El Periódico - Castellano

Diseñar el gran cambio

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El Gobierno ha desglosado las grandes líneas de actuación en las que invertirá los esperados fondos europeos. El presidente Pedro Sánchez, antes de comparecer hoy en el Congreso de los Diputados para presentar el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a que debe enviar a Bruselas para su aprobación, ya ha avanzado en los últimos días las principale­s novedades. Ayer se centró en detallar uno a uno los diez proyectos que aglutinará­n el grueso de los 70.000 millones de euros de inversión pública previstos hasta el 2023. Una lista de planes para un futuro más sostenible y digital, con especial atención a la movilidad, acompañado de cifras que no bajan de los 10 dígitos. Hablar en términos de miles de millones de euros puede causar una sensación de lluvia de dinero, de maná venido de Europa. Bienvenida­s sean las ayudas (subvencion­es y créditos blandos) para impulsar sectores estratégic­os, si bien habría que evitar el riesgo de que, por el propio diseño de reparto de los fondos, estos acaben concentrad­os en unas pocas manos. La transparen­cia y la facilidad de acceso a las convocator­ias serán garantía de que eso no ocurra.

Siendo muy importante­s, estas ayudas económicas no bastan por sí solas para cambiar el modelo español, como bien saben la Unión Europea y el propio Gobierno de Sánchez. Por eso, además de los macroproye­ctos de inversión, el Plan de Recuperaci­ón incluye reformas estructura­les, algunas de ellas en áreas tan sensibles como el empleo, las pensiones o los impuestos. Este terreno se antoja más abrupto. Cambiar leyes que puedan perjudicar los intereses de algunos colectivos –aunque para la economía en su conjunto suponga un avance– no será fácil de conseguir. Necesita de amplias mayorías políticas (que ahora mismo no se vislumbran) y sociales (que obligan a intensific­ar el diálogo con sindicatos y patronal). Podríamos encontrarn­os con un plan aprobado por Bruselas pero con enormes dificultad­es para ejecutarse a nivel interno.

Centrándon­os en las pensiones, el caballo de batalla es que los pensionist­as no pierdan poder adquisitiv­o. Por otra parte, es indudable que el sistema actual debe revisarse, porque el déficit de la Seguridad Social ha alcanzado proporcion­es preocupant­es. La propuesta de reforma del Gobierno incluye puntos controvert­idos, como la sustitució­n del factor de sostenibil­idad que introdujo el PP (y que suponía un recorte de la prestación a los nuevos pensionist­as) por otro cálculo que, a falta de concretar, también irá vinculado a «a la evolución de la esperanza de vida», que es precisamen­te lo que rechazan los sindicatos y algunos partidos de izquierdas. Otra medida, el cheque de hasta 12.000 euros para aquellos trabajador­es que alarguen su edad de jubilación, es una propuesta con doble filo: en la medida en que mantiene activos por más tiempo a los trabajador­es mayores (y aligeran la carga de la Seguridad Social) puede frenar al mismo tiempo la entrada de los jóvenes al mercado laboral. El resultado podría ser una pérdida de derechos, si no se exploran elementos correctore­s.

En materia laboral, la necesidad de simplifica­r la variedad de contratos existente no es nueva. Ha habido anteriores intentos, y podría facilitar la contrataci­ón. Otro asunto es la derogación de algunos puntos de la reforma del PP, en la que sindicatos y patronal no coinciden y que habrá que ver cómo encaja con lo que exige Bruselas. En lo que todos deberían estar de acuerdo es en poner en marcha políticas activas de empleo para la creación de ocupación, uno de los principale­s problemas de la economía española antes, durante y después de la pandemia.

El Gobierno deberá buscar amplías mayorías políticas y sociales para llevar a cabo las reformas estructura­les de las que dependen los fondos de la UE

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