Metamorfosis del Barça en menos de dos meses
Estaba el equipo de Koeman desorientado y triste en la Liga. Perdía casi por rutina. Encajó cuatro derrotas en los 10 primeros partidos. Ahora, atrapa al Madrid tras sumar cinco triunfos consecutivos.
Getafe; Madrid, en el Camp Nou, con aquel penalti, vía VAR, de Lenglet a Ramos; Atlético, con la grave lesión de Piqué y, además otra de Sergi Roberto; y Cádiz. Iban pasando los meses y el Barça de Koeman trazaba una ruta errática por la Liga, alejándose hasta de los puestos de la Champions, enredado como vivía por la agónica situación que sacude al club. Pero en menos de dos meses, la caída en el Carranza con dos errores defensivos groseros fue el pasado 5 de diciembre, el Barça ha vivido una profunda metamorfosis.
Tan profunda ha sido que le ha permitido atrapar al Madrid, que ve erosionarse la figura de Zidane, un mito que no pierde el tiempo con los jóvenes (Koeman sí), a quien la deuda sentimental con las vacas sagradas le deja en una situación compleja. Eliminados como fueron los blancos en la Copa por el Alcoyano, perdida la semifinal de la Supercopa contra el Athletic y unidos a los azulgranas, eso sí, en asistir desde muy lejos al vuelo casi imparable del nuevo Atlético de Simeone, con Luis Suárez transformado en el delantero del campeonato. No solo porque el uruguayo es el pichichi, con 14 goles, sino porque su impacto ha sido descomunal para transformar al cholismo en una máquina perfecta. E inalcanzable.
Vuela a proyección de 100 puntos, emparentándose con el Madrid de Mourinho (2012) o el Barça de Tito (2013). Amenazaban, entretanto, aún tiempos más ruinosos en el Camp Nou, con Koeman
en mitad del páramo, desamparado y huérfano (Bartomeu, el presidente que lo fichó, dimitió dos meses y nueve días después de su llegada), mientras Messi seguía en ese largo luto deportivo porque no le dejaron marcharse cuando quería tras enviar su burofax a la basura.
Del noveno lugar al segundo
En Cádiz iba el Barça camino del precipicio. No hace aún ni dos meses de esa caída al abismo, que envió al equipo de Koeman al noveno puesto de la Liga, lejos incluso de las privilegiadas posiciones europeas. El cisma que se adivinada tenía proporciones monumentales porque estaba muchísimo más cerca del descenso (a tres puntos de Osasuna, que era el equipo que marcaba la frontera del viaje a Segunda), que del líder (el Atlético lo tenía a 12 puntos y el Madrid a seis).
Entonces, el técnico modificó su idea táctica inicial, aunque no fue de golpe. Pasó primero por el 4-2-3-1, su formato de cabecera tradicional, flirteó con el 4-3-3, que le empareja a la esencia más pura del cruyffismo y guardiolismo, trabajó luego, aunque de forma breve, con un innovador 3-52 (Valladolid y Eibar). Innovador en el universo Barça, antes de instalarse, ahora ya sí de manera definitiva, en el 4-3-3.
Frenar la sangría atrás
El equipo empezó a sentirse cómodo con el traje que había usado en los últimos años, incorporando piezas nuevas, que le dieron brillo inmediato. La aparición de Pedri, un prodigio de 17 años entonces, ahora 18, permitió mitigar el enorme vacío que dejó la grave lesión de Ansu Fati, el joven que había iluminado al barcelonismo en noches tan terriblemente oscuras. «Un día, Koeman me puso a un lado y me dijo que no sabía mucho de mí, que apenas me había visto jugar y que tendría que mostrarle mis habilidades y capacidades en los entrenamientos», recordó ayer el canario a la agencia Associated Press (AP).
«Saqué motivación de eso. Sabía que tenía que trabajar tan duro como cualquiera para ganar mi lugar», dijo Pedri, que encandiló primero a Koeman, luego hizo sonreir a Messi, tal vez lo más difícil, y después trasladó un inesperado mensaje de esperanza al culé. Hasta en las peores crisis, y esta lo es –no tiene ni presidente el club– llegan noticias positivas.
De pronto, llegó el mejor De Jong y emergió Araujo, un central con el que nadie contaba, consolidado como el jefe atrás. Hasta que vuelva Piqué, obsesionado como anda el capitán en acortar plazos para estar con el equipo en la eliminatoria europea con el PSG (16 de febrero en el Camp Nou). El Barça frenó la cadena de fallos defensivos en una zaga que no por mucho normalizar –Mingueza, lateral derecho que no es, Araujo, y ahora hasta Umtiti, con Jordi Alba como último vestigio– pierde su carácter extraordinario.
Con la idea de juego asumida, el Barça encadenó cinco victorias consecutivas en la Liga, atrapando al Madrid tras encajar solo un gol en los tres últimos partidos. El que se marcó Alba. Mañana se juega la Copa en Granada, el título, según recalca a diario Koeman, que tiene más cerca.
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