Un aniversario de pocos vuelos
El programa espacial ruso, necesitado de fondos y renovación tecnológica, pugna por mantener su estatus de antaño, seis décadas después de que el cosmonauta Yuri Gagarin realizara el primer vuelo espacial tripulado de la historia.
La fanfarria de antaño se ha dejado para mejor ocasión. Rusia conmemora este lunes el 60º aniversario del primer vuelo espacial pilotado de la historia, materializado gracias a un hombre campechano, de baja estatura y gran carisma llamado Yuri Alekséyevich Gagarin. Pese a la trascendencia histórica de la gesta, aquel 12 de abril de 1961, Roskosmos, la agencia espacial rusa, ha optado por una celebración de perfil bajo, con la excusa de las limitaciones provocadas por la pandemia.
Una nave tripulada Soyuz MS16, bautizada con el nombre de Gagarin y con el perfil del cosmonauta inmortal adherido al cohete, despegó este viernes del cosmódromo de Baikonur con destino a la Estación Espacial Internacional (EEI) con tres personas a bordo, dos rusos y un estadounidense. En el Museo de la Cosmonáutica en Moscú, se inaugurará este martes una exposición bajo el título Perviy (primero), que durante los próximos meses mostrará al gran público objetos personales inéditos y hasta un avión construido por el cosmonauta con sus propias manos cuando era pequeño. Las calles de la capital y otras ciudades rusas se han engalanado con multitud de fotografías o imágenes de la época, incluyendo una instantánea que muestra a Gagarin junto a un lujoso coche deportivo Matra Bonnet, regalo del Gobierno de Francia por la hazaña realizada.
El escaso boato de la efemérides es reflejo del estado del programa espacial ruso, que pugna por mantener el estatus de antaño, seis décadas después de ser el pionero en la conquista del espacio, y por renovar su tecnología, apenas modificada desde los tiempos soviéticos, con el objetivo de no perder comba frente a su gran rival, EEUU, y actores emergentes como China. Y todo ello, en un contexto donde captar recursos públicos o privados para financiar nuevos proyectos se hace cada vez más arduo. «El problema es que Roskosmos hace cosas que al Gobierno no le interesan, mientras que los contratos privados se están reduciendo», valora para EL PERIÓDICO Vitali Egorov, un reputado especialista y bloguero ruso de temas espaciales.
Pérdida del monopolio
Hace poco menos de un año, la agencia espacial rusa perdió el monopolio de los vuelos a la EEI tras el exitoso lanzamiento de la cápsula espacial Crew Dragon, diseñada por Space X, empresa del millonario estadounidense Elon Musk, lo que supondrá una merma del 10% de ingresos en las arcas de la agencia rusa o; lo que es lo mismo, 300 millones de dólares. No es ningún secreto que las actuales autoridades de Rusia, enzarzadas en una suerte de nueva guerra fría con Occidente, priorizan programas que de facto constituyen una militarización del espacio. El pasado julio, EEUU y el Reino Unido acusaron a Rusia de ensayar un proyectil que puede ser utilizado contra satélites. «Acciones como esta amenazan el uso pacífico del espacio», denunció entonces el vicealmirante británico Harvey Smith.
Con estos mimbres, el programa espacial ruso de uso civil intenta ponerse al día con nuevos proyectos en cartera que le permitan mantener su presencia y cuota de mercado en un entorno cada vez más competitivo. El más importante de ellos es el desarrollo del cohete Soyuz 5, una lanzadera espacial «de nueva generación», según el especialista Egorov, cuyo principal avance será «incrementar sustancialmente» la capacidad de carga transportada en las naves no tripuladas Progress «de ocho a 17 toneladas». Su entrada en funcionamiento está prevista para mediados de la presente década.
La creación de la denominada Estación Científica Internacional Lunar, una base permanente en el satélite en colaboración con la agencia espacial de China, se halla aún en un estadio más embrionario. De acuerdo con el memorándum firmado en marzo de 2020 por ambos países, la infraestructura será construida «en la superficie lunar» y/o «en su órbita», y llevará a cabo tareas como la «exploración», la «utilización» y la «observación» del satélite, así como «experimentos científicos básicos» y «verificación técnica». Una vez completada su construcción, la instalación estará abierta a otros países. Egorov considera que el proyecto «con robots» no será una realidad antes de «cinco años».
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