teníamos habría sido una decepción mayúscula. A partir de ahí sentimos que estábamos donde debíamos estar, con la tranquilid­ad que nos daba haber salvado un match-ball. Ya teníamos la confianza de luchar contra los mejores. Contra Alemania, por ejemplo, lo vimos.

— ¿A qué se refiere?

— Venía de ganar 4-0 a Argentina en cuartos y era una de las sensacione­s del torneo en cuanto a juego y resultados. Pero nuestro equipo transmitía muchísima seguridad y confianza. Alemania también sabía lo que éramos como equipo y como bloque. Y del potencial que teníamos. Nos tuvo mucho respeto. Para mí, fue el mejor partido que hicimos. El más completo.

— Y España se asoma a una final del Mundial, algo nunca visto

— Son horas complicada­s. Es un partido que no has jugado en tu vida. Y, segurament­e, nunca más lo volverás a jugar. Es un momento único. Hay mucha tensión, nervios, presión...

— Vuelve el silencio al autobús.

— Sí, es un silencio distinto al de Chile. Pero hay silencio. Estás ante una final. Te sientes un privilegia­do. Era presión y tensión, combinado con ilusión. Es algo grandioso estar ahí.

— Baja del bus, llega al vestuario del Soccer City y pide algo…

— Pensando en si somos campeones del mundo, me acordé de Dani Jarque. Entonces, antes de

El homenaje a Jarque

«Se me ocurrió justo antes de la final. Desde donde estuviese, Dani nos ayudó a lograr ese Mundial»

La reflexión

«Cuando ves cómo se celebró el gol, se te pone la piel de gallina, es brutal ser partícipe de todo eso»

El secreto

«Teníamos una selección con un talento descomunal y un grupo de personas extraordin­ario»

El legado

«España estará en la historia de las seleccione­s más grandes que han existido en el fútbol mundial»

— salir a calentar, le dije a Hugo: «¿Me puedes preparar, por favor, una camiseta para Dani?». [Hugo es Hugo Camarero, fisioterap­euta de la selección]. Al volver al vestuario, la camiseta estaba ahí. Se me ocurrió en ese momento. No antes ni después. No llevaba nada pensado.

— ¿Creía que la mostraría?

— Mi idea no era por si marcaba un gol, sino por si ganábamos el Mundial y enseñarla luego. Quería quitármela y que entonces se viera el mensaje. No pensé en ponérmela por si marcaba un gol. Pensaba en la victoria del equipo y luego mostrarla.

— Empieza la final contra Holanda. Es una final dura.

— Se vieron entradas feas, duras, situacione­s más allá del límite. Pero es una final de un Mundial, hay muchísimas situacione­s que no son fáciles de controlar.

— Pocos recuerdan quizá que le podían haber expulsado.

— ¿Expulsar? No sé, no sé... Pero en una acción con Van Bommel en la segunda parte, donde él me pisa intenciona­damente y el árbitro no pita nada, pues en ese momento saqué un poco la pierna y el muslo. Y él hizo bastante por dejarse caer.

— Sentía que en la final usted iba de menos a más también.

— Llegué bastante entero al final y luego a la prórroga. Sentía esa fuerza. Estaba feliz de acabar el Mundial con esa sensación de fortaleza tras empezarlo con tantos problemas.

— Marca el gol y aparece Dani.

— Hasta la camiseta salió perfecta de mi cuerpo. Quizá era el momento tan increíble que estábamos viviendo todos. Era como estar volando, era algo mágico. Yo creo que es difícil tocar el cielo, pero en ese momento todos estuvimos cerca. Muy cerca.

— ¿Fue instintivo el gesto?

— Iba dentro de mi mente. Desde que me la puse, ya era algo natural. En ese momento, Dani, desde donde estuviese, nos ayudó a conseguir el Mundial. Son cosas que no se pueden explicar, que van más allá de lo consciente o racional. Están metidas por ahí y en momentos determinad­os pues no hace falta ni pensarlas porque te acaban saliendo solas.

— ¿Ha visto muchas veces el gol?

— Muchas. ¿Cuántas? No sé, pero muchas. El momento tiene una fuerza que nunca se acabará. Cada vez que lo veo me emociono.

— ¿Era consciente de la felicidad que llevó aquella noche a millones de personas?

— Cuando estas en el momento sabes que juegas para todo un país, o para muchísima gente. Juegas para ti y por ti, por tus compañeros, por tu familia, pero viendo después todas las imágenes de cada rincón de España o españoles fuera y celebrando el gol y que habíamos ganado el Mundial, se te pone la piel de gallina. Realmente es brutal ser partícipe de todo eso, y de todos esos momentos que recordare

mos para siempre y has formado parte de la vida de las personas.

— Al día siguiente de ser campeón del mundo, decía a EL PERIÓDICO que «el fútbol te devuelve lo que le has dado».

— Lo decía y no por el gol. No es que el fútbol me devolviera ese momento de marcar ese gol. No, no. El fútbol me devolvió ser feliz y disfrutar, de nuevo, jugando. Soy de los que piensa que cuantas más cosas buenas haces y más cosas positivas metes en la mochila, más posibilida­des tienes de que salgan bien. Es como todo. Cuando trabajas y te sacrificas y te tomas las cosas con la profesiona­lidad con la que debes, pues muchas veces salen bien. No es cuestión de ganar un título o marcar un gol, sino de sentirte feliz jugando o haciendo bien tu trabajo.

— Han pasado ya 10 años ¿le ha cambiado la vida?

—¡Clarooo! Me ha cambiado la vida, me he casado, he tenido cuatro hijos (ja, ja, ja). Todo ha cambiado y , afortunada­mente, no para bien sino para muy bien. Eso te hace sentirte feliz y con la ilusión de seguir jugando.

— ¿Qué recuerda ahora?

— Recordaré siempre a una selección con un talento descomunal y un grupo de personas extraordin­ario. Conseguimo­s tener una combinació­n muy buena. Y luego se dieron todas las cosas. También me gustaría recordar aquella carrera en el pasillo del hotel cuando Raúl me desbloqueó. Fue uno de los momentos claves del Mundial. Me quedo con las vivencias del día a día, del frío de Potchefstr­oom, de muchas charlas, de muchas situacione­s… Es un recuerdo imborrable, de cómo nos trataron… Fue maravillos­o, una experienci­a brutal.

— ¿Y qué legado dejaron?

— España estará en la historia de las seleccione­s mas grandes que han existido. Ojalá veamos algo parecido. Pero ese grupo de jugadores, del 2008 al 2012, estará ahí para siempre en el fútbol mundial. Para nuestro país y para el jugador español, eso no tiene precio. Me he encontrado casos de compañeros de profesión que juegan en otros países y me lo reconocían. Ese periodo tan bueno abrió muchísimas puertas a otros jugadores a ganarse la vida y a disfrutar del fútbol. No es solo el momento de Sudáfrica sino en otros ámbitos. Fue súper importante. Volveremos a revivir aquel momento, con mucha alegría, nos volveremos a emocionar este 11 de julio. Cada año que pase volveremos a hablar de lo mismo. Eso queda para siempre y para el recuerdo.

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Iniesta, en un templo de la ciudad de Kobe, en Japón.
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REUTERS / JERRY LAMPEN ÉXTASIS Iniesta celebra el título en el Soccer City tras el gol que marcó a Holanda en el minuto 116 de la prórroga.
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AP / MARTIN MEISSNER Iniesta festeja su gol a Holanda con una camiseta que rendía homenaje a su amigo Jarque.

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