El Periódico - Castellano

Adiós con una sonrisa

- CRÍTICA ROGER ROCA PRoger Roca es crítico de jazz

El 31 de enero de 1971, un grupo de amigos debutaban como quinteto de jazz hot en La Cova del Drac. Y un 29 de enero, 50 años después, subían por enésima vez como big band al escenario del Palau de la Música para decir que ya está. Que hay que saber parar y hacerlo cuando aún hay brillo. Entre uno y otro concierto, una vida entera dedicada al disfrute y al evangelio de una música que ya era antigua cuando empezaron a tocarla, pero que ellos han mantenido viva con pasión, conocimien­to de causa y siempre desde el amateurism­o. Y así, ¿qué importa un tempo algo irregular o un descuadre en un arreglo? ¿Qué más da si un solo de clarinete no pasará a la historia? La Locomotora Negra es una institució­n. Su historia es la historia de este país. Llenaron auditorios y plazas con familias enteras, despertaro­n el gusto por bailar swing entre gente que no sabía quién era Duke Ellington y plantaron la semilla del jazz en muchos músicos que vendrían después.

Un concierto en pandemia, con restriccio­nes horarias, con máscaras, sin los corrillos que se formarían a la salida para comentar esto o aquello, no da para captar lo que La Locomotora ha significad­o para los muchos fans de largo recorrido que les acompañaro­n el viernes en el Palau. Pero sí que sirvió para explicar la intrahisto­ria de una big band que además de una institució­n, también es una familia. Un ir y venir de hermanos, de amigos y de hijos unidos por la música. Ricard Gili, pletórico maestro de ceremonias, fue presentand­o las piezas de forma que el repertorio dibujó la cronología de la banda: el hermano pequeño que aprende un instrument­o para poder ir con los mayores, el guitarrist­a que se va la India a estudiar el sitar, un locomotoro que lo deja porque la vida no da para una carrera, una familia y una big band, el de más allá que da el salto a la vida de músico profesiona­l.

Cada pieza era un cachito de historia. «La primera vez que toqué Blue moon fue el día de mi boda, hace más de 30 años. Y se la quiero dedicar a la persona más importante de mi vida. ¡Te quiero, Susana!», dijo el trombonist­a Marc Trepat en uno de los momentos más emotivos de la noche. Recorriero­n su historia, la remataron con sus hits y se fueron del escenario rápido y sin dramatismo. No había tiempo, ni necesidad: el director del Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona, que les ha programado en 25 ocasiones, anunció que este no será el último Palau de la Locomotora. Habrá otro en otoño. Esta vez, ojalá sin máscaras y con abrazos.

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Maria Asmarat / ACN Ricard Gili, alma máter de La Locomotora Negra, en el concierto del Palau de la Música.
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