Regreso al futuro
Catalunya puede pasar de crisálida a mariposa. El reto más importante de su economía radica en la mejora de la productividad
La economía catalana está sufriendo un deterioro de su capital social
La formación de talento en Catalunya ofrece resultados más bien mediocres
El momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer. La pandemia ha hecho descarrilar la economía, empujándola hacia el precipicio. Las vacunas y el sistema sanitario están inmunizando a las personas de riesgo. El futuro, dentro de unos escenarios aún inciertos, proyecta una reducción progresiva de la letalidad provocada por la crisis epidemiológica.
La economía catalana enfrenta el reto de volver al futuro que la pandemia ha mutilado temporalmente. La reanudación de la confianza y el levantamiento de las restricciones a la movilidad enderezarán la actividad turística, un pilar básico que pone el plato en la
mesa de muchos catalanes. Los viajeros internacionales volvieron a subir a los aviones después del 11-S de 2001 en EEUU... Y los turistas siguieron yendo a la playa, a pesar de haber visionado Tiburón de Steven Spielberg ... El sector turístico catalán se beneficiará de la proximidad a los mercados emisores europeos, y no se resentirá por la reducción de viajes de negocios de larga distancia y corta estancia.
La industria del automóvil, otro pilar de la economía catalana, también vislumbra un mejor futuro vía exportaciones, gracias a la emergencia de las clases medias en el mundo. Por su parte, la construcción, irá normalizando su actividad, gran generadora de empleo.
Winston Churchill advertía de «no desaprovechar las grandes oportunidades que ofrece la peor de las crisis». En este momento de oscuridad, de camino hacia el amanecer, Catalunya debe regresar a su futuro aprovechando la oportunidad de reorientar la competitividad y la sostenibilidad del sector turístico, muy particularmente la masificación generadora de externalidades negativas que sufren las personas y el paisaje.
La industria del automóvil ya ha comenzado a apostar por la movilidad sostenible. Y la construcción (urbana, infraestructuras) se está adaptando proactivamente a entornos de eficiencia energética y preservación del medio ambiente.
El reto más importante al que se enfrenta la economía catalana para protagonizar y ganar el futuro radica en la mejora de la productividad (capital humano, económico, social).
La formación de talento en Catalunya presenta resultados mediocres. El bajo nivel de inglés en la escuela, la limitada formación dual profesional, la escasa empleabilidad de muchos títulos universitarios, o el fracaso de las políticas activas de reorientación laboral, constituyen ejemplos que no resisten la comparativa con otras sociedades europeas.
Los retos en el ámbito económico-empresarial van desde la casi inexistente transferencia de conocimiento desde los centros de investigación básica y tecnológica a la empresa, a la incapacidad de crecimiento de las pequeñas y medianas empresas y de las empresas familiares, o la pérdida de entidades financieras con sede social en Catalunya. La reciente carrera global por la vacuna ha puesto ante el espejo a los sistemas de investigación de los diferentes países del mundo.
La economía catalana está sufriendo un deterioro de su capital social. La naturaleza emprendedora y la figura del empresario no merecen la valoración social, con palos en las ruedas de un marco normativo y fiscal más molesto que incentivador. El tejido asociativo y la cultura, en muchos casos, dependen de las aportaciones públicas. Los medios de comunicación públicos son la voz de su amo de turno. La sociedad catalana no disfruta de los pesos y contrapesos
(checks and balances) independientes, constitutivos de una sociedad abierta y progresiva.
Catalunya ha alcanzado unas cotas de cohesión social elevadas. Este hito se basa en políticas de distribución vía transferencias públicas. Una sociedad orientada a la captación de rentas de los recursos públicos no tiene futuro. La equidad y la justicia social deberían alcanzarse también vía los incentivos y las oportunidades para desarrollarse como persona, a partir de la educación y el esfuerzo, catalizadores del ascensor social. Los privilegios y ventajas ligados a las conexiones personales o corporativas deberían reorientarse hacia el principio de levantarse temprano por la mañana y ganar un mejor futuro con el esfuerzo y el mérito.
Catalunya ha perdido la estabilidad política y, desde la perspectiva de muchos inversores del mundo, la previsibilidad jurídica. Y Barcelona ha amortiguado su brillo en el universo de los decisores internacionales.
Catalunya se enfrenta al reto transformador de pasar de crisálida a mariposa. El conjunto de los representantes políticos que elegimos los catalanes, vía la negociación y el pacto tan arraigados en la historia de nuestro país, deben girar las velas y orientar el barco hacia los anhelos y los sueños de consenso de un puerto de llegada. Como un solo pueblo.