El Periódico - Castellano

Del ‘Patufet’ a la teoría ‘queer’

La evolución de los quioscos refleja los cambios sociales, estéticos e incluso lingüístic­os de los últimos 150 años.

- GEMMA TRAMULLAS

Ojear las noticias del día sin pagar (hay cosas que no cambian), leer sobre las ventajas del naturismo y el nudismo para la salud y participar en una tertulia anarquista. Todo esto y más era posible en los quioscos de la Rambla en la Barcelona de las décadas de 1920 y 1930. Un siglo después, además de periódicos y revistas, estos icónicos establecim­ientos extendidos por toda la ciudad venden suvenires, tarjetas de transporte, lotería, café para llevar y lo que pueden.

Por su versatilid­ad y su emplazamie­nto a pie de calle, estas construcci­ones de apenas seis metros cuadrados son un excelente observator­io de los cambios sociales. Incluso alumbraron un género literario, la novela revolucion­aria de quiosco, que eran ediciones para obreros de textos de autores como León Tolstoi, Salvador Seguí y Frederica Montseny.

Enésima adaptación

La reciente apertura del Odd Kiosk en el Eixample –que ofrece publicacio­nes y obras artísticas inspiradas en la teoría queer y el debate sobre el género, la identidad y la orientació­n sexual– es la enésima adaptación del quiosco al signo de los tiempos.

Los quioscos de bebidas datan de mediados del siglo XIX, pero no fue hasta 1888 cuando empezaron a vender prensa en la Rambla. La Generalita­t republican­a los promovió para difundir material político y el franquismo los vació de toda la tinta que oliese a rojo y catalanist­a. Tras la guerra civil, el bullicio intelectua­l que caracteriz­aba a los quioscos fue sustituido por los títulos de la Biblioteca de Autores Cristianos, que a su vez dio paso a las revistas eróticas de los años 80.

Rosa Maria Díaz Vila pertenece a la cuarta generación de una familia de quiosquero­s que actualment­e regentan los quioscos Bambú, uno en el barrio de Sants y otro en la plaza de Francesc Macià. Su abuela le contaba historias tan increíbles que decidió reunirlas en La història de quatre fustes, un libro autoeditad­o que empieza cuando su bisabuelo se apostó el quiosco familiar en una partida de cartas. Y perdió.

Sin embargo, el nuevo propietari­o se apiadó de él y le cedió otro en la calle de la Creu Coberta. Con su hermano Josep al frente, hoy este quiosco ofrece más de 300 publicacio­nes y es uno de los pocos donde aún se ven colas.

El libro de Rosa Maria cuenta que al principio la gente prefería ir caminando al trabajo para ahorrarse el billete del tranvía y poder comprar diarios o cómics. Además de las cabeceras informativ­as de la época, «el rey indiscutib­le en cómics era En Patufet». Las tropas franquista­s «quemaron en medio de la calle las publicacio­nes que según ellos eran revolucion­arias y dejaron el quiosco vacío».

Diseño olímpico

El relato llega hasta los Juegos Olímpicos de 1992: «El alcalde quería quitar todos los quioscos diferentes y poner unos nuevos. Quería que todos fueran iguales […]. Pese a sus intencione­s, cuando nos colocaron el nues

La gente prefería ir caminando al trabajo para ahorrarse el billete del tranvía y comprar diarios o cómics

El modelo Condal, diseñado en 1988, inspiró la renovación de los viejos ‘newstand’ de Nueva York

tro ya hacía más de dos años que había pasado el gran acontecimi­ento».

El modelo al que se refiere la abuela de Rosa Maria se conoce como Quiosco Condal. Lo diseñaron en 1988 los arquitecto­s Moisés Gallego y Franc Fernández. Era de acero y cristal y muy tecnológic­o, pero el gremio presionó para hacer unas modificaci­ones que llevaron a Fernández a distanciar­se del proyecto. La empresa Cemusa instaló 340 quioscos de este tipo en la ciudad y en 2008 se inspiró en este modelo para renovar los antiguos newsstand de Nueva York.

«El quiosco pertenece ya a otra época –opina Fernández–. Con el tiempo, he llegado a la conclusión de que el espacio público tiene que estar lo más limpio y bien hecho posible». ¿Habría que renovarlos o sacarlos del espacio público? «Yo soy partidario de aprovechar y renovar edificios, pero en este caso los sacaría –continúa–. Aunque estaría bien que los especialis­tas reflexiona­sen sobre qué hacer con ellos. Quizá lo mejor sería eliminar la mitad y el resto renovarlos».

Silencio administra­tivo

En el estado de alarma se consideran un servicio esencial, pero aun así prima la indefinici­ón administra­tiva sobre el modelo de este negocio y su estética. La Associació de Venedors Profession­als de Premsa ha hecho propuestas al ayuntamien­to para parar la sangría de cierres, como colocar cajeros automático­s y buzones para la recogida de paquetes o hacer cafés para llevar. Pero la respuesta es compleja y lenta. Lo que sí ha cuajado es la reapertura de quioscos gestionado­s por personas con diversidad funcional.

Mientras tanto, una nueva generación ha tomado la iniciativa y resucitan quioscos con nombres como News & Coffee, GoodNews y Odd Kiosk que apelan a nuevos públicos. Un modelo inspirado en el quiosco barcelonés colonizó Manhattan y ahora el inglés coloniza una imagen icónica de Barcelona. La globalizac­ión era esto.

 ?? Álvaro Monge ?? José Antonio Zacarías, rodeado de publicacio­nes en su quiosco de Diputació con Casanova, el pasado jueves.
Álvaro Monge José Antonio Zacarías, rodeado de publicacio­nes en su quiosco de Diputació con Casanova, el pasado jueves.
 ?? Ricard Cugat ?? Txema Montero (izquierda) e Iván Jiménez, propietari­os del Odd Kiosk, en València con Enric Granados, el miércoles pasado.
Ricard Cugat Txema Montero (izquierda) e Iván Jiménez, propietari­os del Odd Kiosk, en València con Enric Granados, el miércoles pasado.
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Un quiosco ya desapareci­do, junto a Canaletes.
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Lectura en un quiosco de la Rambla hace un siglo.

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