El Periódico - Castellano

Ana Márquez

De Ginesa Ortega a Ana Márquez, muchas pusieron la comarca en el mapa La inmigració­n convirtió la zona en un epicentro flamenco en los años 60 y 70

- AITANA GLASSER

Directora Asociación Cultural Andaluza de L'Hospitalet

Por las clases de esta bailaora han pasado artistas como Miriam Vallejo, Sara Barrero, Susana Escoda y Toni Moñiz. Gracias a ella y a otros profesiona­les, el Baix Llobregat y parte del Barcelonès son un referente flamenco, aunque peligra el relevo generacion­al.

«Estima'm com la Rosalía estima el Baixllu», leía de una pancarta la cantante de Sant Esteve Sesrovires (Baix Llobregat) en su último concierto en el Palau Sant Jordi. Hablar de Rosalía y del Baix, un binomio del que presume con orgullo la comarca, es hablar de las raíces y la inspiració­n de esta joven mundialmen­te conocida. Y también es hablar de flamenco. Aunque Rosalía no cante flamenco, como defienden las personas que a él han dedicado su vida, la cantante se inspira en un género que ha mamado en una comarca de la que han emanado destacadas maestras del cante y del baile. Entre ellas nombres como la Chana, Paca García, Ana Márquez, Ginesa Ortega o –más recienteme­nte– Miriam Vallejo y Mónica Fernández.

«En los años 60 y 70, el Baix era de las zonas donde más actividad flamenca había», cuenta Paco Hidalgo (Posadas, Córdoba, 1950), estudioso del género, que recuerda que, junto al área del Besòs y Barcelona, la comarca se convirtió en el epicentro del flamenco de aquellos años, sobre todo gracias al impulso de los migrantes andaluces llegados en los años 50 y 60.

Hidalgo llegó a Cornellà de Llobregat en 1974 y vivió el auge de las peñas flamencas, creadas para divulgar el flamenco y principale­s responsabl­es, habitualme­nte por herencia familiar, de que el género se arraigara en la zona. «En las peñas se vivía el flamenco de verdad, el puro», recuerda Mónica Fernández (Cornellà, 1973), bailaora del barrio de Fontsanta.

Cuenta que se inició en el flamenco por la afición de su padre, que la llevaba a menudo a peñas como la Peña Fosforito –la primera en constituir­se legalmente en Catalunya–, donde se rodeaba de artistas. «A los 11 años empecé a ir a las escuelas del barrio y a los 14 decidí dedicarme a ello profesiona­lmente y me fui a Barcelona», explica.

«A partir de entonces las peñas se multiplica­ron y en Cornellà llegó a haber seis abiertas al mismo tiempo, además de otras entidades andaluzas», rememora Hidalgo. «En esa época nacieron más peñas que nunca en ciudades como Santa Coloma de Gramenet, Cornellà y L'Hospitalet», añade la historiado­ra y profesora Montse Madridejos.

/ CATALUNYA Y EL FLAMENCO Aunque es innegable el auge del género en los 60 y 70, ya llevaba años instalado en la comarca y en la capital. «Barcelona ha tenido flamenco desde el siglo XIX, aunque haya habido épocas de más o menos éxito», apunta Madridejos. Lo apoya Hidalgo, que conserva carteles de espectácul­os organizado­s en los cines Titán de Cornellà en los años 30.

La buena acogida del flamenco por parte de la burguesía catalana, la posición estratégic­a de Barcelona, el beneficio empresaria­l que se le vio y el asentamien­to de colonias gitanas que promoviero­n la música, el arte y la creación de estas peñas, motivaron, según Madridejos, el arraigo del género en Barcelona y su cinturón industrial. Lo que ha hecho que sobreviva, afirma tajante, es el turismo.

/

LA AÑORANZA Llamaba la atención no solo de quienes tenían raíces flamencas, también había quien se iniciaba en él «por casualidad». Así dice que empezó Ana Márquez (Barcelona, 1964), bailaora, profesora y directora de la Asociación Cultural Andaluza de L'Hospitalet y por cuyas clases han pasado grandes artistas de la zona como Miriam Vallejo, Sara Barrero, Susana Escoda y Toni Moñiz.

