El Periódico - Castellano

Un abrazo de familia en Barnasants

- CRÍTICA JORDI BIANCIOTTO

El poeta Albert Garcia nos dio un tirón de orejas a los catalanes, en el Teatre Joventut, cuando, a propósito de los cantautore­s valenciano­s más conocidos al norte del río Sénia, citó a «Raimon, Ovidi Montllor, Marià Albero…», añadiendo: «Curioso, los que vinieron a Barcelona». Pues sí, nos hemos dejado a veces a Lluís Miquel, el trovador que prefirió reforzar la ‘cançó’ en su País Valencià a incorporar­se a la corriente condal, y tratando in extremis de reparar la anomalía surgió el homenaje que este sábado le brindó Barnasants.

Espectácul­o «d’a xavo», o de categoría, como lo presentó la periodista alcoyana Amàlia Garrigós, que destacó el don de Lluís Miquel para levantar, en los 60, «un puente entre la ‘cançó’ y los guateques». Siempre sirviendo a los más altos ideales, como en S’adoneu, el canto con el que Borja Penalba abrió la sesión invocando a un nosotros palmario: «Som junts, som tots».

El cancionero se sucedió con rigor y manteniend­o la emotividad a raya: Roger Mas, teñido de Paolo Conte (París ha mort), y las invocacion­es a Jacque Brel de Joan Isaac y de Sílvia Comes, teniendo siempre en cuenta que, como dejó caer Vicent Sanchis, cantando el belga y el valenciano las mismas canciones, «no cantaban exactament­e lo mismo». Como en Els bunyols (Les bonbon), donde Germaine se convierte en Elena, «que és molt blavera».

Todo ello se lo miraba Lluís Miquel desde su silla de ruedas en un flanco de la platea: las músicas sentidas (La Cashalada Cia, Toti Soler, Aitana Ferrer) y los vídeos, con ese Sam, de Casablanca, doblado por Ovidi Montllor en los estudios Tabalet, que él creó. La graduación ambiental fue a más cuando, citado por Ricard Ustrell, nos preguntó si sabíamos lo que era tener «amigos toda la vida».

Ahí estuvieron los últimos, o los primeros: Quico Pi de la Serra, insuflando vigor a L’arbre; Maria del Mar Bonet, iluminando el «carrer dels Cavallers» en Alenar y recordando «la familia» que un día fundaron «cantantes, músicos y poetas». Joan Manuel Serrat había pedido una silla para estar a la altura de su amigo a la hora de evocar con él La Fanette, de Brel, y ahí Lluís Miquel cantó, con solidez y apetito acumulado, fundiendo ambos voces y miradas. «El meu germà», apuntó con orgullo el homenajead­o. La familia no se disgrega cuando hay lazos tan fuertes.

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