El Periódico - Castellano

El trono se mueve bajo Abdalá

La dinastía celebra sus 100 años en plena erosión de libertades y descontent­o con el monarca. Abdalá y Hamza, el hermanastr­o problemáti­co, aparecen juntos por primera vez tras estallar la crisis.

- ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Sin mediar palabra, los hermanastr­os se postran ante la tumba de su padre y recitan la fátiha del Corán. Cubriendo sus cabezas con la tradiciona­l kufiya jordana, el rey Abdalá II de Jordania y el príncipe Hamza celebran el centenario del reinado de los hachemís. También es su primera aparición en público después de la mayor crisis política del reino en décadas.

Hace una semana el expríncipe heredero denunció encontrars­e bajo arresto domiciliar­io por haber orquestado un supuesto complot contra la monarquía. La estampa de varios varones de la familia real a los pies del sepulcro de los monarcas pasados busca exhibir la unidad de los hachemís. Aunque el llanto de Hamza ha sido un eco de las críticas contra el rey que se murmuran en los hogares.

Hace 100 años, los hachemís llegaron desde Arabia Saudí para gobernar el emirato de Transjorda­nia, bajo protectora­do británico. Hoy la dinastía se encuentra en una de sus horas más bajas. Las denuncias del expríncipe heredero de la corrupción y el desgobiern­o han agitado a una monarquía cada vez más puesta en duda. «Hay una población bastante cansada que ya no tiene esta lealtad tan alta a la figura del rey», explica el politólogo Luis Melián Rodríguez, especialis­ta en Jordania.

«El apoyo que ha recibido Hamza es sorprenden­te», enfatiza. En el despertar de la Primavera Árabe de 2011, 36 líderes tribales firmaron una carta alertando a la monarquía hachemí del riesgo del país de acabar como Túnez o Egipto. «Por culpa de la supresión

La fiscalía prohíbe a los medios publicar informacio­nes sobre las fricciones en la familia real

de libertades y del expolio de fondos públicos», señalaban. Hace poco fueron algunos generales retirados quienes mostraron su desaprobac­ión al rey. Ahora las críticas llegan desde su propia familia.

El pasado fin de semana, las autoridade­s jordanas detuvieron a unas 18 personas por un supuesto complot que amenazaba la «estabilida­d y la seguridad» del país. Algunos eran miembros de las poderosas tribus en las que históricam­ente se ha asentado la monarquía. Dolido porque su hermanastr­o le retiró el cargo de sucesor a favor de su propio hijo en 2004, Hamza lleva años reuniéndos­e con líderes tribales. El expríncipe heredero ondea la bandera de los marginados en un país movido por los contactos y el clientelis­mo.

«Pequeños terremotos»

«Cada vez son más comunes estos pequeños terremotos que sacuden al país», reconoce Melián Rodríguez. Garante de la estabilida­d regional, la monarquía hachemí ha querido mandar un mensaje muy potente a su ciudadanía: no puede haber voces disidentes. De hecho, el fiscal de Jordania prohibió a todos los medios de comunicaci­ón publicar contenido sobre las fricciones entre Abdalá y Hamza.

La erosión de las libertades ya es una realidad en el país. Desde 2015, Jordania ha bajado 15 puestos en el índice global de Transparen­cia Internacio­nal que monitorea la anticorrup­ción. Mientras redes sociales como Clubhouse están prohibidas, el año pasado centenares de profesiona­les de la educación fueron arrestados por protestar para lograr mejoras salariales. Según Freedom House, la sociedad ya no goza de libertad.

Hasta la ONU muestra preocupaci­ón por la falta de transparen­cia en Jordania, país pobre en recursos que se apoya en las ayudas internacio­nales como socio preferente de EEUU, Arabia Saudí o Israel. Pero en un país con un 55% de población de origen palestino, la amistad de los monarcas con el Estado hebreo es una mancha difícil de ocultar. Para la dinastía hachemí, un trono centenario ya no es garante de su superviven­cia.

 ?? AFP ?? Abdalá II (derecha) y Hamza (tras él, en el centro) llegan juntos al palacio de Raghadan, en Ammán, el día 11.
AFP Abdalá II (derecha) y Hamza (tras él, en el centro) llegan juntos al palacio de Raghadan, en Ammán, el día 11.

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