El Periódico - Castellano

Comprometi­da y generosa

- XAVIER BRU DE SALA

Primer y último recuerdo de la hija de Francesc Cambó. El primero, yo niño o apenas adolescent­e, algunos domingos en la plaza de Fray Eloi de Vianya, ante los Caputxins de Sarrià, donde se detenía una especie de prototipo de coche-furgoneta y descendía, por orden, detrás de Helena Cambó y su marido, la hilera interminab­le de sus 14 hijos. Fascinante. No acababan nunca de salir. Mi padre y el señor Guardans, padre de aquellas criaturas, se saludaban en la distancia, y todos hacia dentro, a escuchar uno de los sermones más heterodoxo­s, por abiertos, avanzados, progresist­as en todos sentidos y hasta subversivo­s que se deben haber oído nunca en toda la cristianda­d. Ignoro por qué Helena Cambó había elegido aquella iglesia, en la otra punta de la ciudad. Nosotros no fallábamos en razón de las obligacion­es familiares de mi madre, que tenía tres hermanos, tres, entre los miembros de la comunidad. Quizás los GuardansCa­mbó

La mecenas y empresaria, fallecida el pasado sábado, fue despedida por uno de sus hijos, el abogado y expolítico Ignasi Guardans, con un emotivo mensaje en las redes sociales: «Mi madre nos ha dejado. Madre de 14, abuela y bisabuela. Ciudadana ejemplar, comprometi­da y generosa, de gran cultura y sólida fe, nos deja un gran legado personal y social. Gracias por tanto».

uEn reconocimi­ento a su labor, fue distinguid­a con el lazo de dama de la Orden de Isabel la Católica (1954) y la Creu de Sant Jordi de la Generalita­t en 2010.

uasistían porque era la fábrica más fiable y radical de antifranqu­istas –como se hizo evidente en la famosa Caputxinad­a del 1966–, si bien es legítimo dudar si el gran político y mecenas habría encontrado que su descendenc­ia se pasaba de la raya.

En cualquier caso, no ha constado nunca ninguna filiación ni significac­ión política de Helena Cambó, ejemplo de dama discreta a pesar de las fuertes conviccion­es, alérgica a manifestar­se en público y empeñada en la preservaci­ón del legado de su padre. Al final de mi juventud pasé un cierto número de horas de conversaci­ón con más de dos damas como ella, de la burguesía más nostrada, puntillosa y bien servida, y puedo constatar que todas ellas soltaban opiniones digamos personalís­imas, aunque nada pintoresca­s, y estaban tan dedicadas a poner seny cuando era necesario a la actuación de los maridos, a menudo intemperan­tes, como a guiar a su descendenc­ia por los rectos caminos del acceso a un cierto, pequeño y apacible dominio de la tierra. Quizás en aquellos tiempos no se podía pedir más. Por asociación pues, Helena Cambó, también habitante voluntaria de la niebla, quedaría incluida en esta categoría social de damas cuya misión consistía en dejar que los maridos hicieran pero no deshiciera­n.

Quizá de ahí mi fracaso cuando intenté convencer al señor Guardans de la convenienc­ia de asociar la Fundación Bernat Metge a la Fundación Encicloped­ia Catalana, para garantizar su continuida­d, con el argumento de que ninguno de sus hijos quisiera, en caso de poder, proseguir con la obra de mecenazgo iniciada por Cambó en la primera dictadura del siglo XX y proseguida por su hija a lo largo de la segunda. Primero se mostró abierto, pero después de varias entrevista­s y recados, se negó por completo sin proporcion­ar explicacio­nes, ni creíbles ni increíbles.

La última vez que la vi, recuerdo impresiona­nte, fue en una visita a su casa, en la Via Laietana donde todavía, lúcida y enérgica, residía. Estaba ya dedicada, así me lo dijo, a preservarl­o todo, mansión, mobiliario, cuadros, mítico jardín aéreo, como lo había encontrado, con plena conciencia de que cuando ella desapareci­era, la niebla se lo acabaría de tragar todo, y para siempre.

Fue un ejemplo de dama discreta y alérgica, a pesar de sus conviccion­es, a manifestar­se en público

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 ?? Josep García ?? Lamecenas y empresaria Helena Cambó, ante un retrato de su padre.
Josep García Lamecenas y empresaria Helena Cambó, ante un retrato de su padre.

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