Vacunarse en China, cuestión de huevos
El Gobierno de Xi Jinping incentiva la inmunización con comida gratuita, descuentos en comercios y campañas que señalan a los más reacios.
«Nuestra vacuna se utiliza en medio mundo sin problemas. ¿Por qué tendría que rechazarla?», inquiere Liu. Mantiene su férrea defensa del producto local dos meses después de citarse con la aguja, pero lamenta aquella urgencia mientras señala a las vecinas jubiladas. «Ahora regalan 30 huevos con el primer pinchazo y otros 30 con el segundo», explica.
La ambiciosa campaña de vacunación china cuenta con una parte de la población entusiasmada y con variados estímulos para la otra. Varias heladerías de la ciudad ofrecen un dos por uno a los inmunizados. Aquellas cinco docenas de huevos para los mayores de 60 años que reparte Dongcheng, un distrito céntrico de Pekín, palidecen ante los 200 millones de yuanes (más de 25 millones de euros) en descuentos en supermercados que ha otorgado Daxing. En ese anodino suburbio meridional que fue premiado con el nuevo aeropuerto internacional, la población vacunada ya roza el 80%.
China fue la primera en sufrir la pandemia y también en vacunar a su ciudadanía. Empezó en junio con soldados y los gremios más expuestos, pero el control del coronavirus en sus fronteras ralentizó la campaña y volcó los esfuerzos en la exportación. Hasta las vacaciones de Año Nuevo solo habían sido vacunados 50 millones de chinos, una ridiculez en un país de 1.400 millones de habitantes. Su porcentaje de inmunizados apenas alcanza actualmente el 10% frente al 50% de Estados Unidos y el 56 % del Reino Unido. Zhong Nanshan, el epidemiólogo jefe, alertó meses atrás de que la inmunidad de rebaño era utópica con ese ritmo.
Reto logístico
La economía china ha sido la única de las grandes que creció el pasado año, pero todavía echa de menos al turismo internacional y ya asoman los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín. Así que el Gobierno de Xi Jinping ha pisado el acelerador: a finales de junio se espera que esté vacunada el 40% de la población. Son 560 millones de personas en semanas, un reto logístico enorme incluso para China.
Ocurre también que el éxito de la lucha contra el coronavirus del Ejecutivo se ha vuelto en su contra. China disfruta de la vieja normalidad desde hace más de un año, apenas perturbada por rebrotes esporádicos y rápidamente apagados. La pandemia de covid ha dejado de ser un tema de conversación cotidiano y la quincena de casos detectados la semana pasada en la provincia de Yunnan, fronteriza con Birmania y Laos, se antojan muy lejanos desde Pekín. Y ahí asoma el pragmatismo: ¿Para qué la vacuna?
«Los funcionarios han venido varias veces a mi casa para convencerme de que me vacune pero no veo ninguna utilidad y tampoco sabemos qué efectos tendrán en el futuro», razona Sun, propietario de una coctelería en Dongcheng. Su camarero sí pasó por el trance porque este año estudiará en el Reino Unido. «Al día siguiente sentí fiebre. Me asusté, pero se fue rápidamente», explica.
Unas horas de fiebre y una semana de abstinencia alcohólica a cambio de inmunidad son una factura razonable en cualquier país devastado por la pandemia, pero muchos la juzgan prescindible en China. El riesgo es tan insignificante como los beneficios. La vacuna no facilita el turismo porque no libera de la cuarentena en el país de destino ni en el regreso. Y el brioso saneamiento del sector farmacéutico no ha borrado aún el poso de aprensión que dejaron sus antiguos escándalos.
Tácticas dispares
China intenta vencer el pasotismo con tácticas dispares. La que apela al bien común funciona en una sociedad confuciana. En las calles pequinesas abundan pancartas recordando que «tu vacuna también inmuniza al país». La que señala a los reacios ha engrasado la vacunación en Qianmen. Las pegatinas en las puertas de sus hutongs o barrios viejos revelan el porcentaje de vecinos vacunados: por debajo del 40%, roja; entre el 40% y el 80%, amarilla; y por encima del 80% verde. Un sello señala los comercios y restaurantes que cuentan con todos sus dependientes vacunados para atraer a los clientes. Es paradójica esa fiscalización estricta en el céntrico distrito pequinés, al sur de Tiananmen, que antes del maoísmo juntaba fumadores de opio, burdeles, artistas y otras gentes sospechosas.
Las unidades locales presionan a los vecinos, las empresas estatales a sus empleados… todos ansían tener cuanto antes al 100% inmunizado. La persuasión ha disparado las vacunaciones. En la última semana de marzo se inocularon unos 40 millones de dosis, casi tantas como en los tres meses anteriores. El ritmo alcanza los cinco millones de inyecciones diarias, pero será necesario doblarlo para cumplir la meta fijada para junio.
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