Perianes, el pianista tranquilo
Lejos de desesperarse, el intérprete andaluz se dedicó a estudiar, trabajar y preparar nuevo repertorio cuando «se cerró el mundo» por la pandemia del coronavirus. El aclamado músico vuelve al Palau de la Música Catalana este próximo jueves, lo que califica de «casi milagroso», con obras de Beethoven, Chopin, Granados y Liszt.
En estos extraños tiempos de pandemia el pianista andaluz Javier Perianes (Nerva, 1978) considera «casi milagroso» poder volver a actuar este jueves en el Palau de la Música Catalana con un programa con obras de Beethoven, Chopin, Granados y Liszt. El amor y la muerte se titula este recorrido musical, como esa obra que abre el libro segundo de la suite Goyescas incluida en este programa romántico que empieza con la Sonata nº12 de Beethoven y acaba con Funérailles (Armonías poéticas y religiosas), de Liszt. De Chopin interpretará la Sonata nº 2, que a finales de este mes grabará en Alemania para completar un nuevo disco con Harmonia Mundi cuya grabación quedó interrumpida por la pandemia. «Me hace mucha ilusión este proyecto Chopin que incluirá también la Sonata nº3, que ya teníamos grabada, y algunas mazurcas», señala el aclamado intérprete vía telefónica.
La misma ilusión ha impregnado todos sus trabajos, como el último, Cantinela, realizado con la reina de la viola Tabea Zimmermann y que incluye obras de compositores españoles y latinoamericanos o Jeux de miroirs, dedicado a Ravel y grabado con Josep Pons, director musical del Liceu, al frente de la Orquesta de París. «Cada disco refleja un momento determinado de tu trayectoria. En cada uno intento reflejar esa versión de la obra que llevo en el alma».
Perianes es capaz de hacer cantar al piano, de extraer toda la profundidad, el color y la belleza de las obras que estudia más allá de la partitura. «Sigo disfrutando con el piano como cuando di mi primer concierto, con 8 o 9 años. Entonces la música era una manera de jugar.
BDisfrutaba mucho». ¿Y ahora? «Siento la misma curiosidad, lo que ha cambiado es la responsabilidad. Pero esa chispa, esas ganas de seguir aprendiendo, de acudir a conciertos para absorber cosas de otros colegas o escuchando discos, permanece».
Desde luego, tiempo para estudiar y preparar proyectos tuvo de sobra durante el confinamiento. Pero desde que el pasado 20 de junio recuperara la actividad, no ha parado. «He estado en Italia, Japón, Bélgica, Francia. Aunque en los últimos tiempos he trabajado más en España». Asegura no haber recurrido a ninguna pieza en particular para consolarse ahora que las agendas ya no se planifican a tres años vista sino a tres meses, como máximo. «Lo que me ayuda a seguir es el sentido común», dice el pianista. Evitó dejarse llevar por la desesperación cuando todo se paró a causa del covid. «Esta pandemia es global. Se han caído proyectos que llevaba años preparando: actuaciones en Australia, conciertos con orquestas en Estados Unidos... Pero tengo la esperanza de poder recuperarlos, aunque tampoco quiero ser naíf», confiesa. «Desde el minuto uno del cierre del mundo me dediqué a estudiar, a trabajar y a avanzar repertorio nuevo. Intento no dramatizar y mirarlo todo con frialdad y esperanza».
Se cancelan conciertos pero también surgen otros, imprevistos. «Has de ser rápido de reflejos y tener flexibilidad porque todo puede cambiar en el último minutos. Esta temporada llevo varias sustituciones realizadas», dice recordando lo difícil que resulta viajar. Si algo celebra es la decidida apuesta de España por mantener la actividad cultural. «El propio Palau y otras instituciones públicas son un ejemplo fenomenal en capacidad de improvisación para sacar adelante la temporada». Nada que ver el «atrevimiento cultural» español con lo que ocurre en otros países de Europa, Estados Unidos o Inglaterra. «Destruir es siempre más fácil que construir».