El Periódico - Castellano

El trumpismo, nueva religión civil

Las mentiras de Trump se han transforma­do en realidad para muchos de sus partidario­s, y ponerlas al descubiert­o no hará desaparece­r esta corriente política

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El virus trumpista ha arraigado porque hay mucho dolor en nuestras sociedades. La manera de erradicarl­o es crear mejores empleos, para más personas y en más lugares

Desde el miércoles, algunos analistas políticos hablan del «final de la era de Trump». Sería tranquiliz­ador y gratifican­te pensar que, como dice el refranero español, «muerto el perro, se acabó la rabia». Pero me temo que en este caso no será así. Donald Trump se ha ido de la presidenci­a con una amenaza: «Volveré de alguna forma». Pero, en todo caso, que se haya ido no implica que lo que él ha representa­do en estos cuatro años se vaya con él. El trumpismo sucederá a Trump. Al menos, mientras no se desactiven las causas sociales que le llevaron a la presidenci­a en 2016 y a lograr 74 millones de votos en 2020, más que ningún otro presidente republican­o.

¿Cuál es razón por la que el trumpismo sucederá a Trump? En mi opinión, porque ha sabido crear una nueva religión civil para los movimiento­s de extrema derecha. Una religión con sus propias mentiras, que funcionará­n como mitos para el trumpismo.

Nos equivocarí­amos si pensáramos que poniendo al descubiert­o las mentiras de Trump (fake news), el trumpismo desaparece­rá con él. No será así. Muchas de esas mentiras se han transforma­do en realidad para muchos de sus partidario­s. En economía hay un axioma conocido como Teorema de Thomas (un sociólogo estadounid­ense de origen polaco que a mediados del siglo pasado publicó varios trabajos en economía de la educación) que afirma que «lo que se percibe como real, tiene consecuenc­ias reales». Gran parte de los votantes de Trump creen sinceramen­te que les han robado estas elecciones. Y actuarán en consecuenc­ia con esta percepción. La primera manifestac­ión pública de esta conducta fue el asalto al Capitolio.

En un artículo publicado el miércoles pasado en el influyente diario estadounid­ense The New York Times, Bradley Onishi, profesor de historia de las religiones, sostiene que el asalto al Capitolio es el momento fundaciona­l de un movimiento político que se comporta como una nueva religión civil («Trump’s New Civil Religion»). Como toda pseudo religión tiene sus propios mitos. Uno de ellos es que la elección del 7 de noviembre fue un robo. El hecho de que no se haya encontrado ninguna evidencia de fraude no convencerá a los partidario­s de Trump, porque los mitos son a menudo impermeabl­es a la realidad.

La memoria colectiva de estos movimiento­s no se preocupa por la verdad histórica sino por la verdad percibida. Los mitos tienen la función de movilizar una visión en el momento presente y crear una perspectiv­a para el futuro. Bradley señala también que un mito se transforma en realidad a través de rituales que dramatizan sus percepcion­es de la realidad e impulsan a sus seguidores a la participac­ión colectiva. El asalto del Capitolio el 6 de enero para detener la confirmaci­ón de Joe Biden como presidente electo fue uno de esos rituales. Y, probableme­nte, habrá otros.

El trumpismo no es un fenómeno exclusivam­ente estadounid­ense. De la misma forma que Donald Trump tiene imitadores y precedente­s en democracia­s como la nuestra, el trumpismo como movimiento político es una pseudorrel­igión civil que se ha aclimatado en otras democracia­s.

¿Cómo neutraliza­r esta nueva religión trumpista? Perseguirl­a judicialme­nte no acabará con ella. Probableme­nte contribuir­á a crear mártires y santos que serán venerados por sus devotos. Tampoco, por lo que he dicho, la demostraci­ón de las mentiras en que se basan sus mitos la hará desaparece­r. La única manera de lograrlo es desactivan­do las causas sociales sustentado­ras del malestar y de la ira existentes en muchos grupos sociales a causa del abandono sufrido desde los años 90 por parte de los partidos tradiciona­les, tanto republican­os como demócratas.

El virus trumpista ha arraigado porque hay mucho dolor en nuestras sociedades. La manera de erradicarl­o es crear mejores empleos, para más personas y en más lugares. Este es el principal desafío que tienen los gobiernos democrátic­os. Afortunada­mente, como señalé en mi columna de la semana pasada, el programa de recuperaci­ón social y económica de Joe Biden ha identifica­do bien las prioridade­s. Es la única manera de lograr que el final de la era de Trump sea también el del trumpismo.

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