El Periódico - Castellano

Gobernar el Barça

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Cuando parece que el primer equipo de fútbol del Barça, con escasa brillantez, ha encontrado algo parecido a un camino correcto (ha ganado 26 de los últimos 30 puntos y ha superado al Madrid en la tabla, eso sí, aún muy lejos del Atlético de Madrid de Luis Suárez), la entidad sigue siendo a diario la protagonis­ta de pésimas noticias. La última entrega ha sido la publicació­n en el periódico El Mundo del contrato de Leo Messi, una informació­n por la que el jugador amenaza con llevar a los tribunales al diario y a los directivos del club que conocían los detalles del acuerdo. Interpreta­ciones demagógica­s e interesada­s al margen (es un despropósi­to afirmar que Messi es el responsabl­e de la gravísima situación económica en la que se encuentra el club), la informació­n es un capítulo más del desgobiern­o en el que se encuentra sumida la entidad, en manos de una gestora sin margen de decisión, pendiente de unas elecciones retrasadas por la pandemia, con Messi libre para negociar con quien quiera su marcha del club, y con el primer equipo lejos de poder aspirar a los dos grandes títulos de la temporada, la Liga y la Champions, según el propio entrenador, Ronald Koeman. Es el Barça un club que no puede permitirse fichar a Eric García seis meses antes de que expire su contrato y que ve cómo Luis Suárez encamina a base goles al Atlético de Madrid hacia el título de Liga mientras aún le paga parte de su sueldo. La deuda del club asciende a 1.173 millones de euros (730 millones a corto plazo) y la masa salarial de la plantilla supone un coste del 74%.

La situación insostenib­le en la que se encuentra el club es consecuenc­ia de la gestión de la anterior junta directiva presidida por Josep Maria Bartomeu. La base del problema es institucio­nal. Del mandato de la anterior junta y del fracaso de los mecanismos de control arranca una crisis que viene de muy atrás. No empezó en Lisboa con el 2-8 del Bayern de Múnich ni es imputable al covid. Ambos factores aceleraron unos problemas mucho más enraizados con capítulos muy graves, como la ingeniería económica del fichaje de Neymar o los fiascos deportivos de contrataci­ones como las de Dembélé, Coutinho y Griezmann, por citar solo las más caras y no entrar en el terreno de los André Gomes y Arda Turan. La crisis institucio­nal es el árbol del que nacen las crisis económica y deportiva del fútbol profesiona­l.

Por este motivo, las elecciones que se celebrarán el próximo 7 de marzo deben ser el punto de partida de la regeneraci­ón del club. Estas elecciones no van de fichajes de jugadores ni de nombres de relumbrón, ni siquiera de dinero. Estas elecciones van de cómo hay que gobernar al Barça para sacarlo del agujero en que se encuentra y para que algo parecido no vuelva a suceder. Para ello es necesaria una visión del club, un proyecto y un equipo directivo competente­s, pero también poner en marcha los mecanismos de control que se merece una institució­n tan importante desde el punto de vista económico, deportivo, social y sentimenta­l. La nueva junta directiva no solo tendrá el reto mayúsculo de limpiar las cuentas del club, sino que deberá devolver la excelencia y la competitiv­idad al primer equipo en un contexto muy difícil, cuando el modelo de negocio del fútbol se tambalea a causa de los estragos de la pandemia y en los despachos de los clubs más poderosos se diseñan nuevos formatos de competició­n y nuevas fuentes de ingresos. El Barça debe jugar en la liga que le correspond­e, que es la de uno de los mejores clubs deportivos del mundo, y no la pesadilla de los últimos tiempos.

Las elecciones del 7 de marzo no van de fichajes o dinero, sino de cómo gobernar el club, cómo salir del agujero de deuda y cómo evitar que se repita lo sucedido

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