El Periódico - Castellano

El pasaporte de vacunación de la UE abre dudas científica­s y éticas

España se suma a otros países turísticos que defienden la existencia de un ‘certificad­o verde’ que permita viajar a los turistas que hayan sido vacunados. Pero hay otros que se oponen.

- PATRICIA MARTÍN

La UE está estudiando la implantaci­ón de un pasaporte de vacunación que permita a los ciudadanos europeos ya inmunizado­s viajar o acceder a determinad­os lugares que ahora están cerrados o sufren severas restriccio­nes, con el fin de reactivar la economía y, especialme­nte, los sectores del ocio, la restauraci­ón y el turismo. España apoya esta medida, al igual que otros países muy dependient­es del turismo como Grecia y Portugal. De hecho, el Gobierno español prevé que sea un requisito para poder participar en los viajes del Imserso, a partir de septiembre.

Asimismo, ya hay países europeos, como Polonia, que han puesto en marcha un código QR para vacunados, mientras que Israel, el país con más inmunizado­s, ha abierto ciertos negocios como gimnasios o teatros, a los que solo pueden acceder personas vacunadas o recuperada­s del covid-19.

La implantaci­ón del certificad­o genera muchas dudas y hay países como Francia o Rumanía que, de entrada, lo rechazan. Asimismo, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) ha pedido que no se exijan pruebas de vacunación para poder viajar «dado que todavía se desconocen las repercusio­nes de las vacunas en la reducción de la transmisió­n y la disponibil­idad actual de dosis es demasiado limitada».

Transmisor­es del virus

En España, expertos en bioética, salud pública y juristas también ponen en duda el pase verde. Por ejemplo, Josefa Cantero, presidenta de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), recuerda que «los epidemiólo­gos advierten de que aún no existen evidencias de que un vacunado no pueda ser transmisor de la enfermedad», a lo que hay que añadir las «dudas sobre los efectos de las nuevas cepas» en la inmunizaci­ón. Y, para ella, existe un problema de «justicia y equidad», dado que el acceso a las vacunas no es aún universal y, por tanto, puede haber una discrimina­ción hacia las personas que no se hayan vacunado, no porque no quieren, sino porque no pueden.

Dilema similar se planteó el año pasado durante la gran desescalad­a, cuando tanto a nivel europeo como en España hubo propuestas para crear un pasaporte serológico para que las personas que hubieran pasado la enfermedad pudieran circular libremente y reincorpor­arse al trabajo, facilitand­o el despegue económico. En aquel entonces, las voces en contra fueron predominan­tes debido a que «no se sabía si tener anticuerpo­s podía evitar la transmisió­n», según recuerda Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética. «Las objeciones científica­s con los vacunados son ahora menos relevantes» porque sí hay cierto consenso en torno a que tienen menos posibilida­d de transmitir el virus dado que la vacuna evita que desarrolle­n la enfermedad de forma grave. Pero esas dudas «persisten», señala.

Si bien, De Montalvo reconoce que los certificad­os buscan la reactivaci­ón económica y la recuperaci­ón de la libertad, por lo que «en sí mismo no son malos». «En resumen, que no son blancos ni negros, sino grises, discutible­s», concluye.

Miguel Ángel Ramiro, experto en derecho y salud y profesor de la Universida­d de Alcalá, explica que los pasaportes sanitarios tienen «encaje legal» puesto que están recogidos en el reglamento sanitario internacio­nal y hay países que obligan a la vacunación en determinad­as circunstan­cias. Si bien, «es cierto que podrían ser discrimina­torios, por lo que habría que ver en qué términos concretos se utilizan y si son idóneos, necesarios y proporcion­ales para proteger la salud pública», precisa. A su juicio, la discrimina­ción no se corrige ofreciendo como alternativ­a, para poder viajar, que los no vacunados se realicen una PCR. «¿Y quién paga la PCR? ¿Sólo pueden viajar los que tienen dinero?”, se pregunta. Y pone el foco en las posibilida­des de que se falsifique el documento, como ya sucede con los certificad­os médicos para evitar llevar mascarilla o los salvocondu­ctos falsos de pruebas PCR.

El constituci­onalista Agustín Díaz Robledo avisa de que los pasaportes son «constituci­onales» dado que la Carta Magna consagra el derecho a la salud y a la vida, pero es necesario anclarlos a una ley, que en su opinión debería ser orgánica aunque quizá también pudiera ser autonómica. Al contrario que el resto de expertos consultado­s por EL PERIÓDICO, Díaz Robledo no cree que estos pases verdes sean discrimina­torios porque «no perjudican» a los que no pueden exhibirlos. «Es como el voto a partir de los 18 años. No podemos decir que discrimine a los de 17», sostiene.

«Es como votar a partir de los 18. No podemos decir que discrimine a los de 17», dice un jurista

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Elisenda Pons Unos pasajeros se saludan a su llegada en el aeropuerto de Barcelona.

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