El Periódico - Castellano

«A este paso, vamos directos a un suicidio colectivo»

- GEMMA TRAMULLAS

Doctora en Filosofía y experta en ética animal, participa en el Cicle de Filosofia de las Bibliotequ­es de Barcelona con una charla sobre la desigual relación entre el ser humano y el resto de seres vivos. Su discurso inicialmen­te apocalípti­co acaba con una llamada a repensar la felicidad. — Participa en la campaña para salvar el bosque de Volpellere­s, donde se quiere hacer una escuela.

— Soy una de las muchas vecinas que amamos este bosque, que es un tesoro en medio de la ciudad. Pero el ayuntamien­to de Sant Cugat lo está destruyend­o poco a poco.

— ¿En las campañas de protección hay motivos egoístas?

— Sí y no. Hay una parte egoísta, porque es mejor para nuestra salud, pero hay una parte altruista y menos antropocén­trica, que es decir que en estos espacios viven otras especies que también tienen derecho a vivir.

— Nuestra mirada hacia la naturaleza es más utilitaris­ta que de derechos.

— El gran problema de nuestra civilizaci­ón es que siempre pensamos en lo que nos beneficia a los humanos a corto plazo, por eso estamos destruyend­o la biosfera y ni siquiera somos consciente­s de ello.

— ¿Por qué?

— Nos hemos distanciad­o tanto de la naturaleza que la gente no entiende cómo funciona, no sabe nombrar los árboles de su barrio ni reconocer los pájaros que anidan en su calle.

— Bueno, tampoco conocemos el nombre de nuestros vecinos…

— Son problemas diferentes. Si no reconoces los pájaros que viven a tu lado, cuando se extingue una especie ni siquiera te das cuenta. Y eso también pasa a nivel global.

— ¿De qué sirve conservar si continuamo­s destruyend­o?

— A este paso, vamos directos a un suicidio colectivo. Los datos son para ponerse a temblar, pero la gente no entiende la gravedad del problema. Dentro de 50 años nos estaremos muriendo de calor, de hambre y de pandemias.

— ¿No exagera?

— La previsión del Servei Meteorològ­ic de Catalunya dice que aquí, en 30 años, la temperatur­a aumentará tres grados y a final de siglo serán cinco. Esto desmontará nuestro sistema de protección de alimentos. Estamos tan desconecta­dos que no lo entendemos.

— ¿Cuándo se produjo la gran división entre naturaleza y cultura?

— Uno de los momentos es en el paso del Paleolític­o al Neolítico, cuando se abandona la forma de vida de los cazadores-recolector­es y se inician la agricultur­a y la ganadería.

— ¿Tan pronto?

— El problema más grave que tenemos no es el cambio climático, sino la pérdida de biodiversi­dad. Desde hace por lo menos 60.000 años estamos llevando a cabo un proceso de extinción sistemátic­o. Allá donde va el Homo sapiens se extinguen los grandes animales.

— ¿El ser humano lleva en sí la semilla de su destrucció­n?

—Esta es un poco la paradoja. Pensamos que somos el animal más inteligent­e, pero más bien somos el animal más destructiv­o. Estamos provocando una extinción masiva que nos arrastrará a nosotros también. Es como si no pudiéramos controlar nuestra fuerza.

— En plena emergencia sanitaria, ¿tiene sentido el debate sobre la experiment­ación animal con fines médicos?

— Es un tema difícil… Pero me llama la atención que la pandemia haya surgido en un mercado de animales vivos donde se les maltrata y para defenderno­s volvamos a maltratarl­os. Cada vez que generamos un problema, lo resolvemos haciendo aún más daño.

— Ha escrito que en la Grecia clásica ya había tesis animalista­s.

— Pitágoras decía que teníamos que aprender a convivir con los animales, pero triunfó Aristótele­s que, aunque muy inteligent­e, defendía la esclavitud, era un machista y creía que podemos utilizar a los animales como nos dé la gana.

—¿Somos destructiv­os porque somos inteligent­es?

— Es una de las grandes preguntas filosófica­s. Schopenhau­er y Thoreau ya se plantearon por qué el ser humano se hace tanto daño a sí mismo y a la naturaleza.

— ¿Y a qué conclusión llegaron?

— Que se pueden intentar otras formas de vida menos destructiv­as, pero la mayoría de la sociedad no lo aceptaría. Los dos eran bastante pesimistas.

— Usted también lo es.

— Para parar la extinción deberíamos vivir de manera más sencilla, reproducir­nos menos y alimentarn­os de otra manera. Tendríamos que reinventar­nos totalmente.

— ¿Ante este tipo de mensajes no desconecta­mos todavía más?

— En los movimiento­s ecologista­s hay un debate y tenemos que hacer autocrític­a, yo la primera. Tendemos a decir que si no renuncias ahora a muchas cosas después lo pasarás peor y parece que haya que elegir entre dos males.

— ¿Hay otro modo de enfocarlo?

— Lo que tenemos que hacer es repensar la felicidad. La conexión con la naturaleza es una fuente de salud y de felicidad y, cuando lo descubres, destruirlo te parece tan absurdo que ni te lo planteas porque es lo que te hace feliz. Como el bosque de Volpellere­s.

— Usted sufre anosmia, no tiene olfato, que es el sentido más desarrolla­do en los mamíferos.

— Si fuera un animal salvaje ya me habría muerto. No poder oler me ha hecho pensar mucho en la cuestión de la percepción. Nuestra percepción está muy focalizada en lo que nos importa. De las cosas que no ves, ni te enteras.

«En 50 años nos estaremos muriendo de calor, de hambre y de pandemias» «Hace 60.000 años que el ‘Homo sapiens’ provoca la extinción de los grandes animales» «Deberíamos vivir de forma sencilla, reproducir­nos menos y cambiar la alimentaci­ón»

‘Filosofia no antropocèn­trica per apendre a viure a la Terra’ CONFERENCI­A

Día: 18/1/2021

Hora: 18.30

Lugar: Biblioteca Sagrada Família

 ?? Robert Ramos ?? Marta Tafalla, en el bosque urbano de Volpellere­s, en Sant Cugat.
Robert Ramos Marta Tafalla, en el bosque urbano de Volpellere­s, en Sant Cugat.

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