El mes de marzo
Cada año el mismo dilema y las mismas contradicciones: ¿aceptar el ruido, las oportunidades y los altavoces para seguir reivindicando aquello que reivindicas el resto del año o negarte a la sobrerrepresentación autocomplaciente una vez al año? Ya no es solo el 8-M, sino todo el mes de marzo.
Todo un mes de programas, debates, tertulias, actividades, clubs de lectura, actos, concentraciones y manifiestos que nos dejan tranquilos para el resto del año. Nos muestran el nivel de participación de las mujeres durante todo el mes, superior al de los hombres. Nos explican por activa y por pasiva, los medios de comunicación, que nos invisibilizan el resto del año. Pero, mira, todo un mes para vosotras, para que os expreséis, para que hagáis pedagogía, para hacer una llamada al resto de compañeras, para que podáis poner sobre la mesa los debates que tenéis en los márgenes.
Y nosotras, ¿qué hacemos? Aprovechamos los espacios, siempre que podemos. Se nos solapan las actividades y los manifiestos. Estamos por todas partes, y empezamos a llenar nuestras agendas durante las semanas anteriores y posteriores. Un mes excepcional, lleno de propuestas que nos demuestran que las expertas sí se encuentran, las cómicas sí hacen gracia, el deporte femenino no es un aparte en el telediario y los libros escritos por mujeres son comprados, regalados y leídos durante unos días.
Es cierto, antes el 8-M y el mes de marzo pasaban desapercibidos. Es cierto que la huelga es multitudinaria y que tenemos una oportunidad, año tras año, de sumar más gente. Y al mismo tiempo este tratamiento nos condena al fracaso y el aislamiento. De repente, todo el mundo quiere hablar de cuotas, de leyes, de sesgo de género. De repente, todas las instituciones necesitan una charla sobre feminismo. Y después, silencio.
El 8-M se ha convertido en una casilla social que todo el mundo quiere tener marcada en su calendario. Para muchas, el mes de marzo se ha convertido en un obstáculo y un trámite. El mes del año con más representación, y el menos representativo.
Cada año, el mismo dilema: ¿aceptar el ruido, las oportunidades y los altavoces para seguir reivindicando o negarte a la sobrerrepresentación?