El mito de los años 20
Durante este mes de febrero las bibliotecas de Barcelona organizan un ciclo de conferencias dedicadas a la década de 1920. Se les ha colgado muchas etiquetas a aquellos años: locos, felices... y en inglés los llaman The Roaring Twenties, término que se podría traducir por estrepitosos o ruidosos.
Vistos con la perspectiva que da un siglo de distancia, aquellos 10 años fueron como un espejismo entre dos pesadillas: por un lado la Gran Guerra y por el otro la fatídica combinación provocada por el crack del 29 y la Segunda Guerra Mundial.
No hace falta saber una pizca de historia para que las imágenes de chicas risueñas de pelo corto bailando charlestón mientras beben champán y fuman con boquilla asalten la memoria en cuanto se evoca aquella década. El cliché nos hace imaginar desenfreno y alegría. La realidad, sin embargo, fue bastante diferente. Europa, por ejemplo, estaba embarrancada intentando superar los desastres de la guerra.
Idealización
De hecho, durante los felices años 20 poca gente sabía que estaban viviendo un momento especial. En realidad la mitificación del periodo llegó mucho después, cuando el paso de los lustros hizo que muchos se dieran cuenta de que lo vivido había sido excepcional. Salvando las distancias, se podría comparar con la nostalgia que sienten los que vivieron la Barcelona olímpica, y la rememoran con los ojos brillantes añorando un instante esplendoroso. Como si todo hubiera sido de color de rosa.
Siempre pasa lo mismo. El proceso de idealización viene a posteriori. Por eso, cuando ahora hay quien se empeña en querer imaginar el mundo pospandémico como los nuevos felices años 20 se precipita. Nadie tiene ni idea de cómo serán. Literalmente. Para empezar, antes que cualquier otra cosa hay que superar la crisis del covid-19 y, en todo caso, después, ya se verá cómo reacciona la sociedad a la nueva etapa. Solo cuando hayan pasado muchos años se tendrá suficiente distancia para que los historiadores del futuro digan cómo fueron los años posteriores al coronavirus. Lo que sucedió hace 100 años puede servir de referencia. La primera vez que se utilizó el concepto Roaring Twenties fue en 1939 porque era el nombre de una película protagonizada por James Cagney y Humprey Bogart, donde se cuenta la vida de un mafioso entre el final de la guerra y la crisis bursátil del 29. La producción de la Warner se basaba en las crónicas escritas por el periodista Mark Hellinger durante los años 20. Él mismo en la promoción del filme contaba que esa década había sido la más intensa y extraordinaria que nunca había vivido Estados Unidos. Un periodo marcado por la ley seca, el lujo de los clubs nocturnos, las bandas mafiosas y los ríos de dinero de una economía que parecía no tener techo. El estreno fue un éxito y está considerada una de las 10 mejores películas de gánsteres de todos los tiempos.
El proceso de idealización de la época continuó después de la Segunda Guerra Mundial y, entre 1960 y 1962, la cadena de televisión ABC produjo una serie con periodistas, gánsteres y policías de los 20. Precisamente fue entonces cuando la mitificación llegó a la prensa española. Se hablaba de locos años 20, seguramente por influencia del término francés les anées folles, y es que los vecinos galos también vivieron con mucha intensidad aquella época, sobre todo en París, que continuaba ejerciendo de capital mundial del arte.
Las vanguardias
Hasta allí peregrinaban creadores de todo el mundo para intentar pasar a la posteridad con sus obras. Era donde se cocían las vanguardias y coincidían personalidades consagradas como Picasso y jóvenes promesas como Dalí. Precisamente aquel París se empezó a desvanecer cuando Hollywood estrenaba The Roaring Twenties. En 1939 en Europa la guerra se adueñaba de nuevo del continente y EEUU estaba a punto de erigirse como gran potencia mundial.
Habrá que tener paciencia para saber si los 2020 serán locos, felices o vete a saber qué. Ojalá no los tengamos que echar de menos. Sería la mejor prueba de que el futuro es un lugar mucho mejor que el pasado.
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