El Periódico - Castellano

Los pecados capitales de la cultura según Max

- RAMÓN VENDRELL

Un poco de Max es mucho, y cada vez es más así. El artista publica una antología de las tiras que dibuja semanalmen­te para el suplemento ‘Babelia’ del diario ‘El País’. Su próximo cómic será un nuevo paso en su camino esencialis­ta: una historia muda protagoniz­ada por el viento y un pájaro.

Saboteando a Shakespear­e (Salamandra Graphic) recopila tiras de la serie Trampantoj­o que Max publica semanalmen­te en el suplemento Babelia de El País. Lacónicas viñetas que muy a menudo producen fogonazos sinápticos y en las que expresa su amor por la cultura de la mejor manera que puede expresarse: riéndose con cariño del tinglado cultural. Dante, Shakespear­e, Picasso, Dalí, genios todos, os lo reconocemo­s allí donde estéis, pero ¡no hay para tanto!

Lo que consideren 999 de cada mil personas que son los tres pecados capitales de un creador nos da igual. Pero Max es esa persona de cada mil cuya opinión nos importa. «Endiosamie­nto», «torre de marfil» y «solipsismo», dice. En cuanto a las tres virtudes favoritas en un creador: «Inquietud» para no convertirs­e en una fórmula, «zozobra» ante la exposición pública de cada nuevo trabajo, una forma de «valentía», y «coherencia».

Max desprecia la «apropiació­n innoble» que han hecho la política, la publicidad y el periodismo de la palabra relato. «El relato es una necesidad ancestral que nos han birlado. A mí los relatos que me interesan son los que me cuentan lo que no conozco y quizá no quiero conocer», dice. Mientras que el relato mercantil es una reafirmaci­ón de lo que crees saber y quieres oír.

Del concepto novela gráfica aplaude Max que ha generado «un espacio físico y mental» nuevo para el cómic. Esto es, que ha funcionado como etiqueta para ennoblecer la historieta, maldita la necesidad que tenía de ennoblecer­se la historieta, aunque bienvenido­s sean el respeto y los nuevos lectores. Pero está hasta la coronilla de tanta autoficció­n y tanta recuperaci­ón de la memoria: «A mí lo que me gusta es la ficción».

La desmitific­ación del proceso creativo es una especie de running gag en los Trampantoj­o. Max tiene un proceso creativo, «aunque no un sistema». Consiste el proceso creativo en ir regularmen­te muy pronto a un bar de un polígono industrial que tiene cerca de casa y, en medio del ruido de la cafetera, la radio y los gritos carajiller­os, crearse una burbuja durante una hora y media o dos horas y tener ideas. «El 80% no van después a ningún sitio, pero algunas brotan en el estudio», dice.

Los Bosé, los Flores, la Trinca junta y por separado, la Dharma siempre han estado allí como maldicione­s endémicas para una quinta. También Max, pero como bendición. Su trayectori­a es un cañón de bobsleigh hacia un esencialis­mo gráfico e intelectua­l sin par. Si bien en los Trampantoj­o para Babelia tiene que cortarse un poco. «Unas personas me dicen que compran el diario por mis tiras y otras me dicen que no entienden mis tiras –dice–. Es jodido no tener claro a quién te diriges».

Sí, aún puede ser más esencial Max. Trabaja en «un cómic, un libro, no una novela gráfica» sin palabras, aunque con onomatopey­as. Los protagonis­tas son el viento y un pájaro. Todo pasa en el cielo, un cielo sin fondos. Es «una historia de acoso», dice Max, del viento al pájaro. La inspiració­n le vino tras leer el relato de César Aira La costurera y el viento. «La dificultad está en convertir el viento en un personaje gráfico». ¿Modelo Eolo soplando, tanto que le gustan a Max los mitos? «No». Habrá que ver cómo se las ha apañado para dibujar el invisible viento. Sin fondos.

«Los relatos que me interesan son los que me cuentan lo que no sé y quizá no quiero saber», dice

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Tres tiras de ‘Saboteando a Shakespear­e’.
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