Colau apaga Twitter pese a tener unos 918.000 seguidores
La alcaldesa, que escribía la mayoría de textos y supervisaba todo lo que no enviaba ella, denuncia el uso de perfiles falsos y que se refuerce la idea de que «la humanidad es mala».
Como portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Ada Colau acudió el 5 de febrero de enero de 2013 al Congreso de los Diputados. Allí, la entonces activista participó en una sesión sobre vivienda, en una comisión de la Cámara baja. Cuando entró en el edificio, tenía 8.000 seguidores en la red social Twitter, en la que ha contado con un perfil desde 2010.
Durante su intervención de aquel día, llamó «criminal» a un representantes de la banca. «Le hubiera tirado un zapato», agregó, sin llegar a consumar la iniciativa. Entonces, Colau llevaba cuatro años como cara visible de la PAH. Apenas tres días después de su visita al banquero, ya tenía 20.000 seguidores. La ahora alcaldesa de Barcelona anunció el domingo que deja Twitter. Lo hace rondando el millón: con más de 918.000 seguidores.
Evitar malos tragos
Podría hacerse la lectura de que se va en su punto más alto, para proteger esa estadística, como los deportistas, los presentadores o los políticos que saben retirarse a tiempo. Pero no. Se va para evitar malos tragos que ha vivido en Twitter.
Subrayan fuentes de su equipo que la alcaldesa de Barcelona es la política con más seguidores con Twitter en España. La ministra Irene Montero tiene 593.000. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, 479.000. La vicepresidenta Yolanda Díaz, 255.000. La excalcaldesa de Madrid Manuel Carmena tiene más: 1,2 millones de seguidores. «Pero ya no está en activo», recalcan las mismas fuentes.
Colau, dice su equipo, se escribía ella misma los tuits. Y si por algo el mensaje recaía en algún colaborador, lo supervisaba siempre. Es decir, que sí hay gente que conoce su contraseña, pero en principio nadie la ha usado por su cuenta.
El adiós de la alcaldesa fue recogido por todos, o casi todos, los medios de comunicación, es un sí con algunos matices. Más o menos como cuando dijo que no entraría en partidos existentes y la gente creyó que no entraría en política. Colau se va de Twitter «con carácter indefinido» tras hacer una «prueba piloto» el 3 de marzo, a raíz de su cumpleaños. Lo que, estrictamente, no impide un regreso futuro. No ha borrado su cuenta. Dicen que lo ha hecho para que no se borre todo lo que ha escrito en la red. Que es mucho.
Para los periodistas que tienen como cometido seguir su actividad, el adiós a Twitter podría resultar un alivio. Han sido muchos años ya que un tuit de la alcaldesa acabara motivando una pieza. Es cierto que no es solo su caso, que ahora el tuit de un político ocasiona a menudo un artículo. Pero la sensación es que Colau incentivó con su ejemplo esa senda. Cada tuit, una pieza.
De que le gusta comunicarse y contar lo que le pasa todo el mundo ha sido testigo. También ha quedado claro que su audiencia estaba polarizada: la mitad corrían a aplaudir sus tuits, en ocasiones elevándolos a mensajes de un evangelio laico, y la otra a criticarlos con dureza, a veces como si fuera Satanás.
Otras tres redes sociales
En su despedida, la alcaldesa dijo que no le molesta ser criticada, al revés, pero dejó claro que sí la incomodan algunos dardos. Se quejó de la proliferación de perfiles falsos y anónimos, algunos vinculados a la extrema derecha, y concluyó sobre Twitter: «Sobrerrepresenta las polémicas y los discursos de odio y te acaba casi convenciendo de que la humanidad es mala, desconfiada, egoísta». Es posible que el adiós de Colau entristezca a sus fieles, incluso a sus enemigos. A los periodistas que tenían que escribir piezas por los mensajes que escribía en Twitter no les afecta: tendrán que seguir haciéndolo con los de Facebook, Instagram y Telegram.