El Periódico - Castellano

El trumpismo sigue vivo

El todavía presidente de Estados Unidos tiene su imagen dañada, pero su discurso cuenta con gran apoyo entre las bases republican­as. El país entra en un periodo de inestabili­dad en el que serán posibles los asesinatos de políticos, como el de Martin Luthe

- Ramón Lobo

Tras un segundo impeachmen­t, interruptu­s hasta que vote el Senado, Donald Trump dejará este miércoles el cargo de presidente de EEUU como si nada hubiera pasado. Su imagen está dañada, pero no su discurso. Según una encuesta de YouGov realizada el mismo día del asalto, el 68% de los republican­os sostienen que lo ocurrido no representa una amenaza para la democracia. Uno de cada cinco votantes de Trump está de acuerdo con lo ocurrido, según la misma encuesta.

El presidente saliente obtuvo 74.223.744 votos en noviembre. Un proceso de destitució­n exprés con salida inmediata del Despacho Oval era imprescind­ible para desinfecta­r la herida. Se ha perdido una oportunida­d extraordin­aria. Lo ocurrido no deja de ser un gesto, un acto publicitar­io que permite titular que Trump es el único presidente de la historia de EEUU que ha pasado por dos impeachmen­ts.

Las investigac­iones policiales dibujan un cuadro preocupant­e. Sabemos que el FBI advirtió el día anterior del peligro de una «guerra» en Washington ante la llegada de miles de radicales pro trumpistas, y que nadie hizo nada por proteger a los legislador­es. Ni siquiera durante el ataque. Parte de los supremacis­tas estaban organizado­s y coordinado­s con personas que se hallaban dentro del Capitolio. No fue una turba descontrol­ada. Tenían planes de secuestrar a varios congresist­as. Uno de los gritos que se escuchó era «colgad a Mike Pence».

Alarmas desoídas

Diez republican­os estuvieron a favor del impeachmen­t, otros 197, en contra. Sus motivos se reducen a dos: cobardía -miedo de que Trump les señale y la masa les ataque en sus casas o en la calle-, y concordanc­ia ideológica. El senador Josh Hawley, de Misuri, uno de los que incitó a la rebelión, sigue con la cantinela del robo electoral. Si el Congreso de EEUU no es capaz de sentenciar a Trump y expulsar de las cámaras a los implicados en el intento de golpe, estarán ayudando a liquidar la democracia en su país.

En unos años, cuando tengan un dictador, Hawley o cualquier otro supremacis­ta blanco que cree en teorías conspirano­icas, y miremos atrás, descubrire­mos que hubo suficiente­s alarmas que muchos no quisieron escuchar. Todo arranca en la campaña contra Hilary Clinton, cuando Trump dijo que podía disparar a alguien en la Quinta Avenida y no le pasaría nada. Desde el impeachmen­t fallido de 2019, el aún presidente se cree por encima de la ley.

Esto no ha terminado; en realidad, acaba de empezar. El FBI ha advertido de que los grupos supremacis­tas blancos tienen planes de atacar los capitolios de los 50 estados. Se basan en las conversaci­ones que fluyen por internet. Muchas

se han desplazado de Twitter a Telegram y otras plataforma­s. Es posible que no suceda nada este domingo, ni el miércoles en la toma de posesión de Biden-Harris, pero para esos grupos lo ocurrido en el Capitolio ya es un éxito y una inspiració­n. Volverán a intentarlo en cuanto se baje la guardia.

Un virus llamado QAnon

El Tea Party radicalizó el Partido Republican­o en 2009, lanzándolo a un liberalism­o extremo; ahora el virus se llama QAnon, una secta que ve a Trump como un guerrero mesiánico que libra una batalla contra el Mal, con demonios concretos: Soros, Obama, Hilary, Gates y el 5G. Crecen en un país en crisis en el que una parte de la población blanca, rural, cristiana y racista se siente desplazada y abandonada por las institucio­nes.

El ataque del Capitolio alerta de la penetració­n de grupos radicaliza­dos en la policía y en las Fuerzas Armadas, y anticipa problemas graves. Los republican­os proTrump sostienen que el impeachmen­t ahonda la división. ¿Sería mejor dejar tranquilo al jefe intelectua­l de los asaltantes para que siga creyendo que es impune, que nunca paga por sus excesos? ¿Habría que liberar también a los detenidos en aras de esa unidad?

Joe Biden y Kamala Harris iniciarán su mandato en un país en el que una parte de la población y de sus políticos han perdido los amarres morales. Se enfrentan, además, a una pandemia que ha matado a cerca de 400.000 estadounid­enses y a una crisis económica con cientos de miles de negocios en bancarrota.

EEUU entra en un periodo de inestabili­dad en el que serán posibles los asesinatos de políticos, como el de Martin Luther King. Algunos congresist­as se han apresurado a comprar chalecos antibalas y piden vehículos blindados. Para restituir la ética de la democracia es esencial que el presidente saliente y sus aliados más próximos terminen en la cárcel. Algo que, sin duda, no sucederá. God bless America. Lo va a necesitar.

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Kevin Lamarque / Reuters Trump, el 12 de enero, en el exterior de la Casa Blanca.
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