‘La nube’, terror agrícola
El debutante director francés Just Philippot llega por fin a las salas comerciales españolas con uno de los filmes revelación del último festival de Sitges. La cinta convenció por igual al público, a la crítica y al jurado, que le concedió el premio espec
La nube se llama en el mercado anglosajón The swarm, es decir, El enjambre, aunque ese título ya se había usado en 1978 para una memorable película de catástrofes sobre abejas africanas asesinas. El debut del francés Just Philippot tiene algo de aquel clásico de Irwin Allen, solo que debemos cambiar abejas por langostas. Y, a la vez, no se parece demasiado, en parte porque los gustos de Philippot van por otros tiros: es fan del naturalismo visceral pero depurado de Maurice Pialat o los Dardenne. En la pasada edición del festival de Sitges, esa mezcla de género y autoría convenció al público, la crítica y también el jurado, que concedió a la película su premio especial y el de mejor interpretación femenina (Suliane Brahim). Unos meses después, La nube ilumina por fin nuestra cartelera comercial.
Drama agrícola con deriva hacia el terror catastrofista, La nube sigue los pasos de Virginie (Brahim), una mujer que ha empezado a tener problemas para conjugar felizmente sus responsabilidades como agricultora y madre soltera. Con su granja al borde de la quiebra, se decide a cultivar langostas comestibles para tratar de salvar a su familia. Poco a poco, empieza a establecer un extraño vínculo –de sangre– con esos insectos, algo que tiene consecuencias en su círculo familiar inmediato. Y más allá.
Nótese que hemos dicho «poco a poco»: Philippot se toma su tiempo para introducir el terror en la mezcla, prefiriendo antes centrarse en la descripción de situaciones de vida concretas y cercanas. «Para arrastrar al espectador al universo fantástico –explicó a EL PERIÓDICO en Sitges–, antes debías mostrarle el paisaje realista donde se mueven los personajes. Hablar de una familia y del trabajo que hacen. Solo así impactaba la parte fantástica». Que tiene, igualmente, bastante de realista: incluso cuando las langostas empiezan a mutar y se vuelven más hambrientas, tenemos la sensación de estar viendo más un documental de La 2 que una creature feature al uso. «Eso es porque mis inspiraciones no vienen del terror, sino de los documentales sobre el mundo agrícola de Raymond Depardon». Philippot también suele citar Un héroe singular, aquel magnífico agro-thriller de Hubert Charuel sobre un granjero que intenta ocultar que sus vacas han caído víctimas de una epidemia.
Residencias Sofilm de género
La nube nace de la voluntad de un productor, Thierry Lounas (director de la revista Sofilm y productor en Capricci Films), de crear un modelo de cine de género parecido al americano, con los guionistas por un lado y los directores por otro. Para ello fundó las residencias Sofilm de género, en las que guionistas, directores y profesionales de otros campos se reúnen para reflexionar sobre propuestas y pensar en cómo hacerlas viables. Hasta llegar a esos encuentros, Philippot tampoco había sido un emblema ni un devoto del cine fantástico: «Había hecho un drama social [Ses soufflés, sobre una madre que vive con su hija en un coche] y una película documental [Gildas a quelque chose à nous dire] sobre mi hermano discapacitado. No sentía un gran interés por el cine de género». Pero en el seno de aquella residencia ya dio forma al corto distópico Acide (2018), sobre una pareja de jóvenes padres que protegen a su hijo de una lluvia tóxica.
Aunque Jérôme Genevray y Franck Victor escribieron La nube sin pensar en Philippot, aquel guion parecía hecho a su medida. De nuevo hay una nube, solo que esta vez de langostas. Y de nuevo una familia es todo lo que importa: «Para mí lo esencial era hablar de una familia de hoy en día. Con dificultades para trabajar y con problemas de dinero. Hablar sobre cómo nos lo estamos montando para resistir al trabajo, al mundo, en un momento delicado». Incluso más que una reflexión sobre los monstruos creados por el hombre, La nube es un toque de atención sobre la desigualdad económica que asola al planeta; y más en concreto, a la agricultura, en la que pequeñas explotaciones familiares como las de esta película tienen todas las de perder.
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