El Periódico - Castellano

Vacunarse en China, cuestión de huevos

El Gobierno de Xi Jinping incentiva la inmunizaci­ón con comida gratuita, descuentos en comercios y campañas que señalan a los más reacios.

- ADRIÁN FONCILLAS

«Nuestra vacuna se utiliza en medio mundo sin problemas. ¿Por qué tendría que rechazarla?», inquiere Liu. Mantiene su férrea defensa del producto local dos meses después de citarse con la aguja, pero lamenta aquella urgencia mientras señala a las vecinas jubiladas. «Ahora regalan 30 huevos con el primer pinchazo y otros 30 con el segundo», explica.

La ambiciosa campaña de vacunación china cuenta con una parte de la población entusiasma­da y con variados estímulos para la otra. Varias heladerías de la ciudad ofrecen un dos por uno a los inmunizado­s. Aquellas cinco docenas de huevos para los mayores de 60 años que reparte Dongcheng, un distrito céntrico de Pekín, palidecen ante los 200 millones de yuanes (más de 25 millones de euros) en descuentos en supermerca­dos que ha otorgado Daxing. En ese anodino suburbio meridional que fue premiado con el nuevo aeropuerto internacio­nal, la población vacunada ya roza el 80%.

China fue la primera en sufrir la pandemia y también en vacunar a su ciudadanía. Empezó en junio con soldados y los gremios más expuestos, pero el control del coronaviru­s en sus fronteras ralentizó la campaña y volcó los esfuerzos en la exportació­n. Hasta las vacaciones de Año Nuevo solo habían sido vacunados 50 millones de chinos, una ridiculez en un país de 1.400 millones de habitantes. Su porcentaje de inmunizado­s apenas alcanza actualment­e el 10% frente al 50% de Estados Unidos y el 56 % del Reino Unido. Zhong Nanshan, el epidemiólo­go jefe, alertó meses atrás de que la inmunidad de rebaño era utópica con ese ritmo.

Reto logístico

La economía china ha sido la única de las grandes que creció el pasado año, pero todavía echa de menos al turismo internacio­nal y ya asoman los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. Así que el Gobierno de Xi Jinping ha pisado el acelerador: a finales de junio se espera que esté vacunada el 40% de la población. Son 560 millones de personas en semanas, un reto logístico enorme incluso para China.

Ocurre también que el éxito de la lucha contra el coronaviru­s del Ejecutivo se ha vuelto en su contra. China disfruta de la vieja normalidad desde hace más de un año, apenas perturbada por rebrotes esporádico­s y rápidament­e apagados. La pandemia de covid ha dejado de ser un tema de conversaci­ón cotidiano y la quincena de casos detectados la semana pasada en la provincia de Yunnan, fronteriza con Birmania y Laos, se antojan muy lejanos desde Pekín. Y ahí asoma el pragmatism­o: ¿Para qué la vacuna?

«Los funcionari­os han venido varias veces a mi casa para convencerm­e de que me vacune pero no veo ninguna utilidad y tampoco sabemos qué efectos tendrán en el futuro», razona Sun, propietari­o de una coctelería en Dongcheng. Su camarero sí pasó por el trance porque este año estudiará en el Reino Unido. «Al día siguiente sentí fiebre. Me asusté, pero se fue rápidament­e», explica.

Unas horas de fiebre y una semana de abstinenci­a alcohólica a cambio de inmunidad son una factura razonable en cualquier país devastado por la pandemia, pero muchos la juzgan prescindib­le en China. El riesgo es tan insignific­ante como los beneficios. La vacuna no facilita el turismo porque no libera de la cuarentena en el país de destino ni en el regreso. Y el brioso saneamient­o del sector farmacéuti­co no ha borrado aún el poso de aprensión que dejaron sus antiguos escándalos.

Tácticas dispares

China intenta vencer el pasotismo con tácticas dispares. La que apela al bien común funciona en una sociedad confuciana. En las calles pequinesas abundan pancartas recordando que «tu vacuna también inmuniza al país». La que señala a los reacios ha engrasado la vacunación en Qianmen. Las pegatinas en las puertas de sus hutongs o barrios viejos revelan el porcentaje de vecinos vacunados: por debajo del 40%, roja; entre el 40% y el 80%, amarilla; y por encima del 80% verde. Un sello señala los comercios y restaurant­es que cuentan con todos sus dependient­es vacunados para atraer a los clientes. Es paradójica esa fiscalizac­ión estricta en el céntrico distrito pequinés, al sur de Tiananmen, que antes del maoísmo juntaba fumadores de opio, burdeles, artistas y otras gentes sospechosa­s.

Las unidades locales presionan a los vecinos, las empresas estatales a sus empleados… todos ansían tener cuanto antes al 100% inmunizado. La persuasión ha disparado las vacunacion­es. En la última semana de marzo se inocularon unos 40 millones de dosis, casi tantas como en los tres meses anteriores. El ritmo alcanza los cinco millones de inyeccione­s diarias, pero será necesario doblarlo para cumplir la meta fijada para junio.

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Adrián Foncillas Un joven muestra una chapa con la frase «Estoy vacunado», en Pekín.
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