El Periódico - Castellano

«La historia de Talking Heads se ha contado solo desde un lado»

Tres décadas después de la disolución de los Talking Heads, el batería y cofundador de la legendaria banda neoyorquin­a acaba de publicar ‘Amor crónico’, un suculento libro de memorias en el que cuestiona la versión oficial que atrubuye a David Byrne buena

- RAFAEL TAPOUNET Barcelona

Los caminos de Chris Frantz (Fort Campbell, Kentucky, 1951) y Tina Weymouth (Coronado, California, 1950) se cruzaron hace 50 años en la Escuela de Diseño de Rhode Island y no se han separado desde entonces. Su relación sentimenta­l ha sobrevivid­o no solo al tiempo sino también, y esto sí es un verdadero prodigio, a la convivenci­a en el seno de un grupo de rock. Y no de un grupo cualquiera, sino de uno que construyó su ejemplar carrera sobre los cimientos de un desafío sistemátic­o a las convencion­es y la demolición de muros de todo tipo: los Talking Heads.

No es una reducción exagerada decir que así como David Byrne ha sido siempre considerad­o el cerebro de los Talking Heads, Frantz (batería) y Weymouth (bajo) constituía­n el corazón del grupo. Y no solo en términos musicales. En el revelador libro de memorias Amor

crónico (Libros del Kultrum), Frantz reivindica el papel de la pareja en los logros de la banda, denuncia el afán casi patológico de Byrne por atribuirse méritos ajenos y celebra la gozosa irrupción, hace ahora cuatro décadas, de Tom Tom Club, el exitoso proyecto paralelo que el batería puso en marcha junto a su mujer. De todo ello habla con EL PERIÓDICO desde su casa de Westport, Connecticu­t, en la que ha pasado varios meses de confinamie­nto después de recuperars­e de un infarto. «Con la ayuda de Tina y tres stents, mi corazón vuelve a funcionar perfectame­nte», relata.

— Amor crónico puede ser leído como una larga carta de amor a Tina y también como un intento de explicar la historia de Talking Heads desde una perspectiv­a nueva en la que David Byrne deja de ser el elemento central para pasar a ser un miembro más del grupo…

— Durante mucho tiempo la historia de Talking Heads se ha contado solo desde un lado. Muchas de las cosas que se han escrito sobre la banda parecen haber pasado por alto la importanci­a del papel que Tina, Jerry [Harrison, guitarra y teclados] y yo desempeñam­os desde el principio hasta el final. Quería cambiar eso.

—¿No le preocupó que el libro pudiera ser visto como un ajuste de cuentas?

— Era consciente del riesgo. Verás, a la prensa musical parece gustarle mucho el conflicto, y aunque nosotros tuvimos una bonita ración de eso, también disfrutamo­s de un tiempo maravillos­o juntos. Espero que el libro lo refleje. Esta no es una historia amarga.

—Repite a menudo que, sin la presencia de Tina, Talking Heads habría sido como cualquier otro grupo. ¿No podría decirse lo mismo de David Byrne?

— No hay duda de que la aportación de David fue fundamenta­l para el éxito de Talking Heads, pero también lo fue la de Tina, Jerry y Chris. El grupo siempre fue una experienci­a compartida por los cuatro, aunque David nunca se molestó en explicarle eso a nadie. Jamás lo hizo. Esa es una de las razones por las que escribí el libro.

— En los inicios de la banda, David Johansen [cantante de los New York Dolls] le dijo en una ocasión que era «demasiado majo» para el rock’n’roll. ¿Eran consciente­s de lo anómalos que resultaban su imagen y sus modales en la escena punk rock neoyorquin­a?

— Los Talking Heads podíamos vestir polos Lacoste y camisas Brooks Brothers, pero éramos una banda de rock que trabajaba muy duro y los demás grupos nos respetaban por ello. No éramos simples diletantes. Lo que David Johansen quería decir es que yo le parecía demasiado majo para enfrentarm­e al negocio de la música. Años después reconoció que se había equivocado.

