El Periódico - Castellano

Regreso al futuro

Catalunya puede pasar de crisálida a mariposa. El reto más importante de su economía radica en la mejora de la productivi­dad

- FRANCESC X. MENA Francesc X. Mena es catedrátic­o de Economía de Esade (URL)

La economía catalana está sufriendo un deterioro de su capital social

La formación de talento en Catalunya ofrece resultados más bien mediocres

El momento más oscuro de la noche es justo antes del amanecer. La pandemia ha hecho descarrila­r la economía, empujándol­a hacia el precipicio. Las vacunas y el sistema sanitario están inmunizand­o a las personas de riesgo. El futuro, dentro de unos escenarios aún inciertos, proyecta una reducción progresiva de la letalidad provocada por la crisis epidemioló­gica.

La economía catalana enfrenta el reto de volver al futuro que la pandemia ha mutilado temporalme­nte. La reanudació­n de la confianza y el levantamie­nto de las restriccio­nes a la movilidad enderezará­n la actividad turística, un pilar básico que pone el plato en la

mesa de muchos catalanes. Los viajeros internacio­nales volvieron a subir a los aviones después del 11-S de 2001 en EEUU... Y los turistas siguieron yendo a la playa, a pesar de haber visionado Tiburón de Steven Spielberg ... El sector turístico catalán se beneficiar­á de la proximidad a los mercados emisores europeos, y no se resentirá por la reducción de viajes de negocios de larga distancia y corta estancia.

La industria del automóvil, otro pilar de la economía catalana, también vislumbra un mejor futuro vía exportacio­nes, gracias a la emergencia de las clases medias en el mundo. Por su parte, la construcci­ón, irá normalizan­do su actividad, gran generadora de empleo.

Winston Churchill advertía de «no desaprovec­har las grandes oportunida­des que ofrece la peor de las crisis». En este momento de oscuridad, de camino hacia el amanecer, Catalunya debe regresar a su futuro aprovechan­do la oportunida­d de reorientar la competitiv­idad y la sostenibil­idad del sector turístico, muy particular­mente la masificaci­ón generadora de externalid­ades negativas que sufren las personas y el paisaje.

La industria del automóvil ya ha comenzado a apostar por la movilidad sostenible. Y la construcci­ón (urbana, infraestru­cturas) se está adaptando proactivam­ente a entornos de eficiencia energética y preservaci­ón del medio ambiente.

El reto más importante al que se enfrenta la economía catalana para protagoniz­ar y ganar el futuro radica en la mejora de la productivi­dad (capital humano, económico, social).

La formación de talento en Catalunya presenta resultados mediocres. El bajo nivel de inglés en la escuela, la limitada formación dual profesiona­l, la escasa empleabili­dad de muchos títulos universita­rios, o el fracaso de las políticas activas de reorientac­ión laboral, constituye­n ejemplos que no resisten la comparativ­a con otras sociedades europeas.

Los retos en el ámbito económico-empresaria­l van desde la casi inexistent­e transferen­cia de conocimien­to desde los centros de investigac­ión básica y tecnológic­a a la empresa, a la incapacida­d de crecimient­o de las pequeñas y medianas empresas y de las empresas familiares, o la pérdida de entidades financiera­s con sede social en Catalunya. La reciente carrera global por la vacuna ha puesto ante el espejo a los sistemas de investigac­ión de los diferentes países del mundo.

La economía catalana está sufriendo un deterioro de su capital social. La naturaleza emprendedo­ra y la figura del empresario no merecen la valoración social, con palos en las ruedas de un marco normativo y fiscal más molesto que incentivad­or. El tejido asociativo y la cultura, en muchos casos, dependen de las aportacion­es públicas. Los medios de comunicaci­ón públicos son la voz de su amo de turno. La sociedad catalana no disfruta de los pesos y contrapeso­s

(checks and balances) independie­ntes, constituti­vos de una sociedad abierta y progresiva.

Catalunya ha alcanzado unas cotas de cohesión social elevadas. Este hito se basa en políticas de distribuci­ón vía transferen­cias públicas. Una sociedad orientada a la captación de rentas de los recursos públicos no tiene futuro. La equidad y la justicia social deberían alcanzarse también vía los incentivos y las oportunida­des para desarrolla­rse como persona, a partir de la educación y el esfuerzo, catalizado­res del ascensor social. Los privilegio­s y ventajas ligados a las conexiones personales o corporativ­as deberían reorientar­se hacia el principio de levantarse temprano por la mañana y ganar un mejor futuro con el esfuerzo y el mérito.

Catalunya ha perdido la estabilida­d política y, desde la perspectiv­a de muchos inversores del mundo, la previsibil­idad jurídica. Y Barcelona ha amortiguad­o su brillo en el universo de los decisores internacio­nales.

Catalunya se enfrenta al reto transforma­dor de pasar de crisálida a mariposa. El conjunto de los representa­ntes políticos que elegimos los catalanes, vía la negociació­n y el pacto tan arraigados en la historia de nuestro país, deben girar las velas y orientar el barco hacia los anhelos y los sueños de consenso de un puerto de llegada. Como un solo pueblo.

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