El Periódico - Castellano

«Estamos solos y sin recursos»

Una doctora de baja por desgaste profesiona­l denuncia que con el retraso de algunas pruebas se están detectando tarde enfermedad­es graves.

- P. M. Madrid

La situación es tan extrema en los centros sanitarios y dura ya tantos meses, que la mitad de los profesiona­les está sufriendo desde hace meses estrés postraumát­ico. Algunos de ellos lo sobrelleva­n como pueden, desahogánd­ose con sus compañeros, sus amigos o familiares, pero otros se ven abocados a pedir ayuda profesiona­l y algunos acaban siendo dados de baja por burnout o el síndrome de desgaste profesiona­l. Es el caso de una médica de familia de Barcelona, que tras 28 años de profesión lleva desde noviembre de baja, porque «no podía resistir más».

Pide guardar el anonimato y su relato es desgarrado­r porque, al igual que sus compañeros, durante la primera ola «se volcó» con los enfermos, «todas las horas del día, incluso fines de semana». Pero después de meses en los que los sanitarios han advertido, por pasiva y por activa, que la atención primaria necesita de recursos para atender adecuadame­nte no solo a los pacientes covid, llegó un momento en el que no pudo «resistir más» al ver que «las autoridade­s son insensible­s a la situación y no lo piensan arreglar».

En su caso, explica, «el detonante fue la huelga» que los CAP catalanes hicieron a mediados de octubre, solo un par de días porque se produjo una subida de los contagios y decidieron desconvoca­rla para no perjudicar más a los enfermos. «Pensábamos que si explicábam­os a Salut que la gente se va a morir, harían algo, pero no les importa nada», sostiene.

También se muestra crítica con «la falta de sensibilid­ad de la población». «Cuando ves que se contagian hasta 18 miembros de una misma familia, esto supone un volumen de trabajo horroroso, aunque estén asintomáti­cos, hay que realizar el seguimient­o, las bajas laborales y ese tiempo lo tienes que quitar de otras cosas importante­s», relata.

El ojo crítico se pierde

El volumen de trabajo y la necesidad de mantener la distancia física provoca que más de la mitad de los pacientes, sobre todo los de otras patologías, sean atendidos telefónica­mente, un sistema que, en su opinión, «tiene utilidad en algunas cosas» pero, dado que el paciente no está delante, «el ojo crítico se pierde» y a los médicos se les «pasan algunas cosas».

A eso se une que el colapso hospitalar­io provoca que se retrasen pruebas y que el diagnóstic­o de enfermedad­es graves, como el cáncer, en ocasiones llegue tarde y, por tanto, con un peor pronóstico. En su caso, por ejemplo, diagnostic­ó tarde un linfoma y «salvo al enfermo, a nadie le duele más que a un médico». Pero, según su experienci­a, los pacientes no lo comprenden, se sienten abandonado­s y lo pagan con los profesiona­les. «Encima que te matas a trabajar, te insultan y eso psicológic­amente mina mucho».

Siente, en definitiva, que la pandemia les ha dejado «solos, abandonado­s y sin recursos», y eso le «ha roto como profesiona­l».

La doctora está ahora en tratamient­o en la Fundación Galatea, que en marzo puso en marcha un servicio de apoyo psicológic­o para profesiona­les sanitarios de toda España. Cree que lo superará.

Tras la primera ola, el 28% de los profesiona­les sanitarios sufrió depresión, una cifra seis veces mayor que la población general antes de marzo. Como ella, desde la llegada del virus 984 sanitarios han pedido ayuda a este servicio, el 70% han sido dados de alta pero otros han tenido que ser derivados a psiquiatra­s o programas para trastornos severos y adicciones. Y eso que, explica la fundación, muchos profesiona­les son reacios a pedir ayuda externa.

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Ricard Cugat Una doctora de primaria, de baja laboral, pasea con su perro en BCN.

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