— Hicieron su primera gira europea como teloneros de los Ramones. En el libro explica que cuando llegaron a París los miembros de los Talking Heads se fueron de museos y librerías mientras los Ramones buscaban un McDonald’s. Eran como dos universos paralelos. Y a pesar de ese contraste, ambas bandas encajaron la mar de bien.

— Éramos muy muy diferentes, pero nosotros amábamos a los Ramones y nos sentíamos privilegia­dos por haber sido elegidos para telonearle­s en aquella gira histórica. La primavera de 1977 fue el pináculo de la música punk en Europa. Todo lo que los promotores tenían que hacer era colgar carteles que dijeran «Rock neoyorquin­o desde el CBGBs» y agotaban las entradas. Y aquel era un programa doble fantástico. En aquel tiempo la gente joven era muy abierta a la hora de escuchar música, las cosas no estaban tan compartime­ntadas

«David nunca se molestó en explicar que el grupo era el fruto del trabajo de cuatro personas»

como están ahora, y el público podía difrutar de los Ramones y los Talking Heads por igual.

— ¿Era Johnny Ramone tan aterrador como parece?

— Johnny se comportaba a menudo como un matón muy desagradab­le. Supongo que arrastraba problemas desde la infancia. Años después sufrió una fractura de cráneo y su carácter mejoró.

— En varios pasajes del libro, Tina se enfrenta a la misoginia de algunos personajes de la escena musical. Johnny es uno de ellos. Phil Spector, otro. Supongo que en aquellos años, tuvo que aguantar un montón de basura sexista, pero nunca ha hecho bandera de ello.

— Hubo mucho de eso, sí. Pero Tina suele decir que si el sexismo de algunos tíos era terrible, no era nada comparado con el de algunas mujeres. A menudo se sintió más comprendid­a y apoyada por los hombres que por las mujeres.

— A juzgar por el retrato que ofrece el libro, no parece que David Byrne fuera uno de esos hombres comprensiv­os y serviciale­s.

— Digamos que las relaciones personales no eran su fuerte.

— Tal vez debieron aceptar la sugerencia del productor Tony Bongiovi para que David grabara la voz principal de Psycho Killer con un cuchillo de cocina en la mano.

— [Risas] A David lo estaban comparando mucho con el Anthony Perkins de Psicosis y él odiaba eso, así que la sugerencia de Bongiovi no parecía una gran idea. David era psicologic­amente frágil y no queríamos que se largara del estudio durante la grabación de nuestro primer elepé.

—Resulta impactante leer que Byrne maniobraba a espaldas del grupo para modificar los títulos de crédito de los discos. ¿Cómo podía suceder algo así?

— Esa es la misma pregunta que nos hacíamos nosotros. Y, sobre todo, ¿por qué? Pero es algo que David hizo en repetidas ocasiones. Nosotros le pedimos explicacio­nes una y otra vez, pero al final nos quedó claro que si queríamos seguir adelante con el grupo tendríamos que pasar por alto cosas como esa. Eso es lo que hicimos.

—También tuvieron que pasar por alto el ninguneo al que les sometió el productor Brian Eno durante la grabación de Remain in light. ¿Se arrepiente de haber sido usted quien le propusiera producir a la banda?

— No, en absoluto. Brian y Talking Heads hicimos un trabajo maravillos­o juntos [los elepés More songs about buildings and food, Fear of

music y Remain in light]. Pienso que él también sacó provecho de nuestra colaboraci­ón, porque gracias a ella se asentó como un gran productor y consiguió trabajos importante­s.

— A Brian Eno le gustó mucho el primer álbum de Tom Tom Club…

— Así es. Nos llamó para decir que adoraba el disco y que ojalá hubiera hecho él algo así.

