El Periódico - Castellano

Dos cocodrilos machos

La codiciada Taiwán podría provocar que estallara una crisis que involucrar­a a Estados Unidos y China

- Jorge Dezcallar es embajador de España.

Si hay un lugar en el que podría estallar una crisis que involucrar­a a las dos superpoten­cias, Estados Unidos y China, ese lugar es Taiwán, la isla de Formosa donde se refugiaron los restos del ejército nacionalis­ta de Chiang Kai-shek cuando Mao Zedong se hizo con el poder en la China continenta­l. Desde entonces Pekín no ha cesado de reclamar el «retorno a la madre patria» de esa isla irredenta del tamaño de Holanda y con el relieve de Noruega, que es algo de lo que allí nadie quiere oír hablar y menos aún ahora cuando ven que China no cumple las promesas que hizo a Hong Kong de respetar hasta 2047 el Estatuto negociado al final del periodo colonial británico, y donde se acaba de elegir una legislatur­a dominada por los leales a Pekín. Lo de «un país y dos sistemas» ya no se lo cree nadie en Taiwán, que ha visto pelar las barbas del vecino en Tíbet, en Xinjiang y ahora en Hong Kong, y no desea poner las suyas a remojar. Gato escaldado del agua huye.

El problema no es solo la libertad de Taiwán, país no reconocido internacio­nalmente, pero que es una democracia operativa; el problema es que Estados Unidos está comprometi­do con su defensa y toda Asia espera ver cómo reaccionan en caso de agresión para saber si son aliados fiables o no. Por toda Asia me refiero a Japón, India, Filipinas, Vietnam, Malasia y Borneo, países que tienen contencios­os territoria­les o marítimos con China, pero también a Corea del Sur, Australia y otros países ASEAN que viven la creciente esquizofre­nia de depender de Washington para su seguridad, pero gravitan cada vez más hacia la órbita de influencia económica de China.

Cuando Nixon/Kissinger dieron en 1972 la aplaudida voltereta (diplomacia del pimpón) de establecer relaciones con China como maniobra contra la URSS, aceptaron la exigencia de asumir la política de una sola China y de no reconocer a Taiwán a cambio de que Pekín a su vez no alterara unilateral­mente el estatuto de Taiwán. Es lo que se llamó ambigüedad constructi­va, que es una fórmula que ha funcionado... hasta ahora, cuando se observan signos de inquietud en medios del Gobierno y del Partido Comunista Chino.

Xi Jinping no es como Deng Xiaoping, partidario de ocultar las capacidade­s, tener paciencia y priorizar el desarrollo económico. Xi quiere dejar una huella que le equipare con Mao en el santoral comunista, ya ha inscrito su Pensamient­o en la Constituci­ón, ha puesto fin a la limitación de mandatos presidenci­ales y se ha embarcado en una política nacionalis­ta (diplomacia del Tigre), cuya guinda sería la reincorpor­ación de Taiwán antes de 2049, fecha del centenario de la revolución comunista en China. Otro factor importante es que Taiwán es el mayor fabricante de semiconduc­tores que necesita la industria china y cuya carencia provoca cuellos de botella en su ritmo de producción, sobre todo en un contexto de malas relaciones con Washington. El año pasado China solo fabricó el 30% de sus necesidade­s y tuvo que importar semiconduc­tores por valor de 38.000 millones de dólares. Según Brookings Institute, el país que domine la inteligenc­ia artificial en 2030 dominará el mundo en 2100. En eso está Xi y por eso necesita a Taiwán, uniendo así patriotism­o y convenienc­ia.

Estos días la tensión ha crecido por la primera visita a Taiwán de un diplomátic­o norteameri­cano (el embajador en Palao), por la venta de armas norteameri­canas y por crecientes sobrevuelo­s chinos cerca de Taiwán, a cuyas aguas también se ha acercado un portaavion­es de Pekín.

Los nervios aumentan y Washington endurece su actitud. El almirante Davidson, comandante militar de la región Asia-Pacífico dijo no hace mucho en el Congreso que esperaba un ataque chino a Taiwán «en los próximos seis años», y otro almirante, Stavridis, que fue comandante supremo aliado de la OTAN, acaba de publicar 2034: A novel of the next World War, donde fantasea sobre un incidente en el Mar del Sur de China (no en Taiwán) que desemboca en una guerra entre China y EEUU. Y es que, como dice un proverbio africano: «Dos cocodrilos machos no caben en la misma charca»... Sobre todo si se disputan la misma presa.

Xi Jinping sigue una política nacionalis­ta cuya guinda sería reincorpor­ar la isla

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Lintado Zhang / Reuters El presidente de EEUU, Joe Biden, y el de China, Xi Jinping.
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Jorge Dezcallar

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