Alerta policial por las fiestas que burlan el toque de queda
Las celebraciones ilegales van en aumento, un síntoma de agotamiento social ante un encierro intermitente que se acerca al año de duración. Los Mossos d’Esquadra se reúnen con hoteleros y empresarios de casas rurales para advertirles de que no pueden hace
Solo en los 42 principales hoteles del litoral barcelonés se han detectado siete fiestas clandestinas en habitaciones desde el mes de enero. El comisario Joan Carles Molinero, portavoz de los Mossos, explica que ha sido un goteo que se ha vuelto más intenso. El caso más reciente se ha detectado entre semana, en la noche del pasado miércoles al jueves. Ocho parejas se pusieron de acuerdo para alquilar ocho habitaciones en la misma planta del hotel. «Y por la noche se reunieron en una», detalla Molinero subrayando que se trata de una práctica sobre la que ya han avisado a hoteleros. Hasta esa reunión nocturna en unas de las habitaciones, los infractores no habían infringido ningún prohibición si todos eran vecinos del municipio en el que está ubicado el hotel. Pero al juntarse más de seis personas en una cámara, sí. Además, con el alcohol y el ambiente festivo, «se olvidaron de mascarillas y de mantener las distancias», avisa Molinero.
Lejos de las urbes, las estrategias incumplidoras son parecidas. En la comarca del Alt Urgell los Mossos acudieron el pasado fin de semana a una casa rural que habían alquilado 23 ciudadanos franceses. En este caso, además, habían cruzado la frontera e ignorado el confinamiento municipal. Los agentes denunciaron a los 23 inquilinos y también al propietario de la casa que conocía la procedencia de sus clientes. También desalojaron a 17 de los presentes y solo dejaron que siguieran en la casa seis, el límite que marca la normativa actual.
El inspector Jordi Oliveras, portavoz de la Guardia Urbana de Barcelona, explica que en la ciudad estas fiestas ilícitas se han expresado a partir de dos formas distintas. Las más trabajadas son las llamadas «silenciosas», que han sido abortadas ya en «dos o tres ocasiones». Detrás de estas suele haber el mismo promotor, que se anuncia a través de las redes sociales. Antes de facilitar la dirección, solicita el ingreso de «20 ó 30 euros» a través de una transferencia bancaria. Después, llegan las coordenadas.
La bebida deben aportarla los asistentes y los organizadores facilitan neveras. La Urbana sospecha que el promotor posiblemente se dedique profesionalmente a organizar eventos y ahora haya adaptado su pericia al entorno de las restricciones. En estas fiestas, existe una mesa de mezclas en las que se pincha notable –antes había más de cien durante los fines de semana y en el último han sido solo 19 los locales multados por saltarse las limitaciones–, también ha habido propietarios que han alojado fiestas. En el barrio de Sants, un local fue multado el viernes y otra vez el sábado. La segunda vez, los agentes encontraron a 14 clientes e intervinieron botellines del gas de la risa que se usaron para sazonar el ambiente.
Botellones en parques
Las concentraciones más numerosas y conflictivas desde que comenzó el toque de queda, sin embargo, siguen siendo los botellones al aire libre y que no revisten ninguna planificación. Son reuniones que de forma más o menos espontánea concentran a participantes – casi siempre muy jóvenes– que se juntan para beber y escuchar música. Molinero recuerda que este tipo de aglomeraciones se daban antes del toque de queda y de la pandemia. Actualmente, explica Oliveras, se llevan a cabo invadiendo parques que están cerrados. «Saltan las vallas y se meten dentro». El pasado viernes, en el parque del Castell de l’Oreneta del distrito de Sarrià-Sant Gervasi, agentes de la Urbana y de los Mossos sorprendieron a 130 personas que se dieron a la fuga en estampida. Solo pudieron identificar a dos que iban tan bebidos que no lograron huir. Ambos resultaron ser menores de edad y fueron entregados a sus padres.
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