Collserola, a reventar
El parque metropolitano de Barcelona recibió 6,5 millones de visitas durante el primer año de la pandemia, un 30% más que en 2019
La gente salió del confinamiento como si no hubiera un mañana. Recuerden el primer día de la desescalada, con las calles sin coches pero repletas de corredores, paseantes, ciclistas. Había ganas de aire libre. La ciudad se quedó pequeña y la gente se echó al monte. En el caso metropolitano, volquetes de ciudadanos hacia Collserola. Las cifras lo confirman: durante todo 2020, el parque natural recibió 6,5 millones de visitas, un 30% más que en 2019 (5 millones).
La afición a la bicicleta ha tenido una doble dimensión con la pandemia: la urbana y la de montaña. En los núcleos habitados se ha disparado el número de ciclistas, y lo mismo ha sucedido en la versión lúdico-deportiva. De esos 6,5 millones de visitas, cerca de dos millones iban a pedales. Y lo mismo con los corredores, toda esa gente con el gimnasio cerrado, o que durante la clausura de los primeros compases del covid se dieron cuenta de que el deporte no está mal. A pesar de que Collserola tiene espacio de sobra (8.295 hectáreas por unas 350 en Montjuïc), el grueso se concentra en puntos muy concretos. Los más concurridos son dos tramos de la carretera de las Aigües, de la plaza de Mireia (Esplugues) al Pla dels Maduixers (a la altura del funicular del Tibidabo), y de Can Borni a Torre Baró. Esta acumulación de usuarios ha trasladado muchas de las guerras urbanas (en la acera, en la calzada, en los viales ciclistas .... ) a la montaña. Es decir, se reproducen las mismas escenas de mala convivencia entre colectivos que se mueven a ritmos distintos.
Ahora tú, ahora yo
Una de las ideas que baraja el parque es establecer un sistema de turnos. Parecido al de los primeros compases del confinamiento, cuando los niños salían a esta hora y las personas mayores, a esta otra. La propuesta ya se puso sobre la mesa en 2014. Durante una conferencia en el Ateneu Barcelonès, el gerente de Collserola, Marià Martí, planteó la posibilidad de crear horarios para la bici en fin de semana en las Aigües, de manera que se evite que coincidan con los que van a pasear. Vuelve a estar sobre la mesa, aplicado tanto a bicicletas como a corredores y paseantes. Y no solo en sábado y domingo, puesto que el mogollón es un hecho constatable casi cualquier día de la semana.
El nuevo plan de protección de Collserola, que empezó a redactarse en 2013 y ahora lleva meses a la espera de la firma final del ‘conseller’ de Territori para que el Govern pueda aprobarlo definitivamente, no dice nada sobre subir por turnos. Ni sobre echar a nadie del parque natural. Pero sí indica que tanto las personas a pie como los ciclistas deben evitar circular por senderos estrechos, de manera que puedan volver a naturalizarse. Es decir, el documento madre del pulmón insta a no usar caminos fuera de los itinerarios marcados, pero la ordenanza y el marco sancionador solo persigue a los ciclistas, que plantearon la creación de un trail center destinado a la bici de montaña, pero el parque lo descartó porque un proyecto así, alegaron, no puede tener cabida en un parque natural.
La red oficial
Las bicicletas disponen de una red de cerca de 283 kilómetros para poder circular. La ordenanza de 2000 les prohíbe pedalear por caminos de menos de tres metros de ancho, no pueden ir a más de 20 km/h y está prohibido el descenso. Esa normativa no tuvo un marco sancionador hasta 2016, pero el problema es que solo cuatro de los nueve municipios que rodean el parque natural lo han incorporado a sus ordenanzas, lo que habilita a su policía local para que tome cartas en el asunto. En la práctica, ni una sola sanción, por aquello de O todos o ninguno. Los que han hecho los deberes son los de Molins de Rei, Sant Cugat, Esplugues y Sant Just. Faltan Barcelona, Montcada i Rexac, El Papiol, Cerdanyola y Sant Feliu. Tampoco ayuda el desconocimiento de la normativa. Según una encuesta realizada por el parque en el 2019, solo el 24% de los ciclistas la conocen, un porcentaje muy bajo, pero muy superior al de los corredores, puesto que solo 12 de cada 100 aseguraron saber de qué va la ordenanza. Otro dato inquietante es que el 73% de los van en bici no sabían que Collserola es un parque natural, categoría que adquirió a finales de 2010.
Para el futuro, el consorcio del parque prevé abrir otro melón: el de los perros. Por ahora solo es obligatorio llevarlos atados en las zonas de especial protección, pero la idea es que la norma aplique para todo el parque natural. Con el objetivo de evitar, por ejemplo, que los perros se bañen en el pantano de Vallvidrera, donde la fauna autóctona de anfibios suficiente trabajo tiene con intentar convivir con las tortugas de Florida que la gente lanza a estas aguas cuando se casa de tenerlas en casa.
¿Y el dinero?
Todo esta gestión del pulmón metropolitano se lleva haciendo desde 2010 con una estrechez económica que obliga a hacer malabarismos. El Govern prometió entonces poner el mismo dinero que el Área Metropolitana y la Diputació de Barcelona. Eran 2,5 millones al año. En todos estos años, en total, ha destinado dos millones a Collserola, menos del 10% de lo prometido.