Lecciones de la enésima crisis
La dificultad para prever la necesidad de vacunas y actuar anticipadamente en la Unión Europea y los problemas de los Veintisiete para actuar coordinados con rapidez se encuentran detrás de la escasez de dosis de los fármacos contra el covid-19.
La insuficiente disponibilidad de vacunas contra el covid-19 que sufre la Unión Europea (UE) es consecuencia, primero, de su dificultad para prever y actuar anticipadamente, como ejemplifica el tardío inicio de la negociación con los laboratorios y la compra insuficiente de dosis. Otro factor clave es la dificultad de los Veintisiete para actuar coordinados con rapidez, como muestra ahora el retraso en crear un pasaporte común de vacunación, que ha llevado a Dinamarca y a Suecia a comenzar a desarrollar su propio modelo.
La pandemia evidencia el declive europeo en investigación y producción farmacéutica a causa del recorte de la inversión pública y la ausencia de una política industrial, incompatibles con la pretensión de ser una gran potencia. Mientras EEUU incrementaba la inversión pública anual en investigación de vacunas de 13 millones a 42,2 millones de euros de 2002 a 2008 y potenciaba su capacidad de producción, la inversión pública europea caía de 23,2 millones a 1,9 millones, mermando su capacidad y perdiendo su antiguo liderazgo mundial, como detalla en un informe Anne Bucher, exdirectora general de Salud de la UE.
Mientras EEUU invirtió hasta diciembre 12.500 millones de euros en financiar el desarrollo y la compra de vacunas covid, la UE se fijó un techo de gasto de 2.700 millones, ampliado en septiembre en 1.090 millones. Mientras hace 30 años el 80% de los principios activos de los medicamentos se producía en la UE, ahora el 80% se produce fuera.
La UE inició con mucho retraso la compra de vacunas, en comparación con EEUU, Gran Bretaña e Israel. A principios de junio de 2020 aún no existía ningún proyecto común europeo. Ante el riesgo de que EEUU y otros países acapararan la producción inicial de vacunas, Alemania, Francia, Italia y Holanda crearon una alianza para lograr un contrato con AstraZeneca, cuya vacuna era entonces la más avanzada. Un precontrato fue anunciado el 13 de junio, despertando el recelo del resto de la UE, que temía quedar marginado. La Comisión Europea finalmente presentó el 17 de junio su plan de compra centralizado para la UE. La compra centralizada de vacunas fue la decisión adecuada, porque una compra por separado habría enfrentado a los Veintisiete y fracturado la UE. El problema ha sido cómo ha gestionado la Comisión Europea la compra.
Frente a la celeridad de otras potencias, la Comisión Europea ha negociado con extrema lentitud, rehén de su ajustado presupuesto: el contrato final con AstraZeneca se concluyó el 14 de agosto; el de Sanofi-GSK, el 18 de septiembre; el de Johnson and Johnson, el 7 de octubre; el de BioNTech-Pfizer, el 11 de noviembre; el de CureVac, el 19 de noviembre; y el de Moderna, el 25 de noviembre. Con Novavax y Valneva solo ha habido conversaciones exploratorias.
La Comisión Europea, además, acabó plegándose a las farmacéuticas y los Veintisiete asumieron el coste de las indemnizaciones, eximiendo a los laboratorios de cualquier responsabilidad por eventuales secuelas negativas (artículo 14 del contrato de AstraZeneca). Tampoco parece que la UE se asegurara de que los laboratorios dispusieran de suficiente capacidad de producción para cumplir los contratos.
Los contratos con Pfizer y Moderna
No está claro por qué la Comisión Europea firmó el contrato con Sanofi-GSK en septiembre, cuando no reunía entonces el criterio fijado. La vacuna de Sanofi está encallada y no estará disponible con suerte hasta finales de 2021. La Comisión Europea tampoco aclara por qué tardó tanto en firmar los contratos con Pfizer y Moderna y con dosis insuficientes, cuando en otoño era evidente que serían las primeras disponibles. Para vacunar a los 370 millones de adultos de la UE se necesitan 740 millones de dosis. Pero al concluir 2020, la Comisión solo había comprado en firme 300 millones de dosis de AstraZeneca, 200 millones de Pfizer y 80 millones de Moderna (las autorizadas hasta ahora) y había declinado en noviembre los 520 millones de dosis que ofrecían Pfizer y Moderna. De esa compra limitada vienen las penurias actuales de vacunas en la UE, pese a la ampliación posterior del pedido. La disponibilidad de un amplio superávit de dosis habría permitido a la UE actuar como gran potencia y ceder las dosis sobrantes a otros países (de Balcanes, Mediterráneo, África o Latinoamérica) para incrementar su influencia política. Pero la falta de visión de la UE ha regalado esa diplomacia de las vacunas a Rusia y China en un nuevo revés geopolítico europeo.
La Comisión ha negociado con extrema lentitud con los laboratorios, rehén de su ajustado presupuesto