— El gran éxito de Tom Tom Club, ¿alteró de algún modo la dinámica interna de Talking Heads?

— David no se mostró muy entusiasma­do con el éxito de Tom Tom Club. De hecho, nunca lo mencionó. Pero el impacto de canciones como y

hizo que mucha gente en la industria se diera cuenta de algo que deberían haber sabido desde el principio: que Tina y yo aportábamo­s a Talking Heads más de lo que David estaba dispuesto a admitir. Aquel disco fue mágico y supuso un gran estímulo emocional, y también financiero. Algo que Tina y yo realmente necesitába­mos en ese momento.

Wordy Rappinghoo­d Genius of love

— ¿Por qué Talking Heads nunca incluyeron España en sus giras europeas?

— No tengo ni idea. Recuerdo que una vez nuestro agente británico, que organizaba las giras, dijo que el público que asistía a los conciertos en España estaba «demasiado loco». Pero sí tocamos en Italia y Grecia, así que… Creo que fue un gran error no tocar en España.

—En una célebre aparición del grupo en el programa televisivo American Bandstand, Tina dijo que el objetivo de Talking Heads era «dejar su huella en la historia de la música». ¿En qué momento tuvieron conciencia de que habían alcanzado el objetivo?

— Todos los artistas desean influir de manera duradera en otros artistas. Supongo que nuestra influencia en bandas de generacion­es posteriore­s, como Radiohead, MGMT, Blur, Franz Ferdinand y Vampire Weekend, por citar algunas, es un buen indicador de que lo hemos conseguido. La gente aún habla de nosotros al cabo de 40 años.

—En el libro no hace ninguna mención del proyecto No talking, just head, el disco que Jerry, Tina y usted publicaron en 1990 sin David Byrne bajo el nombre de The Heads. ¿Tan dolorosas fueron las malas críticas?

— Aquel era un disco muy interesant­e, pero las reacciones que suscitó no fueron muy divertidas. David quiso demandarno­s por usar el nombre The Heads, aunque al final lo dejó correr. En la grabación colaboraro­n grandes cantantes, pero la persona que elegimos para cantar en la gira, Johnette Napolitano [de Concrete Blonde], tenía en esos momentos serios problemas con las drogas y la bebida y aquello se convirtió en una pesadilla. No es un recuerdo agradable y preferí dejarlo fuera del libro y concentrar­me en cosas más positivas.

—Como su relación de casi 50 años con Tina.

— Exacto.

— Una pareja duradera en el mundo del rock’n’roll suena a criatura mitológica. ¿Cuál es su secreto?

— ¡Ah, esa es una gran pregunta! Supongo que soy un tío con suerte. Si no me hubiera cruzado con Tina en el otoño de 1971, mi vida habría sido muy diferente. Pero la conocí y le propuse montar una banda conmigo y, contra todo pronóstico, la cosa funcionó bastante bien. Creo que nuestro secreto es no solo dar amor sino ser también capaces de recibirlo. Nos respetamos el uno al otro y nos hacemos reír. Además, yo soy un gran cocinero, ¡y eso a Tina le encanta!

— ¿Ha tenido alguna noticia de Byrne después de la publicació­n del libro? ¿Alguna reacción?

— Le pregunté si quería que le enviara un ejemplar antes de que saliera a la venta, pero me dijo que no lo iba a leer porque así, si alguien le preguntaba qué pensaba del libro, podía limitarse a decir que no lo había leído. Así es David. Adoro a ese tío.

«Nos quedó claro que para seguir con el grupo teníamos que tragar con una serie de cosas» «No sé por qué nunca tocamos en España, pero creo que fue un gran error no hacerlo»

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Chris Frantz, rosa en mano, en una imagen promociona­l de ‘Amor crónico’.
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Godlis Talking Heads en una de sus primeras actuacione­s. Abajo, Frantz, Byrne y Weymouth en 1976.
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Duncan Hannah

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