Bajo las maletas estaba la acera
El 5 de marzo de 2020, a escasos días del estallido de la pandemia, Barcelona abría un necesario y reclamado proceso de debate para definir el encaje entre el templo de la Sagrada Família y el barrio. Once meses después, los vecinos reclaman enérgicamente
La acera de Sardenya, completamente vacía, se antoja inmensa. Desnuda, se aprecia la anchura original y la ampliación posterior, para hacerla algo más transitable. En la prehistoria, en la ciudad y el barrio antes del covid, en temporada alta era prácticamente imposible pasar por aquí. Pero en esta especie de mundo paralelo que es la Barcelona de la pandemia, la única presencia humana en los alrededores del templo iniciado por Gaudí –visitado en 2019 por 4,7 millones de personas– son miembros de cuerpos de seguridad, pública y privada, algo que genera un ambiente algo perturbador.
«Las nuevas restricciones de movilidad anunciadas por la Generalitat, junto con la falta de un número estable de visitas, han propiciado la decisión del cierre de la basílica», rezan los letreros luminosos en las pantallas de los accesos. Es mediodía y suena, proveniente del interior de la iglesia, Rosa d’abril. El silencio del lugar hace que se oiga de forma antaño inusual, sin ser tapada por el característico racrac-rac de las ruedecitas de las maletas de los turistas sobre los panots o las explicaciones de los guías en todos los idiomas imaginables. «Tienda cerrada temporalmente», dice otro cartel, en este caso pegado a uno de los cristales de la tienda oficial del Barça, en la acera de Mallorca, en cuyo interior, tras la persiana bajada, se observa una de las enormes macetas sobre el césped artificial volcada en el suelo, funesta metáfora del descalabro general.
En el resto de la manzana y de las calles que suben hacia el templo desde Aragó –donde, cuando los había, paraban los autobuses de turistas– se intercalan las numerosas tiendas de suvenires cerradas con las abiertas –sorprendentemente no pocas– aunque totalmente desangeladas, igual que los comercios que se suponía que no eran de suvenires –al menos eso pone en su licencia–, pero que todo el mundo sabía que sí lo eran, pese a sus letreros de moda Barcelona.
Fruto del monocultivo
El paisaje comercial en la zona cero tras casi un año de pandemia es desolador, «pero ya lo era antes; esto es solo fruto de aquello. El monocultivo turístico ha sido el que nos ha traído hasta aquí», sentencia Joan Itxaso, veterano vocal de la asociación de vecinos del barrio, vinculado a la Assemblea de barris pel decreixement turístic (ABDT), quien tiene claro que ahora es el momento de debatir sobre el futuro del barrio, de pensar y repensarse. «Que el modelo fallaba era algo que nosotros ya advertíamos desde hace años, pero ahora está aquí, a la vista de todo el mundo», subraya el líder vecinal. Desde la entidad hace años que reivindican un plan de usos y un plan de comercio de proximidad «que se cumpla». La coletilla no es sobrera. Las supuestas tiendas de ropa de deporte para vender sin reparos camisetas de Messi o de Sergio Ramos proliferaron en los locales del camino a pie entre la zona de estacionamiento de los buses y el templo tras la implantación de un (también reivindicado) plan que limitaba la apertura de nuevas tiendas de recuerdos.
Asignatura pendiente
Cosas de la vida, el 5 de marzo de 2020, a escasos días de la declaración del estado de alarma y de la metamorfosis de la ciudad y del mundo, el Ayuntamiento de Barcelona inició un proceso de debate «para definir el encaje de la Sagrada Família en la ciudad y el barrio». En esa fecha se realizó una primera reunión que contó con representantes del patronato del templo, vecinos y entidades y se acordó crear una comisión de trabajo de la que nunca más se supo. «No nos han vuelto a convocar. Jamás. Ni de forma virtual. Durante los primeros meses de la pandemia era comprensible, de acuerdo, pero ha pasado casi un año, y justo ahora es el momento de tratar este tema», señala Itxaso, muy crítico con el consistorio. «Con la excusa del coronavirus están dejando la participación bajo mínimos», añade recordando el caso de Glòries, en cuya transformación tiene un papel importante el barrio, ya que es uno de los territorios directamente afectados en la transformación.
Itxaso se remonta a 2007. «Nunca se ha cumplido del todo el Compromís per Glòries, pero al inicio había un mínimo aceptable de reuniones, información y participación, pero desde hace dos años hemos ido a peor y ahora, con la pandemia, se ha llegado a niveles inaceptables. Con pandemia o sin ella, si hay voluntad política puede haber plena participación estableciendo los mecanismos adecuados», concluye.
El contrapunto a la falta de turistas se encuentra en los parques a lado y lado de la basílica, cuyos bancos están llenos, como siempre, pero ahora de vecinos al sol.
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