Sin cabos sueltos
Se aproximan elecciones legislativas en Rusia (se celebrarán en septiembre) y parece que Putin intenta no dejar cabos sueltos, no sea que salte la liebre y la oposición dé la sorpresa. El domingo 31 de enero, el presidente ruso puso entre rejas a 4.700 manifestantes que exigían la liberación de Navalni, en prisión preventiva desde mediados de enero acusado de haber vulnerado la libertad condicional (personalmente, no sé si tendría muchas alternativas a salir del país tras ser envenenado por los servicios secretos). El fin de semana anterior, 4.600 manifestantes acabaron también en el calabozo por participar en las protestas más multitudinarias de la última década. Recuerdo haber visto hace un par de años el documental de Oliver Stone The Putin Interviews. En las cuatro horas de metraje, el realizador muestra a un Putin que poco tiene que ver con nuestros líderes occidentales. Las reglas de juego en el sistema político ruso tampoco parecen asemejarse mucho a las de una democracia al uso. Como espectador, me sorprendió ver a un jefe de Estado que respondía a preguntas comprometidas sin demasiadas evasivas haciendo siempre gala de unos modales refinados, con una voz suave y pausada que casi hacía dar por bueno el mensaje.
Me pregunto si esa osadía de llamar a las cosas por su nombre nacía de la confianza –casi certidumbre– de saberse única opción a su propio relevo al frente del país. Sin querer vejar a nadie, dice el refranero que a todo cerdo le llega su San Martín.