«En los años 50 y 60 el flamenco era como una añoranza para los que vinieron aquí y querían sentirse un poco más cerca de su tierra. Para mí no, nací aquí; me apunté a flamenco por mis amigas», recuerda. «Las peñas estaban en el pueblo y era diferente que irte a un tablao a Barcelona, tomabas algo con amigos, hablabas de flamenco y aprendías».

La cantaora Ginesa Ortega (Metz, Francia, 1967), que vivió desde pequeña en Cornellà, sí que había mamado el flamenco en casa por herencia de su madre, gitana, y asegura que su afición es «innata». Ortega reconoce la «suerte» que tuvo la gente que vivía en Catalunya y que tenía «a todas las provincias andaluzas» en el Baix y en otras poblacione­s metropolit­anas.

/

EL LEGADO FLAMENCO Igual que ella, la también cantaora Miriam Vallejo (L'Hospitalet, 1981) se adentró en el flamenco a través de las peñas por su madre, Chon Vallejo, a la que considera su «gran maestra». «Empecé bailando con Ana Márquez, pero a los 14 empecé a cantar y los 21

decidí dedicarme a ello». El camino, recalca, no ha sido fácil, ya que reconoce que el cante no estaba entonces tan extendido como el baile, «y menos entre las mujeres».

«Estuve diez años en el tablao del Carmen cobrando menos que mis compañeros y trabajando más», afirma Vallejo, que añade que, si bien ahora los sueldos se han equiparado bastante, el machismo sigue muy presente en su profesión. «Todos cobramos igual, pero es cierto que llaman antes a un cantaor que a una cantaora».

Vallejo, que ha impartido clases en la ESMUC (Escola Superior de Música de Catalunya) –donde tuvo a Rosalía entre sus alumnas– y el Taller de Músics, reconoce que le resulta paradójico viendo que el 95% de sus alumnas son mujeres. «Las mujeres quieren estudiar más el flamenco que los hombres, pero la mayoría lo hacen porque quieren fusionarlo con otras músicas».

ROSALÍA Y EL FLAMENCO «Hay un grupo de gente, en el que me incluyo, que nos aficionamo­s a través de conservato­rios, de academias y de clases», manifiesta Vallejo. En dicho grupo encaja la figura de Rosalía. «A mí me encanta lo que hace, pero yo no la considero una cantaora de flamenco», sostiene Mónica Fernández, que asegura no estar de acuerdo con «los puristas enfadados» que la acusan de «apropiació­n cultural».

Ana Márquez, por su parte, reconoce que ya hubo y habrá debates de este tipo con otros artistas, como Camarón –sin ánimo de compararlo­s, aclara–. «El otro día en una escuela escuché que estaban ensayando temas de Rosalía; pues oye, si la maestra sabe descubrirl­es el flamenco a través de ella, perfecto».

GINESA ORTEGA Ginesa Ortega es una experiment­adora. «Hace 30 años estaba haciendo flamenco en La Fura dels Baus con trenzas y rastas; a los 18 años empecé a volar y a experiment­ar llevándolo al jazz y a la música contemporá­nea», recuerda. Aunque reconoce el éxito y el talento de Rosalía, también alude a la influencia que tienen hoy en día las redes sociales, el márketing y la industria musical.

En su caso, explica, los entendidos la respetaban por el hecho de que su «base» y su «esencia» eran flamencas, pero sabían, igual que sucede con Rosalía, que estaba haciendo «algo que no tenía nada que ver». Así, con la argumentac­ión de que no todo supone siempre una novedad, Ortega asevera que «ya se han hecho cosas rompedoras antes aunque no hayan tenido tanto éxito». Y añade que, sin desmerecer el empeño de Rosalía, en la actualidad, y respecto de otros casos, «la diferencia está en el escaparate».

Barcelona ha tenido

flamenco desde el siglo XIX, aunque haya habido épocas de más o menos éxito

 ??  ??
 ??  ?? Ana Márquez (segunda por la izquierda) en clase.
Ana Márquez (segunda por la izquierda) en clase.
 ??  ?? Miriam Vallejo asiste a una clase de Ana Márquez.
Miriam Vallejo asiste a una clase de Ana Márquez.
 ?? MANU MITRU MANU MITRU ??
MANU MITRU MANU MITRU
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain