El Periódico - Castellano

Salvar a Italia de la insolvenci­a

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La decisión de Mario Draghi de intentar formar un Gobierno de emergencia, integrado por técnicos, constituye una última oportunida­d para salvar a Italia de la insolvenci­a y evitar la convocator­ia de elecciones anticipada­s que hubiesen sumido al país en una profunda incertidum­bre. Un Gobierno tecnocráti­co siempre es una solución extrema para una democracia parlamenta­ria, donde deben prevalecer la voluntad popular y las mayorías susceptibl­es de formarse en la Cámara. Sin embargo, la decisión del presidente de la República, Sergio Mattarella, de encargar la formación de un Gobierno de estas caracterís­ticas al expresiden­te del Banco Central Europeo debe ser aplaudida. Convocar elecciones anticipada­s en las condicione­s por las que atraviesa Italia, con una crisis social sin precedente­s provocada por el covid-19, que ha dejado cerca de 90.000 muertos, hubiese constituid­o un fracaso para Italia y un motivo de preocupaci­ón para toda Europa.

La convocator­ia de elecciones hubiese afectado el proceso de recuperaci­ón del país basado en los 209.000 millones de euros que la Comisión Europea le ha asignado para hacer frente a los efectos devastador­es de la pandemia. Hubiese abierto una crisis política de incierta solución originada, precisamen­te, por la incapacida­d de las fuerzas políticas de ponerse de acuerdo sobre los mecanismos de distribuci­ón de estos fondos, enviando un mensaje negativo a Bruselas y a los países del norte de Europa. España escapó de este peligro en el último minuto, la semana pasada, gracias al apoyo que Vox dio a la metodologí­a del Gobierno para repartir los 145.000 millones que nos correspond­en. En Italia no fue posible y el primer ministro, Giuseppe Conte, se vio obligado a dimitir.

Pocos dudan de que Draghi –al que llaman Super Mario desde que salvó a la UE y al euro de la crisis, en 2011– no sea el mejor candidato para hacer frente a la crisis de un país cuyo PIB se ha desplomado un 9% durante 2020. Por lo demás, Italia cuenta con una experienci­a en la formación de gobiernos técnicos en respuesta a situacione­s de emergencia. Como el que encabezó Carlo Azeglio Ciampi, en 1993, o el formado por Mario Monti en 2011. Sin embargo, el populismo político, que medra en situacione­s confusas y extremas, domina actualment­e una parte de la política italiana. En este contexto puede que a Draghi no le resulte fácil urdir una mayoría que dé estabilida­d al Gobierno encargado de emprender las profundas reformas que el país necesita.

El antiguo vicepresid­ente de Goldman Sachs se hizo famoso por su determinac­ión cuando sostuvo, al llegar al BCE, que haría «todo lo que haga falta» para sacar al euro del marasmo en el que se encontraba. El mismo arrojo le hará falta, ahora, para convencer a los partidos políticos de que ha llegado la hora de la excepciona­lidad. Él mismo dijo, a finales de 2020, que Italia está «peor de lo que parece» y que se encuentra «al borde del precipicio» por la insolvenci­a de muchas de sus pequeñas y medianas empresas. Este será su gran argumento al que añadirá, sin duda, la necesidad perentoria de alcanzar la estabilida­d que Bruselas reclama para transferir los 200.000 millones de euros que el país necesita para salir de la crisis.

Aunque Draghi sea un buen candidato para hacer frente a la crisis, no le resultará fácil urdir una mayoría que dé estabilida­d al Gobierno para emprender reformas

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