El Periódico - Castellano

Arrecia la protesta en Panamá por los abusos en centros de acogida

Un informe parlamenta­rio detalla las atrocidade­s sufridas por menores vulnerable­s y huérfanos en albergues del Estado

- MONTSE MARTINEZ

Panamá continúa solivianta­da. Las protestas en la calle, especialme­nte de jóvenes, no cesan a pesar de que el escándalo se hizo público hace ya más de dos semanas. Pasan los días y, con ellos, un goteo de detalles abundan en las barbaridad­es que se cometieron desde 2015 en 14 centros de acogida públicos del país; lugares que, llamados a ser hogares de protección y cuidado para niños vulnerable­s y huérfanos, se convirtier­on en otro epicentro más de abusos y malos tratos. Queremos cárcel es una de las consignas más escuchadas en los actos de protesta que se suceden día sí, día también.

Entre esas barbaridad­es figuran abusos sexuales, con niñas que han denunciado que religiosos las dejaron embarazada­s y luego las obligaron a abortar, malos tratos físicos y psicológic­os, comida para perros destinada a los niños, menores con enfermedad­es venéreas, jóvenes discapacit­ados inmoviliza­dos con esposas, medicación caducada, colchones en el suelo y habitacion­es sin luz ni ventanas como áreas de castigo.

La peor parte se la llevaban los menores discapacit­ados, invitados a «orar» en lugar de recibir la medicación prescrita para enfermedad­es como la epilepsia. Y menores en situación de riesgo social fueron ubicados en lugares compartido­s por personas con algún tipo de drogodepen­dencia.

Ocho investigac­iones

Es la retahíla de delitos reflejada en un informe elaborado por la Asamblea Nacional que ya está en manos de responsabl­es políticos y de la judicatura. Hay ocho investigac­iones abiertas , según la fiscalía, que, en sus primeras pesquisas, apunta a los profesiona­les de los albergues como autores de los hechos denunciado­s. Sin embargo, el ministerio público confirmó que ya hay imputados, aunque no facilitó detalles.

Panamá cuenta con medio centenar de albergues públicos con capacidad para 1.200 menores. El Estado, a través de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescenc­ia y Familia (Senniaf), supervisa y financia las entidades que los gestionan; desde oenegés hasta fundacione­s, pasando por organizaci­ones de corte religiosa, tanto católica como evangélica. La presión por las protestas obligó la semana pasada al presidente del país, Laurentino Cortizo, a emitir una declaració­n grabada y transmitid­a por televisión en la que solicitaba el máximo castigo para los responsabl­es. Una declaració­n considerad­a vacía por los manifestan­tes más beligerant­es que acusan al mandatario de «cómplice» por amparar a los altos funcionari­os involucrad­os en el escándalo.

El informe ha sido elaborado por un grupo de diputados de la

Comisión de la Mujer, la Niñez, la Juventud y la Familia de la Asamblea Nacional (AN) de Panamá. Pero mucho antes, quienes tiraron del hilo fueron dos trabajador­as sociales que perdieron su empleo por poner negro sobre blanco lo que habían visto.

Chanita Chamarra y María Victoria Pomar fueron destituida­s por la Senniaf por haber elaborado un informe en el que se denunciaba­n terribles atrocidade­s en los albergues del área metropolit­ana de Panamá. Su trabajo dio pie al informe de la Asamblea Nacional.

«Esta es la juventud peleando por los niños que fueron violados sexual, física y emocionalm­ente. Fueron desprendid­os totalmente de sus derechos humanos [...]. El Estado les falló», declaró el fundador de la plataforma Sal de las redes, José Isaac González. Aubrey Baxter, otro de los manifestan­tes del martes ante un edificio gubernamen­tal, se quejó de la «poquísima informació­n» del caso.

Algunas niñas han denunciado haberse quedado embarazada­s de religiosos que luego las obligaban a abortar

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Carlos Lemos / Efe Protesta contra el abuso infantil, el martes, en Ciudad de Panamá.

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