El Periódico - Castellano

El librero solidario

El también escritor Marçal Font cobija en su casa a Cheikou Oumar Sow, uno de los supervivie­ntes del incendio mortal que arrasó la nave de Gorg. El senegalés se disponía a saltar al vacío cuando fue rescatado por los bomberos.

- ANNA ROCASALVA

El senegalés Cheikou Oumar Sow tiene 50 años, pero parece más joven. Su actitud risueña le ha valido la amistad de muchos paisanos y vecinos de Badalona, a los que ha conocido vendiendo chatarra. Estos últimos lo llaman Oumar a secas, que «es más fácil de pronunciar». En 2008 emigró a España en patera porque «África es rica pero la gente es pobre, y los gobiernos, corruptos». Hace seis años, un amigo le habló de la nave de Gorg (Badalona), donde estuvo viviendo hasta el día del incendio mortal.

Afortunada­mente, ha hallado un hogar temporal en casa de un amigo, junto al librero y escritor Marçal Font y su familia. Sentados en el porche, explican cómo conviven. «Oumar es uno de los mejores compañeros de piso que he tenido en mi vida, y he vivido con muchos. Estamos muy contentos», dice el librero. «Queremos que tenga su propio alojamient­o pero, de momento, no dejaré que viva en la calle», agrega.

La casa de Font está repleta de libros, incluido su antiguo despacho, ahora el dormitorio de Oumar. Algunos proceden de la antigua librería de viejo del escritor, donde ambos se conocieron seis años atrás. Ahora, Font vende las obras vía internet. «Cuando tenía la tienda física, veía pasar a Oumar, que vendía papel a peso. Un día le dije que primero me enseñase los libros a mí, que pagaba más. No soy una hermanita de la caridad. Si el libro lo vale, lo compro porque hago negocio», explica el escritor. «Nunca me engañó con el precio», bromea Oumar. Y así nació la amistad.

Hay que empezar por saludar

«El problema de base es que la gente no da ni los buenos días. Si saludas a alguien que ves a diario, tarde o temprano sucede la anécdota y te vas conociendo. Como eso no se da, aparecen los miedos y tienes a los vecinos de Gorg enfurruñad­os, por ejemplo», describe Font.

El día del trágico incendio, el senegalés se disponía a cenar cuando un humo negro y espeso inundó la nave. «No pude bajar las escaleras y subí al tejado con algunos compañeros», detalla. «Arriba, las llamas llegaron hasta nosotros y mis amigos se arrojaron al vacío. Cuando me disponía a saltar, los bomberos me salvaron». En la calle se encontró con Font que, al ver las noticias, acudió corriendo. «Me dijo: ‘Mi casa es tu casa’», describe Oumar.

Oumar tiene NIE y está en proceso de regular su situación legal en el país. Cada mañana, se levanta a buscar chatarra y lo poco que gana se lo envía a su mujer y a sus tres hijos en Senegal. La familia de acogida le ayuda en lo que puede. «Me gustaría encontrar trabajo y pagar una habitación», dice el senegalés, que también tiene una discapacid­ad física, aunque «falta que se le reconozca el grado», agrega Font.

«Las empresas reciben ayudas para contratar a personas con discapacid­ad pero, con el covid, el trámite se está atrasando», lamenta el escritor. Y subraya la «mala gestión del ayuntamien­to» los primeros días tras el incendio: «Cuando llegué a Gorg, vi el puesto de Servicios Sociales, al que no entraba nadie, y la policía en medio. Me pareció una gestión muy negligente. Pusieron comida y fue gente que no era de la nave a gorronear».

«Una persona necesita techo y comida. Me fastidia que se cuente nuestra historia como algo extraordin­ario cuando debería ser lo normal. Lo normal es que un ayuntamien­to tenga unos servicios que nos garanticen el auxilio a todos, porque a mí mañana se me puede quemar la casa también», concluye el escritor.

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RicardCuga­t Marçal Font y Cheikou Oumar Sow, hoy grandes amigos.

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