ERC y JxCat, el obligado ‘reset’
Las dos formaciones deben aparcar afrentas y centrarse en colaborar y gobernar bien
Me temo que seguimos mal. O bastante mal. No veo que en el plano político las cosas hayan dado un giro trascendental desde el domingo 14. Mejor, sin embargo, que primero recapitulemos brevemente. Contra lo que algunos, pegados a las respuestas de los ciudadanos en las encuestas, pronosticaron, las elecciones del 14-F se vieron mucho más condicionadas por la dialéctica entre independentismo y anti-independentismo que por la discusión sobre cómo rescatar la economía y paliar los estragos sociales de la crisis. El eje izquierda-derecha estuvo presente, pero el leitmotiv fue una vez más la relación entre Catalunya y España, junto con de la situación de los líderes independentistas presos y los que se hallan en el extranjero.
Creo, sinceramente, que es en estos términos que hay que interpretar los resultados. Lo que los catalanes decidieron con su voto fue otorgar por primera vez al independentismo la mayoría absoluta no solo de diputados, sino también de votos. Los partidarios de la independencia superaron el 51% de los sufragios válidos, 74 diputados de 135. Intentar deslegitimar el resultado esgrimiendo la desgraciadamentebaja participación se me antoja un argumento de conveniencia, un intento poco solvente de devaluar la victoria independentista. Por otro lado -parece mentira que a estas alturas haya que recordarlo-, nadie puede apropiarse de la voluntad no expresada de los abstencionistas.
Investidura de Aragonès
A la vista de lo referido, no parece discutible que a quien corresponde la iniciativa de formar gobierno es a ERC, pues es el partido en mejor posición para reunir una mayoría suficiente (absoluta o, si no, de más diputados a favor que en contra) para la investidura de Pere Aragonès. ¿Es obligado que este sea presidente y forme gobierno? No. Perfectamente podría llegar a serlo Carlos Carrizosa, si Ciutadans lograra los correspondientes apoyos. O Salvador Illa, que obtuvo los mismos diputados que ERC y la superó en papeletas.
Nos encontramos en días de negociaciones. Y me temo que no vamos bien. O, al menos, no hemos empezado bien. Veamos. ERC se ha dedicado a priorizar a la CUP y a los comunes, dejando en segundo plano a los de Puigdemont. Una grosera maniobra envolvente de primero de negociación, sustentada en la supuesta voluntad republicana de un inviable y desaconsejable Govern a cuatro (ERC, JxCat, CUP y En Comú Podem).
A su vez, un puñado de responsables de Junts per Catalunya -entre ellos Laura Borràs y el propio ‘conseller’ de Interior, Miquel Sàmper- han exhibido ante la agresiva censura de la CUP a los Mossos una falta de convicción y de sentido institucional que es para echarse a llorar. No se dan cuenta todavía -y mira que podrían haber escarmentado- de que, aparte de para hacer el ridículo, de nada sirve claudicar ante los anticapitalistas.
Aparentemente, ERC y JxCat siguen actuando según la misma pauta de antes del 14-F. Lo normal es que unos y otros hubieran llevado a cabo una profunda reflexión y examen de conciencia sobre lo ocurrido en la última legislatura. Y que se hubieran percatado de que los resultados del 14-F no son una ovación por parte de los ciudadanos, sino una segunda oportunidad -no merecida y tal vez la última- que no pueden permitirse el lujo de desaprovechar.
No es tan difícil hacerlo bien. Sobre todo, no es difícil hacerlo mejor que hasta ahora. Porque, en el fondo, no estamos ante un choque de estrategias irreconciliables (a estas alturas JxCat sabe perfectamente que la independencia no nos espera a la vuelta de la esquina). Se trata del factor humano, concretamente de su parte menos encomiable.
Republicanos y junteros debieran ver lo obvio: que deben hacer un reset y olvidar -o guardar bajo llave - afrentas y cuentas pendientes. Ahora toca colaborar lealmente de una vez, y abandonar la pelea mezquina de arañazo y tirón de moño que hemos venido soportando. Y no solo porque así se servirá mejor a la ciudadanía. Es colaborando de la única manera en que ambos pueden incrementar sus expectativas electorales. Un winwin. Aún más: colaborar y gobernar bien que no significa renunciar a nada- es el mejor camino para progresar hacia la independencia, un camino que pasa por consolidar una incontestable y duradera mayoría social.
PLos resultados electorales no son una ovación de los ciudadanos, sino una segunda oportunidad
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