El Periódico - Castellano

«Hoy me ha tocado la lotería»

- ELISENDA COLELL

Después de cuatro años de obras, una parte del conjunto de la Casa Bloc del distrito de Sant Andreu gestionada por la fundación Hàbitat 3 alojará a 17 familias vulnerable­s. «Me han salvado la vida», dice Ignacio Delnotaro, un vecino de Nou Barris amenazado de desahucio.

«Me han salvado la vida. Esto ha sido como tocar el cielo con las manos. La mejor lotería», sonríe Ignacio Delnotaro, un vecino de 72 años de Nou Barris y uno de los primeros en estrenar la vivienda social de la Casa Bloc, reformada y gestionada por la fundación Hábitat 3. Desde 2017 acumulaba impagos con el alquiler de su piso, de 700 euros, y hacía dos años que esperaba un piso de emergencia social. La llamada de Hàbitat 3 le salvó del desahucio, previsto para el 13 de enero. «Si no me hubieron dado esta oportunida­d, estaría en la calle».

Delnotaro se considera un afortunado, aunque no debería. «¿La vivienda es un derecho?», se pregunta mientras sostiene con la mano el respirador de aire congelado que lo mantiene con vida. Este uruguayo las ha visto de todos colores. Nacido en 1948, creció y trabajó como policía durante la dictadura militar del país. Después viajó por Brasil, EEUU, Argentina... Hasta que hará 13 años llegó a Barcelona. En parte, dice, fue su afición por el fútbol lo que lo trajo aquí.

Enfermedad pulmonar

En Barcelona abrió dos negocios. El primero se llamaba Bar La Parada, debajo de su piso. «Delante había una parada del bus y yo abría a las cinco menos cinco de la mañana para que el primer conductor pudiera tomar un café», explica. El otro, un taller de tapicería en los Encants. «Mi mujer y yo trabajábam­os las 24 horas del día», recuerda. Pudo ir pagando las costas del alquiler de los locales y de su casa hasta que una enfermedad pulmonar le cambió la vida por completo.

«Tuve que dejar de trabajar porque me ahogaba», explica. La enfermedad que contrajo era respirator­ia, pero asume que la causa nace de tantos años fumando tabaco y bebiendo alcohol. Eligió la vida, y lo dejó todo. Pero las ayudas sociales no fueron suficiente­s. Él percibe 450 euros por una invalidez del 70% y su mujer tiene una paga de 208 euros mensuales como jubilada. «No teníamos para el alquiler, ni los suministro­s, ni nada de nada», recuerda. «Nos costó mucho

Los inquilinos de la Casa Bloc pagarán entre el 10% y el 18% de sus ingresos al mes por la vivienda y los suministro­s básicos, entre ellos internet

dejar de llorar cuando íbamos al banco de alimentos», agrega.

Delnotaro y su mujer han estado dos años en lista de espera esperando una vivienda social de emergencia. «Y me siento afortunado porque sé que hay gente que tarda mucho más», añade.

Sara (nombre ficticio) es un ejemplo de ello. Esta mujer tuvo que salir de su casa en 2017 porque era víctima de maltrato machista. Ayer accedía a vivir en su primer piso social, que es provisiona­l.

Ha pasado por casas de acogida y convivido en habitacion­es de pisos compartido­s. «¿Tú sabes lo que es confinarte en una habitación?», dice la mujer, que se compró un cámping gas para cocinar en la cama durante los momentos más duros de la pandemia. «Llevo tres años preguntánd­ome hacia dónde iba mi vida, por qué había hecho el paso de dejarlo todo, y por fin ha llegado la respuesta», exclama sonriente mientras los trabajador­es de las mudanzas le montan el sofá. «Esta es mi pequeña semilla que empieza a germinar», exclama. En su caso, esta vivienda es temporal. «Hasta que me den las llaves del piso de emergencia por el que sigo esperando», cuenta. De hecho, de las 17 viviendas sociales de la Casa Bloc, 13 son de cuatro entidades sociales que atienden a personas en dificultad­es por el pago de la vivienda. Una de ellas es Esclat, que ayuda a personas con discapacid­ad.

Los inquilinos pagarán entre el 10% y el 18% de sus ingresos al mes por la vivienda y los suministro­s básicos. Por primera vez, entre ellos se cuenta el acceso a internet, que está incluido. «Con el confinamie­nto nos dimos cuenta de la problemáti­ca que acarreaba la brecha social, y queremos que todas las personas que viven aquí tengan este derecho», afirma Xavier Mauri, director general de la fundación Hàbitat 3.

Función social

Hace ya cuatro años que la Generalita­t cedió parte del inmueble de la Casa Bloc a esta fundación para que lo rehabilita­ra y gestionara las viviendas sociales. Sin embargo, el edificio data de 1932, cuando fue construido para dar cobijo a obreros durante la república. Durante el franquismo se transformó en una residencia de militares y de sus viudas. El martes, volvía a cumplir su función social. «Para mí, esto es mejor que una lotería. Por fin podré dormir tranquilo», añadía Ignacio desde la puerta de su nueva casa.

 ?? Ferran Nadeu ?? Ignacio Delnotaro y Alicia Mannise, dos de los nuevos inquilinos de la Casa Bloc, en el barrio de Sant Andreu.
Ferran Nadeu Ignacio Delnotaro y Alicia Mannise, dos de los nuevos inquilinos de la Casa Bloc, en el barrio de Sant Andreu.

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