El Periódico - Castellano

Partidos

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Messi. Y así, inocuo y gris, se marchó al vestuario deprimido porque la tarde en que debía alcanzar la cima del liderato se despeñó.

Caminó cuesta abajo cuando creía tener la Liga en la mano con una derrota que afecta también a la imagen de Koeman, que terminó viendo el partido desde el palco sin entender tampoco lo que había pasado. Tiene un aire trágico lo que ocurrió en el Camp Nou. Trágico porque echó a la basura una oportunida­d única para situarse al frente del campeonato, dilapidand­o el tesoro que habían encontrado desde el pasado mes de enero.

Caer en la trampa

Trágico porque jugándose la Liga no supo tener el gobierno del partido. Dramático resultó, además, la falta de contundenc­ia para liquidarlo cuando realmente lo dominaba. Tenía ocasiones, aseguraba la posesión a través del balón, pero estuvo inocente y pálido. Creyó que el Granada caería en la trampa cuando quien terminó metiendo la pata fue el propio Barça. Su caída resultó tan estrepitos­a que hizo estremecer­se el silencioso y solitario Camp Nou.

No tuvo ni tan siquiera la fiabilidad necesaria para sostenerse con tres centrales ni tampoco cuando Koeman, ya a la desesperad­a, recurrió a la línea de cuatro defensas. Da igual. Con uno u otro sistema, el equipo tampoco supo empujar al Granada, castigado por las bajas, lo que eleva aún más la dimensión de Diego Martínez, algo más que un entrenador. Casi un profeta para el equipo andaluz.

Vulnerable y frágil

Y, de repente, emergieron todos los defectos de un vulnerable Barça, equipo que se engañó a sí mismo con 16 minutos que pusieron contra el espejo de la debilidad a los azulgranas. Del gol de Machís al cabezazo de Jorge Molina. Del error de Mingueza, tibio en un despeje que le abrió la puerta al Granada para firmar el empate, al doble fallo de Piqué y Umtiti que provocó el cómodo vuelo de Jorge Molina para hacer estallar por los aires el cuento de hadas del Barça. Porque remontarle 12 puntos al Atlético desde enero hasta finales de abril era un cuento casi de ensueño, que terminó siendo una pesadilla. De nada sirvió que en la primera mitad Griezmann conectara con Messi en la acción del 10 ni que Busquets ofreciera un tratado maravillos­o de pases que no fueron correspond­idos con la belleza y la eficacia que reclamaban.

Cuando menos podía dudar el Barcelona, más dudaba. Cuando menos podía fallar, más falló. Dos tiros a puerta del Granada, dos goles. Una lección de máxima eficacia del equipo de Diego Martínez, con Koeman desesperad­o porque vio escurrirse al Barça entre sus dedos. Ese grupo que se estrelló a lo grande, sacudido en la autoestima que hasta le quitó el fútbol, el poco fútbol que tenía en la segunda mitad. Así, sin ser ya dueño de su destino, los azulgranas se quedaron desnudos, perdiendo la razón y, por supuesto, la voz, terminando desamparad­os, víctima de su endeblez defensiva. No tuvo mayor condena para el Barça que retornar a ser el viejo Barça. Viejo y perdedor Barça que se rindió en el peor día.

na ver. Él me ha faltado al respeto. Si no insultas, si no hablas más del arbitraje, no lo entiendo...», añadió sobre el incidente.

«Vaya personaje»

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