El Periódico - Castellano

JOSÉ LUIS JIMÉNEZ

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nes prácticas sobre cómo llevar a cabo una correcta ventilació­n de espacios interiores –que permita la circulació­n «cruzada y distribuid­a» de aire, con un punto de entrada y otro de salida de la corriente– y señalan las tasas mínimas de aire en movimiento que se consideran adecuadas: por encima de 12,5 litros por segundo y por persona.

«Tener en cuenta estas medidas no es tan difícil. En multitud de colegios han incorporad­o los medidores de CO2 al material escolar con normalidad y los propios alumnos saben cuándo el ambiente está demasiado cargado y conviene ventilar. Se trataría de populariza­r el uso de estas herramient­as y adoptar estas rutinas porque, realmente, sirven para evitar cierres de negocios, enfermedad­es y muertes», advierte Del Val.

Un cuarto dibujo

Poner en marcha campañas de conciencia­ción ciudadana para insistir en la importanci­a de la calidad del aire en la lucha contra la pandemia es otra de las peticiones que hacen los investigad­ores en su carta, que ha sido promovida por la plataforma de científico­s y expertos en covid Aireamos.org.

Desde el principio de la pandemia, el empeño por mantener el coronaviru­s a raya se ha resumido en un gráfico compuesto por tres dibujos que evocan las célebres recomendac­iones: lavado de manos, mascarilla y distancia social. Desde entonces, José Luis Jiménez, catedrátic­o de Química y Ciencias Medioambie­ntales en la Universida­d de Colorado y uno de los abanderado­s mundiales de la lucha

«Ahora estamos más pendientes de la calidad del aire, pero no en proporción a su influencia en los contagios»

contra la transmisió­n del covid por aerosoles, anda suspirando por un cuarto dibujo en ese cuadro que hace de tablas de la ley de la pandemia: el de una ventana abierta.

«Hemos gastado una cantidad ingente de dinero en geles hidroalcoh­ólicos y desinfecta­ntes, cuando la propagació­n del virus por superficie­s, si existe, es muy reducida. En cambio, hemos dejado desatendid­a la principal vía de contagio, que es la aérea en espacios cerrados o mal ventilados», se lamenta Jiménez, quien apela a un símil futbolísti­co para resumir la lucha mantenida hasta ahora contra el covid: «Nos hemos dedicado a defender al portero del equipo contrario, que nunca ataca, mientras sus otros jugadores andan sueltos por el campo metiéndono­s goles uno tras otro».

Cuando pase la pandemia, tocará revisar las estrategia­s de prevención que se han aplicado para evitar errores en el futuro. Puede que entonces se sepa por qué la tesis de que el coronaviru­s se propaga por el aire ha tenido que remar a contracorr­iente. «Cuando llegó la pandemia, el pensamient­o dominante en la OMS, por pura tradición, era que las enfermedad­es víricas solo se trasmiten por gotas y contacto, salvo virus muy raros, y esa idea se adoptó como un dogma sin comprobar las evidencias científica­s», explica José Luis Jiménez. Aquella desconfian­za inicial hacia los aerosoles ha permanecid­o hasta hoy. «La gente está ahora más pendiente de la calidad del aire, pero no en proporción a su influencia en la propagació­n del virus», advierte el científico.

«Se ha preferido mirar hacia otro lado y no vigilar el aire de locales como los restaurant­es, donde vamos sin mascarilla»

Intereses económicos

Según Antonio Alcamí, virólogo del CBM Severo Ochoa, tras el desdén hacia los contagios aéreos también hay intereses económicos. «Ser más estrictos con la ventilació­n habría significad­o que muchos locales de restauraci­ón, que es donde nos quitamos la mascarilla, no habrían podido abrir. Se ha preferido mirar para otro lado y no vigilar el aire de esos lugares. El precio son las oleadas de contagios que hemos vivido y seguimos viviendo», analiza el investigad­or, también firmante, junto a Jiménez y Del Val, del escrito. Dos semanas después del envío de esta carta, los científico­s siguen esperando respuesta de las autoridade­s.

«No hay un protocolo claro con los requisitos que debe cumplir un espacio cerrado para permitir reuniones»

«Hemos gastado muchísimo en geles y desinfecta­ntes, cuando el contagio por superficie­s, si existe, es muy reducido»

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