Esmé Creed-Miles
Actriz británica
Hija de los actores Charlie Creed-Miles y Samantha Morton, la protagonista de la serie Hanna, cuya segunda temporada estrena Amazon Prime, hace olvidar al espectador que un día Saoirse Ronan interpretó ese mismo papel para la pantalla grande.
Entre las series nunca bien ponderadas del 2019 estuvo Hanna, reelaboración y extensión de la película de Joe Wright del 2011 sobre una joven supersoldado (Saoirse Ronan), nacida de un programa experimental secreto, criada en los bosques por su padre (Eric Bana) y a la fuga de una agente de la CIA (Cate Blanchett) con aires de madrastra malvada. A pesar de su reparto, su acción de ensueño o una electrizante banda sonora (The Chemical Brothers), la película no es universalmente conocida, como tampoco su versión serie, en la que el guionista del original, David Farr, prescinde un poco de los aires de cuento de hadas y busca las emociones crudas.
«Esa parte de cuento de hadas era más de Joe Wright», nos explica Farr, también cerebro de la aplaudida adaptación de John Le Carré El infiltrado. «La película no tiene personajes, solo muñecos que se van moviendo según las necesidades de la trama. Para una serie de ocho o 16 horas hacen falta personajes de verdad, que tengan profundidad, que oculten un secreto. Para mí la serie es mejor».
LA CHICA LOBO / En la serie, una reveladora Esmé Creed-Miles lograba bastante rápido lo imposible: hacernos olvidar que un día Saoirse Ronan hizo ese mismo papel. Dos viejos compañeros de The killing, versión yanqui, Joel Kinnaman y Mireille Enos, volvían a verse las caras, él como Erik Heller, figura paterna de Hanna, y ella como Marissa Wiegler, implacable pero torturada agente de la CIA. De la banda sonora se encarga el fantástico tándem formado por Geoff Barrow (Portishead) y Ben Salisbury.
Esta segunda temporada de
Hanna, recién llegada a Prime Video, es una preciosidad de acción y lágrimas que no puede, no debe pasar ni medio desapercibida. Su argumento desarrolla una idea ya presente, pero al final desechada, en el guion del filme del 2011: «Originalmente Hanna debía llegar a la instalación de Rumanía que asalta con Erik al final de la primera temporada, y encontrar a esas otras chicas salidas del mismo programa que ella. Esa idea me fascinaba. Enfrentar a Hanna con ese mundo y hacer que se pregunte: ¿debo mezclarme con ellas o, de nuevo, afirmar mi individualidad de lobo solitario?».
El lobo no es metafórico: al fin y al cabo, Hanna es un híbrido. El programa Utrax implantaba ADN del animal en los fetos de sus criaturas para mejorar la densidad ósea y sensibilidad sensorial y reducir la sensibilidad a las enfermedades.
Una vez adquiridas sensacionales habilidades físicas, las chicas aprenden habilidades sociales, cómo hacerse pasar por adolescentes con las confusiones más normales del mundo. La segunda temporada nos sumerge (al público y a Hanna) en un proceso desarrollado en el falsamente idílico paisaje del internado tecnológico The Meadows.
MULRONEY SE SUMA / Al ya sensacional reparto se suman, en la segunda temporada, Dermot Mulroney como encargado de Utrax y Anthony Welsh (el Joe de la maravillosa Pure) como su mano derecha. Aunque conocido por sus comedias románticas (La boda de mi mejor amigo, El día de la boda), Mulroney está cogiendo el gusto a los villanos. «Últimamente me llaman mucho para estos papeles», afirma. «Al principio todavía pude usar mis herramientas de galán. Cuesta un poco saber hasta qué punto Carmichael es malo o bueno. Pasados los dos primeros episodios, se acaban las dudas». Welsh da delicadeza de matiz a un personaje que a simple vista podría parecer accesorio. «Fue todo gracias a Farr», dice. «Me dio mucha información que no estaba en los guiones y descubrí que podía jugar con un montón de matices en pequeñas escenas y diálogos. Todo tiene sustancia en la serie».
Si en la primera temporada ya participaban dos directoras, aquí Eva Husson (francesa) y Ugla Hauksdóttir (islandesa) se reparten todos los episodios. «Contar con directoras me permitió alejarme de la película en la primera temporada», comenta Farr, que realmente no parece tener apego por el filme. «Lo que hizo Wright era demasiado masculino. Me parecía esencial trabajar con directoras y crear un sentido de propiedad femenina en la serie. Ellas saben conectar con los personajes de forma empática, interna, instantánea… Algo que da a la serie un tono completamente distinto al de la película».
Según Farr, Hanna debería durar, mínimo, una temporada más. «El arco que pensé al principio era de tres temporadas. Espero conseguir esa tercera, aunque todo depende de cómo funcione esta. Las mejores series son aquellas que se basan en un arco preexistente, en lugar de ir extendiéndose sin sentido por cuestiones de éxito, dinero y contenido». Facilitemos a Farr esa tercera temporada.
Preciosidad de
acción y lágrimas, la segunda temporada de la serie no debe pasar desapercibida