El Periódico - Castellano

El Ejército de Birmania pone fin a una década de precaria democracia

Los militares toman el poder y detienen a una treintena de políticos, escritores y activistas, entre ellos la líder ‘de facto’ Aung San Suu Kyi

- ADRIÁN FONCILLAS

Birmania regresó ayer a su dolorosa normalidad. El Ejército finiquitó la década de precaria democracia que había precedido a su medio siglo en el poder y abrió un contexto tan inquietant­e como imprevisib­le. La líder de facto, Aung San Suu Kyi, pidió al pueblo que la idolatra que luche en la calle contra la asonada, y sobran los precedente­s de falta de tacto militar contra las protestas. El episodio subraya los renglones torcidos con los que se escribió el tránsito al poder civil. Las servidumbr­es al estamento militar no solo han impedido que se solidifiqu­e la democracia, sino que han arruinado la imagen global de Suu Kyi, su principal activo, por su tibieza con el genocidio rohinyá.

El país del Sudeste asiático se despertó con cortes telefónico­s y de internet, muchos bancos cerrados y solo con el canal de televisión afiliado a los militares, Myamwaddy News, en abierto. Los uniformado­s habían detenido a una treintena de políticos, escritores y activistas. La nómina incluye Suu Kyi y Win Myint, presidente del país. El vicepresid­ente, impuesto por el estamento castrense en virtud de las atribucion­es que le confiere la Constituci­ón, cedió los poderes al jefe de las Fuerzas Armadas, Min Aung Hlaing, quien decretó el estado de emergencia durante un año. El general fue sancionado en diciembre de 2019 por EEUU y ha sido acusado de atrocidade­s contra la minoría rohinyá. La pulsión golpista del Ejército birmano y la intensa rumorologí­a minimizaro­n la sorpresa. La semana pasada, el portavoz militar, Zaw Min Tan, no descartó la posibilida­d de un golpe de Estado, y aunque la alerta fue atribuida después a un malentendi­do, sobre Birmania pesaba desde entonces la incertidum­bre. El golpe de Estado nace de la indigestió­n por los resultados de las elecciones de noviembre. La Liga Nacional por la Democracia (LND), liderada por Suu Kyi, avasalló con un 83% de los votos, y al Partido por el Desarrollo y la Unión Solidaria, apadrinado por los militares, le quedaron apenas 33 de los 476 escaños. La vergonzant­e derrota desató sus denuncias de pucherazo y las exigencias de nuevas elecciones limpias. Los observador­es internacio­nales y la comisión electoral han admitido inexactitu­des comprensib­les en un país como Birmania, pero que en ningún caso habrían provocado cambios sustancial­es en el resultado.

La víspera del nuevo Parlamento

Un comunicado de la oficina de Min Aung Hlaing explicó que el país será llamado de nuevo a las urnas tras reformar la comisión electoral e investigar las listas de votantes. «Unas nuevas elecciones libres y limpias serán convocadas, y las atribucion­es de Gobierno serán entregadas al partido que gane cumpliendo las normas y estándares democrátic­os», señalaba. La asonada llegó apenas unas horas antes del estreno del nuevo Parlamento.

Suu Kyi clamó desde Facebook que «las acciones de los militares llevan de nuevo al país hacia la

dictadura». «Pido al pueblo que no lo acepte y que proteste con todo su corazón contra el golpe de Estado», continuaba.

Los birmanos regresaron ayer a un bucle que creían enterrado y es dudoso si pesará más la defensa democrátic­a o el miedo a otra represión sangrienta. El respetado historiado­r Thant Myint-U ha resumido los inciertos tiempos que se avecinan: «Las puertas se acaban de abrir a un nuevo futuro. Tengo la sensación de que nadie puede controlar lo que sucederá. Y recuerdo que Birmania es un país inundado de armas, con grandes divisiones étnicas y religiosas, y en el que millones de personas apenas pueden alimentars­e».

La pobreza, la represión y las tensiones étnicas graparon durante décadas a Birmania a la crónica negra asiática. Las elecciones de 2010 permitiero­n su primer Gobierno civil después de que la Constituci­ón aprobada dos años antes les concediera a los militares un 25% de los asientos parlamenta­rios, carteras tan sensibles como Interior y Defensa, la amnistía de todos sus desmanes y abriera la puerta de su regreso «en condicione­s extraordin­arias». Eran los mismos militares que habían bañado en sangre revueltas de estudiante­s y monjes o condenado a muerte a decenas de miles de birmanos rechazando ayuda internacio­nal tras el ciclón Nargis, pero entonces se entendió como un peaje asumible. El golpe de Estado permite las dudas.

La comunidad internacio­nal respondió ayer con las previsible­s condenas. La de la UE fue «enérgica», subrayó el presidente del Consejo, Charles Michel, quien también pidió a los militares que liberasen a todos los detenidos. La de la ONU fue «firme», aclaró su secretario general, António Guterres, quien consideró la transferen­cia de todos los poderes militares como «un duro golpe a las reformas democrátic­as en Birmania». La Casa Blanca prometió «medidas contra los responsabl­es» que pretenden alterar los resultados de las elecciones democrátic­as si no las revierten pronto.

Los golpistas tildan de pucherazo las elecciones de noviembre, aunque no aportan pruebas

 ?? STR / AFP ?? Soldados montan guardia en una carretera que conduce al Parlamento birmano, cerrada a la circulació­n, ayer.
STR / AFP Soldados montan guardia en una carretera que conduce al Parlamento birmano, cerrada a la circulació­n, ayer.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain