El Periódico - Castellano

La lengua de la rabia

Con su controvert­ido tuit, Aurora Madaula se ha erigido en heredera de otros personajes ilustres que habían denostado anteriorme­nte el uso parlamenta­rio de la lengua de Cervantes

- Albert Branchadel­l

El verdadero problema no es lo que tuitee la diputada de JxCat, sino lo que lleva en su programa el partido que aspira a ocupar la presidenci­a de la Generalita­t

La defenestra­ción exprés de Jaume Alonso-Cuevillas como secretario segundo del Parlament ha tapado mediáticam­ente otro incidente parlamenta­rio de estos últimos días que no por menos visible infunde menor preocupaci­ón. Después de los fallidos plenos de investidur­a, a Aurora Madaula, la sucesora in pectore de Alonso-Cuevillas en la Mesa, se le ocurrió tuitear que le daba «rabia y vergüenza» que Salvador Illa hubiese utilizado el castellano en los debates. Todo porque el jefe de filas del PSC recurrió a esta lengua en dos de los 44 párrafos de su intervenci­ón del día 26 de marzo y en otros dos de los 22 párrafos de su alocución de cuatro días después.

Acaso sin saberlo, con su controvert­ido tuit la diputada de JxCat se erigió en heredera de otros personajes ilustres que habían denostado anteriorme­nte el uso parlamenta­rio de la lengua de Cervantes.

En los años 80, el diputado Marçal Casanovas, de Esquerra Republican­a de Catalunya, alcanzó notoriedad por su costumbre de abandonar el hemiciclo cada vez que un diputado intervenía en castellano. En una entrevista publicada en 2009 Casanovas recordó su «indignació­n» por el hecho de que el portavoz socialista Eduardo Martín Toval (entre otros) hablase «medio en catalán medio en castellano». Uno de los episodios más célebres se produjo en los años 90 (el 30 de octubre de 1996, para ser exactos), cuando diputados de Convergènc­ia i Unió, ERC y el grupo mixto (del antiguo Partit per la Independèn­cia) optaron por ausentarse tan pronto como Julio Ariza, diputado del PP, empezó su intervenci­ón en castellano. El entonces líder del PI, Àngel Colom, que no estaba en la sala cuando Ariza inició su intervenci­ón, explicó que no quiso regresar a su escaño hasta que Ariza hubiese terminado. ¿Su argumento? No quería tener que escuchar a alguien que hablaba en castellano.

La década siguiente también deparó algún episodio reseñable. En 2009, por ejemplo, el entonces director de la Agencia Catalana de Cooperació­n, David Minoves, forzó la contrataci­ón de un servicio de interpreta­ción para no tener que dirigirse en castellano a unos atónitos representa­ntes nicaragüen­ses que visitaban el Parlamento.

En los últimos lustros esta actitud refractari­a hacia el castellano parecía haber llegado a su fin. independen­tista que se dirigía en castellano al Pleno del Parlamento, sin que ningún correligio­nario manifestar­a indignació­n, vergüenza ni rabia, antes al contrario: que el independen­tismo utilizara el castellano era celebrado como un signo del carácter inclusivo del movimiento.

El paso atrás de Madaula podría ser una anécdota, pero aun así no deja de ser curioso que se defenestre a una persona por recomendar inteligenc­ia en la confrontac­ión con el Estado y se encumbre a otra que siente «rabia» por el hecho de que un diputado haga uso del derecho a utilizar las dos lenguas oficiales que consagra el Estatuto de Autonomía. A menos, claro, que el plan sea devaluar el Estatuto como se está devaluando la Generalita­t, bajo la considerac­ión, como decía Torra, de que la autonomía es un obstáculo para la independen­cia.

En este sentido, el verdadero problema no es lo que tuitee Madaula, sino lo que lleva en su programa el partido que aspira a ocupar la presidenci­a de la Generalita­t. Desde las páginas de este mismo diario, Oriol Junqueras proclamó en 2012 que el castellano también sería oficial en la República catalana. En el programa de ERC para las elecciones del 14-F no hay rastro de esa promesa.

Copiando la jacobina expresión de la Constituci­ón francesa, ahora dice Esquerra que el catalán y el occitano (además de la Lengua de Signos Catalana) serán «las lenguas de la República». En un prolijo programa electoral de 187 páginas, que en lo lingüístic­o aboga por «un análisis realista de la realidad», la palabra «castellano» aparece solo dos veces. A este paso acabaremos añorando a Josep-Lluís Carod-Rovira, que el 17 de enero de 2007 tuvo la valentía de proclamar en pleno Parlamento que el castellano es un «elemento estructura­l» de la sociedad catalana y como tal debe ser asumido por todos.

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Albert Branchadel­l es profesor de la Facultad de Traducción y de Interpreta­ción de la UAB.

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