El Periódico - Castellano

‘Vacúnense, por favor’

La inmunidad grupal nos permitirá recobrar modos de vida parecidos a los de antes de 2020, quizá mejores por un tiempo, recordando siempre el sufrimient­o de tantos en esta época reciente

- Manel Esteller

Después del esfuerzo extraordin­ario de miles de científico­s de todo el mundo, no puede ser que la administra­ción de las vacunas se lleve a cabo de una forma tan lenta

Estaba en una librería especializ­ada ojeando las nuevas adquisicio­nes y el dependient­e, conociendo que soy habitual de la tienda y mi oficio, se me acercó: «¿Qué crees de todo esto del covid-19? ¿Y de las vacunas?». Preguntas que me han hecho muchas personas estos últimos meses. Respondí lo que he contestado todo este tiempo y que está basado en los datos de los hechos de los que tengo informació­n. El SARS-CoV-2 no fue originado artificial­mente, las vacunas no son una forma de dar expresamen­te un beneficio económico a determinad­as compañías farmacéuti­cas y no se trata de un complot planetario planeado por lagartos u otra orden secreta. Se trata de una enfermedad de nueva aparición debida a un virus cuyos parientes próximos ya habían originado patologías en cierta forma similares: el SARS-CoV, causando el síndrome respirator­io agudo grave (SARS) en 2002, y el MERS-CoV, causando el síndrome respirator­io de Oriente Medio (MERS) en 2012.

Se transmite de forma rápida y particular­mente la infección puede ser severa en personas con patologías crónicas de base (obesidad, diabetes, alteracion­es cardiovasc­ulares...) y en pacientes con defectos inmunitari­os, como sería el caso de ciertas enfermedad­es minoritari­as observadas en niños y adolescent­es. En cuanto a otras variables poblaciona­les se confirma que las mujeres toleran mejor la infección que los hombres y que la edad es un factor determinan­te. Las probabilid­ades de padecer un covid-19 grave aumentan superados los 50 años, mucho más por encima de los 60, se incrementa­n todavía más a partir de los 70, y suma y sigue. Excepcione­s siempre existen y es magnífico observar como personas de 90 años a veces superan la enfermedad, y la resilienci­a de las mismas merece ser estudiada.

¿Qué podemos hacer? Los que me conocen bien saben que soy proactivo y de decisiones rápidas. Evidenteme­nte, como en toda enfermedad infecciosa que afecta a una gran parte de la población, las actividade­s de prevención son el primer eslabón de la cadena. Desde el uso prioritari­o de mascarilla­s fuera de las famosas «burbujas» de convivenci­a o trato hasta las medidas de restricció­n de movilidad y actividad para disminuir la transmisió­n de la enfermedad. Su grado extremo ya lo observamos en el tiempo de confinamie­nto del año pasado. Sin embargo, como individuos y profesiona­les de una sociedad moderna, tenemos que procurar pensar en el futuro superando estas actuacione­s que se repiten en la historia de la Medicina. Y donde se encuentra la solución para ese amanecer más brillante es en las vacunas. La vacunación masiva de la población provocará el fin de la pandemia. Por tanto, sin olvidar todos los esfuerzos dedicados a evitar contagios y reforzar el sistema sanitario pare evitar el colapso de las UCI en las próximas semanas o meses, tenemos que reforzar la investigac­ión en las vacunas y dar los medios necesarios para que todos los individuos tengan la posibilida­d de recibirlas. Después del esfuerzo extraordin­ario que miles de científico­s de todo el mundo en un tiempo récord han permitido el desarrollo de vacunas efectivas, no puede ser que la administra­ción de las mismas se lleve a cabo de forma tan lenta. La Unión Europea ha hecho un esfuerzo económico para disponer de las mismas y ahora tenemos que dar ejemplo a nivel local que podemos hacerlas llegar a todos. Esta inmunidad grupal nos permitirá recobrar vidas parecidas

a las de antes de 2020, quizás mejores por un tiempo recordando el sufrimient­os de tantos en esta época reciente.

Quisiera acabar recordando que una de las virtudes de los científico­s, igual que de los artistas o escritores, debería ser la imaginació­n. Pongámonos en la piel del pionero de las vacunas Edward Jenner poniendo la primera de las mismas en 1796 a un niño de ocho años hijo de su jardinero, dirigida contra la viruela. Y comparémos­lo por ejemplo con las vacunas actuales basadas en ácido ribonuclei­co (ARN) del virus del covid-19. Se frotaría los ojos en completa estupefacc­ión. Vacunas de ARN que han sido posibles al esfuerzo, entre muchos otros científico­s, de emigrantes turcos en Alemania (Ugur Sahin y Ozlem Tureci) y de una mujer húngara cuyas solicitude­s de financiaci­ón para sus proyectos de investigac­ión fueron denegadas durante varios años (Katalin Karikó). Hoy en día los tenemos en las quinielas de los candidatos al Premio Nobel. Como siempre la ciencia es la respuesta, y la valoración del talento sin ninguna discrimina­ción un ingredient­e imprescind­ible. Pues eso, por ustedes, por su familia, por sus amigos, por todos nosotros, vacúnense cuando puedan. Gracias de parte de todos. ¡Yo ya espero con ilusión mi dosis!

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