«Lo mejor es el contacto con la gente»
Quiosquero clásico. Lleva 37 años en el Eixample y nunca se ha apuntado a vender suvenires.
— ¿Siempre ha estado en el mismo emplazamiento de Diputació con Casanovas?
— El quiosco era de mi suegros y al principio eran solo cuatro maderas. Entonces estaba ubicado en la esquina opuesta y cuando los vecinos oían un ¡patapam! era porque un coche se lo había cargado aparcando.
— Ha pasado la mayor parte de su vida laboral en poco más de seis metros cuadrados.
— Me he arrepentido muchas veces. Antes abríamos 10 horas todos los días, pero ahora abro de 7.00 a 13.30. Por la tarde no hacía nada más que saludar.
— Pero aquí sigue.
— Estoy en jubilación activa. Si puedo estaré hasta que cumpla los 70, porque la pensión no me da para vivir. Trabajo porque quiero... porque quiero comer.
— Pero empezó en los años 80, una buena época para los quioscos.
— Entonces el traspaso de un quiosco costaba casi como un piso, pero ahora no lo quiere nadie. Es un final de etapa. No tengo ni la mitad de publicaciones que vendía y siento que hay un abandono.
— ¿Qué cabeceras desaparecidas recuerda?
— Se compraba mucho el Ciero (El Noticiero Universal) y el Tele/eXprés, que eran publicaciones vespertinas. También recuerdo el Diari de Barcelona y los deportivos: el 4-2-4, que fue el primer diario deportivo en catalán con la portada a color, el Dicen…
— ¿Y revistas?
— Era la época del destape y teníamos Lib, Interviú, Clima, Penthouse, Private... Y cómics como TBO, Mortadelo, Superman y El llanero solitario… Es lo que más echo de menos.
— ¿Nunca se animó a vender otros objetos?
— No. Me ofrecieron casetes y vídeos porno, pero no estaba a gusto. Incluso he dejado de vender tabaco.
— ¿Qué es lo mejor de trabajar en un quiosco?
— Lo único positivo es el contacto con la gente. Hay quien, en lugar de ir a misa, viene a confesarse aquí. Con algunos aprendes mucho.