El Periódico - Castellano

El geriátrico milagroso

El centro sin un solo caso ha vacunado ya a todos sus ancianos

- BEATRIZ PÉREZ

«Lo vivimos como una liberación», explica Andrés Rueda, director del Centro Geriátrico Sant Pere de les Fonts (Terrassa). Se refiere a la vacunación contra el covid-19, que el centro concluyó el jueves, cuando sus ancianas y personal recibieron la segunda dosis del fármaco. La Conselleri­a de Salut de la Generalita­t acabará de vacunar todas las residencia­s de ancianos entre la próxima semana y la siguiente. «La presión y el miedo que se vive aquí ante un brote genera fatiga», afirma Rueda.

Y eso que esta residencia puede presumir de no haber tenido nunca ningún positivo entre sus 73 residentes, la gran mayoría mujeres. Cuando el virus llegó, la dirección le vio rápidament­e las orejas al lobo y el 29 de febrero del año pasado hizo la mascarilla obligatori­a entre el personal. «Veíamos lo que pasaba en Italia, en China... y nos adelantamo­s», cuenta Rueda, también presidente de la Associació Catalana de Directors de Centres d’Atenció a la Dependènci­a Gerontològ­ica (Ascad).

El geriátrico llegó a instalar en su entrada un arco de desinfecci­ón. Por él pasaron el jueves las enfermeras del centro de atención primaria (CAP) Antoni Creus de Terrassa para vacunar y poner punto y final a la inmunizaci­ón del centro. Esta residencia no ha sufrido los retrasos de las vacunas y han podido seguir el calendario.

Una de las que se vacunó el jueves fue Pepita Gallinat, de 85 años. «Estoy contenta, yo confío en la vacuna. Tiene que haber algo para que se termine todo esto», explicaba a este diario sentada en un banco del patio. «Sé que es una vacuna que se ha hecho muy deprisa y que hay alguna duda, pero la ciencia está tan adelantada que confío en ella. No me da miedo».

El coronaviru­s, por el contrario, sí le da miedo a Pepita, pero más por su familia (y, en especial, sus hijas) que por sí misma. Lo cuenta con emoción. «Yo mi vida ya la tengo hecha», dice esta mujer. Aunque echa de menos a los suyos. «Hace mucho que no estoy con mi familia. La veo por videollama­da».

Los efectos de la vacunación ya están haciéndose notar en los geriátrico­s. La incidencia del virus en los centros ha descendido en las últimas semanas. El fármaco comienza a ser efectivo entre los 10 y 14 días de la primera dosis, antes de poner la segunda (que se administra entre 21 y 42 días después).

Según Salut, ayer había en Catalunya 459 casos positivos en geriátrico­s, una cifra muy inferior a los 1.280 de hace 10 días, que suponían un 55% más de positivos que ahora. Además, había también 104 residencia­s con algún positivo. Hace 10 días eran 237 centros, un 38,3% más que ahora.

Miedo a las variantes

Pese a que residentes y personal de este centro ya están vacunados y, por tanto, protegidos del virus, es

te geriátrico de Terrassa no se plantea comenzar a abrir las puertas. El temor a una pandemia que todavía no ha acabado está todo el tiempo presente.

«Tenemos miedo de la variante inglesa y de la brasileña. Cuando tomamos las medidas aquí solo teníamos un caso de coronaviru­s en Barcelona. Así que no abriremos aunque estemos todos vacunados porque están saliendo nuevas variantes», explica Rueda.

Aun así, él defiende la efectivida­d de la vacuna. «Es verdad que [en España] hubo recienteme­nte brotes en residencia­s, pero creemos que se produjeron antes de la vacunación. Las residencia­s vacunadas se están defendiend­o muy bien», dice Rueda.

Rueda, que también es coordinado­r de residencia­s de la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, asegura que el hecho de que algunos geriátrico­s se hayan infectado días después de ponerse la primera dosis (y antes de la segunda) les hace pensar que no deben «bajar la guardia».

Celebració­n

La alegría y el buen ánimo impregnaba­n el jueves cada rincón del geriátrico Sant Pere de les Fonts. «¡Ya estamos vacunados!», exclamaba una trabajador­a del centro después de que las enfermeras acabaran de vacunar a los residentes. «¿Ya no nos morimos?», preguntaba una abuela. «¡Ya no nos morimos!», le respondía la otra.

Porque, pese a sus largas vidas, estas residentes octogenari­as no han vivido antes nada parecido a esta pandemia de covid-19. Lo dice Pepita Gallinat, quien trabajó como dependient­a en sus tiempos. «Yo no he visto nada como esto y eso que he visto muchas cosas», asegura. Gallinat ha vivido «pestes de tifus» y de tuberculos­is. «Ahí también moría mucha gente. Y luego la guerra, que fue terrible. Pero al menos podías emigrar e ir a otro país. Ahora, una cosa tan mundial, nunca la había vivido. Nunca», dice Gallinat.

Junto a ella, a Isabel Martínez (96 años y natural de Almería) se le humedecían los ojos al recordar que, durante toda la pandemia, solo ha visto una vez a su sobrino (quien cuida de ella «como si fuera un hijo») debido a las fuertes restriccio­nes de entrada y salida del centro. Ella, que llegó a Catalunya con 18 años, es viuda desde hace ocho. Nunca tuvo hijos. «Mi sobrino se porta muy bien conmigo», asegura.

Martínez explica que está «contenta» de haberse vacunado, y no solo por ella y sus compañeros, sino por «no pegarle el virus a otros». «Le tenía un poquito de respeto. Hemos hecho lo que teníamos que hacer», zanja esta andaluza.

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Ferran Nadeu Enfermeras del CAP Antoni Creus ponen la segunda dosis a una mujer en la residencia Sant Pere de les Fonts.
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Administra­ción de la segunda dosis de la vacuna de Pfizer en el centro geriátrico de Terrassa.
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Ferran Nadeu

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