Empieza otro ramadán restringido pero con la lección ya aprendida
«Este año llegamos al ramadán con la lección aprendida», afirma Mohamed Halhoul, portavoz del Consell Islàmic de Catalunya, una de las tres federaciones que agrupan a las distintas comunidades de musulmanes en Catalunya. Hoy, a las cinco y media de la madrugada, ha empezado la festividad. Cerca de medio millón de catalanes que profesan esta fe se abstendrán de comer durante 15 horas al día, desde el alba hasta la puesta del sol, hasta el 12 de mayo. Pero a diferencia de otros años, la pandemia pone la celebración en apuros. «Venimos de un 2020 donde estábamos confinados en casa, peor que el ramadán del año pasado no será, y ya nos hemos podido adaptar a esta realidad», asume también el presidente de la Unió de Comunitats Islàmiques de Catalunya (UCIDCAT), Mohamed El Ghaidouni.
Ya a principios de marzo, el grupo de trabajo interreligioso de Catalunya, conformado por todas las comunidades de fieles de distintas religiones, pidió a la Direcció General d’Afers Religiosos de la Generalitat poder flexibilizar las restricciones pandémicas. «Les propusimos retrasar el toque de queda hasta las once de la noche y la posibilidad de aumentar el aforo en los centros de culto del 30% hasta el 50%, como el que tienen las salas de conciertos y actos culturales», explica El Ghaidouni. No solo lo reclamaban los musulmanes, también las comunidades cristianas pensando en las misas nocturnas de la Semana Santa católica y en la comunidad ortodoxa, que celebra la Pascua el 19 de abril. Al final el aumento de la presión hospitalaria y la escalada de casos de coronavirus lo hicieron imposible, y el Procicat tumbó cualquier relajación de las medidas para las festividades.
«Nos toca ser pacientes»
«Lo entendemos y lo aceptamos con resignación», concluye El Ghaidouni. En el caso del islam, la fiesta del ramadán implica grandes reuniones masivas al atardecer. Cuando se pone el sol, empiezan las copiosas comidas –iftar– que rompen el ayuno. «Hoy, y durante todo el mes, las comunidades repartirán la comida típica a las familias en la mezquita, pero se la tendrán que comer en casa y con su grupo burbuja», insiste Halhoul. Tampoco podrán asistir a la mezquita los fieles que quieran participar en la primera oración del día (a las cinco de la madrugada) y la última de la noche (pasadas las diez). «Otro año será, nos toca ser pacientes», asume Halhoul. de Vox de los que han sido víctimas los últimos meses. «Nuestros barrios y nuestros vecinos nos conocen, y entienden la diversidad de la sociedad en la que vivimos. Por suerte, estos ataques son puntuales y denunciables», señala El Ghaidouni. Y apunta que si un musulmán no acata las medidas sanitarias a quien más le dolerá será a la propia comunidad islámica.
Sin embargo, a nadie se le escapa que los iftar populares y en plena calle eran también una herramienta de integración multicultural que la pandemia se ha llevado por delante. «Este ramadán hay que hacer las cosas bien, pero estoy convencido que las fiestas multiculturales en las calles volverán tarde o temprano», presiente Halhoul.
n