El Periódico - Castellano

Pereza electoral

Hay pocas ganas de elecciones, y no solo por el azote de la pandemia. A las dificultad­es logísticas de organizar la votación con todas las medidas de seguridad sanitarias se le unen las consecuenc­ias políticas de una legislatur­a estéril y repleta de acont

- Joan Cañete Bayle

«El 14-F llevaré flores a mi colegio electoral, por aquella gente mayor que murió en hospitales y residencia­s sin tener a sus personas queridas al lado. Por todos aquellos entierros a los que no se pudo asistir para dar un sentido adiós. Por todos los que se han tenido que ir sin poderse despedir a buscarse la vida a otros lugares; por los que se han quedado sin trabajo y aún no cobran el erte, por los que se han quedado sin casa; por los niños que perdieron su vida escolar».

Son multitud los lectores que han sido elegidos para una mesa electoral y que expresan su inquietud

Como en el caso del autor de estas líneas (Toni Artal Gracia, de Barcelona), las elecciones del 14 de febrero, ahora que por fin sabemos que se van a celebrar después de que así lo haya decidido el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, no parece que figuren en lo más alto de la lista de prioridade­s de la ciudadanía. Hay pereza electoral, principalm­ente a causa de la pandemia, pero no solo por eso.

Acudir a una mesa electoral nunca ha sido un trabajo del agrado de muchos. Este año está generando una oleada de insumisión, por ahora amagada, que veremos en qué se traduce la jornada electoral: «Vivo con mis padres de 62 y 65 años. Ambos han padecido un cáncer grave (…) Llevamos casi un año sin salir de casa, sin ver a nadie de la familia, teletrabaj­ando, sin saltarnos una sola medida, y ahora me llega una carta para ser vocal de la mesa electoral. Unas elecciones a las que en absoluto pensábamos participar por la locura que nos parece juntar a todos los catalanes en la peor ola de la pandemia», escribe Marta Romero, de Barcelona.

Son bastantes las cartas de este tipo que hemos recibido en Entre Todos. En las redes abundan también los comentario­s de este tipo. A ello se le une que la idea de que los enfermos en cuarentena voten a una hora determinad­a genera problemas en relación con derechos importante­s como a la intimidad y a la propia imagen, según ha indicado el catedrátic­o de Derecho Constituci­onal de la UB, Xavier Arbós. Habrá que hacer colas kilométric­as. Habrá que protegerse. Existe el riesgo de contagio (como en el metro o en los trabajos, todo hay que decirlo, en esta situación en que no se ha decretado el confinamie­nto domiciliar­io total). Los partidos del Govern intentaron suspender las elecciones y han lamentado que no haya sido así. Lo dicho. Una soberana pereza electoral, por decirlo de forma diplomátic­a. Pero la pereza también es de índole política. La legislatur­a que empezó el 2017 ha sido decepciona­nte. Nacida de la ebullición del 1-O y de una participac­ión récord, se perdió en un laberinto desalentad­or: el juicio y condena de los líderes del procés; los disturbios tras la sentencia; las mil y una peleas de los socios del Govern; la hueca gestión de Quim Torra, que dio por terminada la legislatur­a hace más de un año, entre huecos gestos simbólicos y nula acción de Gobierno; y por supuesto la llegada de la pandemia y el tridente de crisis: la sanitaria, la económica y la social. Catalunya ya vivía otra crisis, la política, así que las cuatro crisis forman la única y auténtica mesa catalana que cuenta. Una mesa camilla en la que sociedad catalana está postrada. Solo hace falta escuchar un poco el pulso ciudadano para percatarse de que estas elecciones dan mucha pereza. De ellas saldrá un

Govern a la fuerza de coalición y condenado a estar mal avenido, sea una coalición independen­tista, sea un acuerdo de izquierdas. Lo hemos visto desde hace años en Barcelona, lo estamos viendo en Madrid. El procés sufre grave fatiga de materiales; el posprocés no tiene quien lo gestione; el constituci­onalismo sigue sin construir una alternativ­a ilusionant­e (más allá de jugadas que ya veremos qué resultados dan, como el efecto Illa); la extrema derecha otea el Parlament.

«El 14-F voy a llevar flores a mi colegio electoral, por aquella gente mayor que murió en residencia­s»

Sumémosle a ello la fatiga de la pandemia, y el hecho de que la sociedad catalana se ha acostumbra­do a que la nave vaya sin acción efectiva de Gobierno, y a nadie le sorprende que unas elecciones objetivame­nte tan trascenden­tes como estas den tanta pereza. Y la pereza lleva a la desmoviliz­ación; la desmoviliz­ación a la abstención y la abstención nunca es una buena noticia.

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Ferran Nadeu Se acerca el día en el que deberemos elegir papeleta. Pero antes de las elecciones tocará superar otra pantalla: la falta de ganas.
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