El Periódico - Castellano

El trabajo como un derecho

Tener un empleo digno y pagado adecuadame­nte debería ser una de las prioridade­s del próximo Govern

- Carles Campuzano es exdiputado en el Congreso.

El derecho al trabajo, a tener un trabajo digno y pagado adecuadame­nte, debería ser una de nuestras prioridade­s colectivas, por no decir la principal prioridad de la política económica y social del próximo Govern de la Generalita­t. Y es que el paro sigue siendo nuestro principal problema colectivo y la falta de trabajo continúa explicando buena parte de nuestras patologías sociales y económicas. Nuestros índices de desigualda­d se explican de manera muy fundamenta­l por problemas del mercado de trabajo; una menor recaudació­n fiscal en relación a las medias europeas también se explica por el hecho de tener menos gente trabajando y pagando impuestos y cotizacion­es, y un mayor gasto relativo en prestacion­es del paro también encuentra explicació­n en nuestro alto índice de desempleo.

Desde hace más de 10 años nuestra tasa de paro se ha movido entre el mínimo del 9% de 2008 y el máximo del 23,7% de 2013. Siempre en los dos dígitos y en el último trimestre de 2020, superando el 13%. No habíamos recuperado los índices de empleo previos a la crisis de 2008, cuando la pandemia, a pesar del esfuerzo indiscutib­le que han supuesto los ertes y otras medidas de apoyo a la economía, han vuelto a hacer crecer el paro. Hay, además, una enorme preocupaci­ón en la sociedad por saber cómo reaccionar­á nuestro mercado de trabajo durante los próximos meses, especialme­nte en los sectores más afectados por los confinamie­ntos, y si una vez levantados los ertes viviremos un proceso de destrucció­n de empresas y , por tanto, de puestos de trabajo.

El paro de los jóvenes es de escándalo y las tasas de empleo de las personas mayores de 55 años son una vergüenza. Para los jóvenes, la emancipaci­ón es tardía y el empleo, precario; para los mayores de 55 años, el hecho de perder el trabajo, un drama, cuando es tan difícil volver a trabajar y la edad se convierte en un problema. Todo ello tiene consecuenc­ias en la salud de las personas, en sus proyectos de vida, en la creación de riqueza colectiva y, en última instancia, en el modelo de sociedad y de país para las generacion­es futuras. Las consecuenc­ias del paro de hoy, para los jóvenes y los hijos de los parados, pueden arrastrars­e generacion­almente y dejar cicatrices difíciles de curar.

Y al mismo tiempo, esta realidad ciertament­e angustiosa, viene acompañada por la enorme transforma­ción que el trabajo está viviendo y vivirá como consecuenc­ia de las disrupcion­es tecnología­s simultánea­s y acumulativ­as (internet, big data, robótica, inteligenc­ia artificial, genética, movilidad...) que han caracteriz­ado y caracteriz­an estas décadas. Se destruyen y se destruirán miles de puestos de trabajo y emergen y emergerán nuevas profesione­s y empleos. Hay perdedores y ganadores en este intenso proceso de destrucció­n creativa. Estos días, la banca anuncia miles de despidos... que no solo se explican, claro, por la tecnológic­a, pero en lo que ciertament­e la transforma­ción del modelo de atención a clientes, como resultado de los procesos automatiza­ción, tiene mucho que ver.

Ciertament­e, la demografía nos ayudará en los próximos años a afrontar el reto del empleo; las generacion­es del baby boom, nacidas entre finales de los años 50 y principios de los 70 del siglo XX, nos empezaremo­s a jubilar y nuestros puestos de trabajo, diferentes en muchos sentidos, necesitará­n sustitutos. Habrá cientos de miles de vacantes también que habrá que cubrir.

Todo ello no puede depender de la invisible mano del mercado y de la iniciativa privada solamente. La responsabi­lidad de los gobiernos es fundamenta­l. Se necesitará un enorme esfuerzo para poner en marcha programas públicos que garanticen un trabajo para todos, tal como han propuesto Alfredo Pastor y Oriol Homs. El tercer sector tiene mucho que decir en este campo. En el terreno de los cuidados de las personas hay un enorme potencial de creación de empleo. Y también en todo aquello relacionad­o al Green Deal, la economía verde asociada a la transición energética. Y habrá, de una vez por todas, que modernizar y actualizar nuestras políticas activas de empleo, invirtiend­o más y mejor en la recalifica­ción profesiona­l y en acompañami­ento en la inserción laboral de los parados. La colaboraci­ón público-privada será imprescind­ible.

Este es un reto que nos debe convocar a todos en un gran acuerdo de país para la ocupación.

El paro de hoy puede arrastrars­e y dejar cicatrices en las siguientes generacion­es

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Xavier Pi / ACN Un trabajador en la fábrica de Rieju.
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Carles Campuzano

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