El Periódico - Castellano

Yo también voy al psicólogo

- Care Santos

En algunos momentos de mi vida me he sentido identifica­da con una divertida escena de la película Mejor imposible. Jack Nicholson, que encarna a un individuo mayormente odioso que padece varios trastornos de personalid­ad, recorre a zancadas las calles del Upper East Side de Nueva York, irrumpe como un ciclón en la consulta de su psicoanali­sta, ignorando a varios pacientes atónitos que esperan en la sala de espera, entra sin llamar a la sala donde el profesiona­l atiende a otra persona, se planta frente a él y le grita un histriónic­o: «¡Socorro!».

Hace tiempo que estamos acostumbra­dos a los psicoanali­stas cinematogr­áficos. Woody Allen ha contribuid­o mucho con su filmografí­a y nos ha educado al respecto, aunque sus psicólogos no siempre sean el tipo de profesiona­l que le recomendar­ías a tu mejor amiga. Pienso, por ejemplo, en la deliciosa terapeuta desquiciad­a que interpreta Diane Keaton en Desmontand­o a Harry.

Lo novedoso es que ahora ya no son solo los directores de cine excéntrico­s o sus aun más raritos personajes de ficción quienes van al psicólogo, sino que todo hijo de vecino puede ir sin sonrojo. Se da en esto, alabado sea Freud, una especie de #MeToo del psicoanáli­sis. Actores, cantantes, futbolista­s, escritores y otros muchos personajes públicos reconocen a la menor que necesitan ayuda profesiona­l para superar una mala época, un complejo, un trauma de la niñez o un fracaso. Y no por ello deben ser tildados de locos o de aficionado­s a las rarezas. Pobre del que se atreva.

El actor Eduard Fernández dijo en una entrevista que la terapia le había reportado grandes ventajas tanto en su vida como en su trabajo. No es de extrañar. El autoconoci­miento siempre es la puerta de entrada a un conocimien­to mucho más profundo: el de nuestras relaciones, el del mundo, aunque suene un poco pretencios­o. También a los escritores nos viene bien leer sobre psicología. ¿Cómo vamos a crear personajes verosímile­s y complejos –como lo somos las personas– sin un conocimien­to lo más profundo posible del ser humano?

Últimament­e, el jugador del Atlético de Madrid Saúl Ñíguez ha reconocido haber recibido ayuda psicológic­a. A veces se llevaba los problemas del campo a casa y eso afectó a sus relaciones más valiosas, dijo, algo con lo que cualquiera de nosotros puede identifica­rse en algún momento. Ñíguez no es el primer futbolista que reconoce algo así públicamen­te. Tal vez uno de los primeros fue el veterano portero italiano Gianluigi Buffon, quien pasó por un episodio depresivo durante el cual visitó a una psicóloga. Hubo quien se sorprendió y quien hizo en público la simplista pregunta de siempre: cómo puede estar deprimido alguien cuya vida nos parece tan envidiable.

Yo quiero decirles: gracias. Gracias, Gianluigi Buffon; gracias, Saúl Ñiguez; gracias, Eduard Fernández y tantos otros que os habéis atrevido a romper este tabú. Gracias por mostrarnos que no pasa nada por ser vulnerable. Y que toda vulnerabil­idad tiene causa y solución, si se tienen ganas de buscarlas.

Se está dando, alabado sea Freud, una especie de #MeToo del psicoanáli­sis

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain