La política de las cosas
Me declaro cada vez más abonada a la duda, a las no certezas, al gris, a los matices y también, ¿por qué no?, al cambio de parecer. La campaña electoral no ayuda a disiparlos, está siendo un nido de incertidumbres y respuestas incompletas. Los candidatos y candidatas tienen miedo a equivocarse. Un mal día lo puede tener cualquiera, siempre y cuando no sea durante estas dos semanas. Ahí radica la importancia de estas elecciones: en la contención.
Esta cita electoral no va de gustar solo a los tuyos sino también –o sobre todo– de gustar un poco, aunque solo sea un poco, a los que no lo son. Y para eso hay que hacer equilibrios, centrar el objetivo y no destacar en exceso. A no ser que la residualidad obligue se han acabado las propuestas desmesuradas, las más fantasiosas del catálogo electoral. Reconocerán a los partidos que tienen pocas probabilidades de pactos poselectorales por la radicalidad de sus propuestas.
Ni la CUP –otrora descarados en sus planteamientos– quiere situarse en el margen. Su cabeza de lista, Dolors Sabater, aseguraba por la mañana que dado el caso no investirían a Laura Borràs, al estar imputada en una causa judicial. Poco después el partido emitía un comunicado matizando (en exceso) a su líder y no descartando la investidura de Borràs. Con lo que ha sido la CUP, por lo menos de palabra. Mientras tanto, ERC y Junts juegan a no hacerse más daño del necesario, no por falta de ganas, sino por necesidad de suma.
La consecuencia de este pacto de no agresión se traduce en propuestas insustanciales como las que presentó Borràs ayer: un pacto nacional por la lengua en el ámbito digital para, entre otras cosas, poder hablarle a su tostadora en catalán. «‘Vull una torrada’» , quiere poder decir la candidata. A mí se me escapa la relevancia, será porque jamás he hablado con la tostadora; sencillamente aprieto un botón. En el fondo Borràs ha sido capaz de resumir la esencia de esta campaña. Hemos pasado del internet de las cosas a la política de las cosas. No sé yo.